Movimiento perpetuo

Tras el lanzamiento de su flamante disco, “Simetría de Moebius”, Catupecu Machu sigue haciendo del cambio su constante. Acaban de iniciar la gira de presentación con un próximo show en el Luna Park, antes de llevar su rock a lo largo y ancho del país. En medio de la vorágine, hablamos con Fernando Ruiz Diaz para entender cómo funciona una de las cabezas más hiperactivas de la música.





TEXTO MARTIN SANTORO

Pensando en la naturaleza cíclica y de constante movimiento de la cinta de Moebius, ¿en qué lugar de ese recorrido sentís que está la banda ahora, arrancando la gira de presentación del disco, con una formación que se está afirmando cada vez más?
Me gusta que la cinta no sea orientada. Justamente es la traslación de la idea de darnos cuenta que nosotros siempre estamos sobre la misma vereda, pero sobre una cinta de Moebius que es lo que cambia y gira. Justamente lo que tiene de bueno es no saber donde te encontrás. A mi me gusta sentir siempre que algo está empezando y algo está terminando, que se está moviendo la cosa y estamos en pleno desarrollo. Eso es lo más interesante de todo.

A la hora de preparar un show como la presentación en el Luna Park , ¿lo toman como un paso más o tratan de darle un marco de mayor peso?
Lo que tienen este tipo de shows es que son como el puntapié inicial para lo que después es la gira. Acá arranca toda esta cosa. Somos un grupo que se formó en vivo y en el estudio, creciendo simultáneamente en los dos. Ahora ya pasó esta primera etapa de hacer el disco, al que le dedicamos seis o siete meses, y viene el momento de interpretar esos temas en vivo. Interpretar en todo sentido. Es un momento alucinante ensayar, darle vida a esas canciones e incluso cambiar arreglos porque el vivo te pide otra cosa. Para nosotros siempre hay una cuestión cuasi litúrgica, religiosa y emotiva a la hora de tocar. Nunca lo tomamos como un show más porque el último show que tenés es el que tenés. No existe el que hiciste ni el que vas a hacer. Por eso le ponemos todo.
Vos hablabas del ying y yang del sonido Catupecu donde, por un lado, tenés algo demoledor en vivo y, al mismo tiempo, algo súper pulido y casi experimental en el estudio. ¿Cómo hacés para que uno influya al otro, para que cuando estás grabando tengas un poco de esa fuerza del vivo y cuando estás en vivo tengas un poco de ese refinamiento que lográs en el estudio?
Nos apasionan tanto las dos cosas que, aunque sea un tema súper orquestal con miles de arreglos, como también tenemos una gran formación en vivo, siempre tienen algo que apunta al show. Sí se cambian un montón de cosas y sobre el escenario manejamos muchas sutilezas. Los discos son muy dispares pero, a la vez, siempre suenan a Catupecu. En el show todo suena como una unidad. El hilo conductor es la nada misma que tiene en el fondo la banda: la personalidad… esa “nada” amalgama todo.

Cuando componés, ¿ya estás pensando cómo va a ser en vivo o qué sonidos le vas a poner en el estudio?
Cada disco y cada canción son muy particulares. Hay algunas que compuse en un estado de resaca terrible, otras que soñé… Es bastante intuitivo todo. Lo vamos llevando con las ganas del momento. Nosotros jugamos mucho en el estudio, es como un integrante más: Alien, el octavo pasajero.

¿Sentís que haber grabado este disco en el campo moldeó algo en el sonido o la geografía es meramente circunstancial?
Nosotros siempre somos permeables a las cosas que nos pasan. Hay mucha gente que escucha el disco y nos comenta que siente que estuvimos juntos en un lugar aislado del mundo. Esa distancia nos hizo laburar muchísimo más, porque le dábamos desde la primera hora hasta que se terminaba el día. Creo que en los últimos discos salió mucho a flote el hecho de que yo empecé a tocar la guitarra por el folclore y no por el rock. Así emerge inevitablemente ese sonido argentino que tengo, que también pasa con el tango. Las guitarras acústicas están tan presentes porque yo quiero y los temas lo piden, pero si grabábamos en la ciudad hubiese sido lo mismo.
Últimamente estás mucho más multi instrumentista, especialmente afianzado en el bajo. ¿A qué se debe?
Después de unas vacaciones que nos tomamos, yo volví de Brasil loco con el bajo, viendo el groove de los músicos de allá. Se lo comenté a Gaby y me ayudó a comprar un bajo tremendo. Esto fue mese antes del accidente. Después, fue continuar un poco con eso. Mucho de lo que toco tiene una gran herencia de lo que hacía mi hermano. Supongo que también por eso a veces se me ocurren esas ideas locas, como por ejemplo tener un tema a tres bajos (risas).

Líricamente, el disco proyecta un clima de laberinto, de intentar escapar del encierro… ¿Grabarlo fue algo catártico o lo ves más como una postal?
No me gusta la idea de la catarsis, donde el artista se saca la mierda pero te la tira a vos. Me pasó por ejemplo viendo “Réquiem por un sueño”, que es una gran película pero te caga por completo el día. No me gusta en ese sentido. Es inevitable que la obra termine siendo autorreferencial y acepto que el disco tiene un poco de esa oscuridad que siempre presenta la banda, pero que a su vez es un disco muy positivo porque todas las cosas tienen como una resolución. No creo que tenga que usar un disco para exorcizar demonios. Tampoco tuvo que pasar lo de Gaby porque demonios ya tengo unos cuantos. Catupecu Machu nunca fue algo liviano. Esta vida que llevamos es la montaña rusa emocional.

Hay muchos artistas que, cuando está todo bien y en orden en sus vidas, les cuesta más producir una obra de peso, mientras que en épocas de tormenta sacan su trabajo más interesante. Pienso en Pollock y tipos así… ¿Vos cómo lo vivís?
Nosotros siempre vivimos sensaciones muy fuertes, en todos los sentidos. Para mí salen cosas de los momentos más iluminados y divinos, como también de los más oscuros. Nosotros nunca separamos la vida de la “profesión”. Es como una película donde nunca se apaga la cámara. Eso hace que estés rodeado de situaciones fuertísimas. Todo me inspira porque para nosotros todo es significativo. Ya lo dice la letra de “Abstracto”: “sintiendo que nada es de más, aunque duela”.

¿Estás contento con el disco?
¡Totalmente! Lo que me pasa es que ahora lo estoy escuchando con cierta distancia, como un oyente más y realmente me pone muy contento. Un día llegué a la sala muy emocionado y les dije: “Chicos, la verdad que los quiero felicitar porque hicimos un disco de la puta madre… ¡Estamos hechos mierda!”.

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