A flor de piel

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Amparada en el poder de la canción, Ana Prada saca fuerza de la simpleza de canciones tan honestas como directas. Con frescura y un sonido orgánico, “Soy pecadora”, su último disco, se mueve entre el pop, el folk y la tradición de la música uruguaya para revelar la universalidad de los sentimientos más personales.



TEXTO MARTIN SANTORO

El arte del disco siempre es una especie de carta de presentación de la obra. En este caso, me llamó muchísimo la atención la ilustración donde parecés entrar al “Túnel del amor” y, al recorrerlo, va desmembrándote hasta quedar hecha una especie de mariposa sin extremidades. ¿Qué quisiste representar con esa metamorfósis?
Esta historieta que compone el arte del disco fue creada por la artista plástica Española Rosalía Banet, a quien conocí en Madrid y en seguida me encantó su trabajo. Es muy potente, sobre todo como trabaja la temática de género. A partir de la canción “Soy Pecadora” ella me fue enviando dibujos que forman la metáfora del pecado que desarrolla en esta propuesta. Para mí, esta metamorfosis representa un cambio de estado, pero hacia algo mejor, evolucionado. Por supuesto que todo cambio, cuanto más profundo más doloroso, por eso el desmembramiento, pero a pesar de todo inevitable. En la vida a veces determinados sacudones te hacen crecer mucho a pesar o justamente por el dolor. Creo que eso se ve claramente en estos hermosos dibujos de Rosalía.

¿Por qué te inclinaste por una estética más bien naïf para ilustrar el disco? ¿Pensás que ayuda más a hacer una lectura a distintos niveles?
La sencillez aparente de los dibujos permite varias lecturas… incluso ninguna. La estética es propia de la autora. Rosalía se caracteriza por mostrar situaciones muy duras a partir de imágenes aparentemente inofensivas.

¿Sentís que ahondar en esos “pecados” y sufrimientos ayudan a exorcizar el sentimiento de dolor o, por el contrario, es como tocar un nervio constantemente?
Las dos cosas. Cuando uno vuelve sobre determinados dolores es inevitable no revivir algo de todo eso, pero siempre es desde un lugar un poco menos sufrido, como crecer dialécticamente: siempre estás un paso más allá. El tiempo es inexorable para lo bueno y lo malo.

Parece cumplir un poco esta especie de máxima que dice que el artista necesita sufrir para sacar tu mejor trabajo. ¿Estás de acuerdo?
La vida, después que dejamos la panza de mamá, es la constante búsqueda del equilibrio interno y externo para restablecer los pocos momentos de felicidad o plenitud, por lo tanto creo que el desasosiego y la inquietud es algo común a la especie humana. Las artes en general, como todo tipo de creación humana, incluido el trabajo, es una forma catártica y desesperada de buscar la felicidad. Nadie escapa a ello. El mejor arte se saca de la honestidad creativa sea desde la felicidad o desde el dolor.

El contexto personal en el que sacás este disco es distinto al del anterior, lo cual también se siente en el tono general. Para vos, ¿cuál es el salto que diste de “Soy sola” a “Soy pecadora”?
En el período de tiempo entre un disco y otro me pasaron muchas cosas a nivel personal y profesional. Para mí, lo más importante ha sido la devolución de la gente, todo el cariño y el apoyo que recibió “Soy Sola”. Eso me ayudó a decidir transitar por este camino de la composición y de la música como modo exclusivo de vida.

Si bien los títulos de los discos son completamente autoreferenciales (”Soy …”), tu idea del amor, por ejemplo, parece trascender tus propias postales. ¿Pensás en esa universalidad a la hora de componer?
Lo que más quisiera es que, a través de mis canciones, que inevitablemente se basan en un mundo privado y propio, alguien se sienta representado y ahí alcanzar o apenas tocar una temática que tenga algo común, algo de todos. Creo que eso es lo que todos los creadores quisiéramos: llegar a más gente y servir para algo.

¿Cómo es tu proceso compositivo? ¿Qué te inspira?
Cuando estoy en etapa fértil digamos, me inspira hasta lo más inesperado. Puedo partir de una melodía o de una secuencia de acordes, incluso de una palabra escuchada en supermercado. En este disco hay muchas co-autorías, junto a Queyi y Elvira Rovira o Matías Cella. Son canciones que nacieron de comentarios, de cenas, de charlas. Todas tienen su historia particular y las co-autorías en este disco han sido muy disfrutadas.

¿Cómo vivís esta carrera solista?
La vivo muy bien, muy rodeada de un equipo de trabajo, el sello, la productora, la prensa, los músicos y de amigos queridos. Sería la punta del iceberg, la cara visible de algo que se genera desde muchos.

¿Sentís el peso de cargar una mochila sola o lo ves como una oportunidad para hacer exactamente lo que querés?
No sé exactamente lo que quiero, pero no lo siento como una mochila, sí como una responsabilidad. Cuando se tiene la suerte de poder subir a un escenario a decir cosas, sería bueno justamente tratar de decir algo. A veces, por lo que me comenta la gente, me doy cuenta que las cosas que se dicen allí son tomadas muy en serio, por lo tanto hay que ser muy respetuosa.

¿Cuáles son tus planes para este año?
Seguir presentando el disco por Argentina. Ya lo hicimos en Buenos Aires en el N/D ATENEO, a sala llena por suerte; ahora queremos ir al interior. Presentarlo en Uruguay, en Brasil y en España.

¿Cómo es el futuro ideal de Ana Prada?
Me encantaría seguir componiendo, grabando y tocando, cada vez llegar a mas gente, generar un circuito de trabajo sobre todo en América Latina y, cuando pueda, irme a vivir al campo.




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

Juan Ravioli - Despedida...

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Juglar rioplatense

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Martín Buscaglia es uno de los talentos más interesantes que nos ha dado la otra orilla del Río de la Plata. Acaba de editar su segundo disco, “Temporada de conejos”, un huracán creativo que coquetea y experimenta con muchos géneros sin casarse con ninguno ni perder su estampa personal. El uruguayo exuda la misma sensibilidad con una guitarra acústica que con una cruda base electrónica.





TEXTO MARTIN SANTORO
FOTO ARIEL SABATELLA

Escuchando “Temporada de conejos”, me da la sensación que no es un disco tan directo como “El evangelio según mi jardinero” pero que, justamente, cuanto más se lo escucha, más se descubren sutilezas y capas de sonidos latentes. ¿Era esa tu intención?
Sí. Ya desde que culminé mi disco anterior sentí que quería hacer el próximo de esta manera, una hipérbole del “Evangelio…”: más áspero en la superficie y con mayor profundidad musical en su interior. Quería que la mejor manera de apreciarlo fuese en la segunda vez, que precise de varias escuchas y no fuese evidentemente cancionero en apariencia. También buscaba que las letras, como por ejemplo en “Cortocircuito”, parezcan destartaladas pero que tengan una férrea lógica, disciplina, rima en su interior. Además, que tuviese algunos escollos musgosos, como el coro al principio de “Oda a mi bicicleta”, donde la canción era tan linda que necesité ponerle ese arrecife en el comienzo para que no todos lo atraviesen y seamos menos en la isla, pero con más cosas en común.

En el disco, pasás del funk candombero de “Jaula de motos” a la inocencia de “Oda a mi bicicleta” o a cosas más crudas como el “Blues del carrito”. ¿Cómo haces para ponerte todos estos trajes pero seguir manteniendo un sonido propio?
Justamente nombraste las tres aristas que mas me interesaba desarrollar en este trabajo. El lado groovero (con “Jaula de motos” y “Spam”), el cavernícola (“Si no está roto no lo arregles”, “Blues del carrito”) y el sunshine melifluo (“Bicicleta”, “Calabaza”). Todos soy yo y todos se fagocitan entre si. Las apariencias engañan: el “Carrito” tiene la simpleza lorquiana de la letra y un groove de bombo legüero chacareroso con scratches de Michael Jackson y canto hömeii de Tuva. “Bicicleta” tiene esa batería súper dura, como de oso panda de hojalata hongkonés, tensando la fluidez del ukelele. “Jaula de motos” está escrito en sextillas, lo que lleva todo a un lado más telúrico.

¿Los sonidos más experimentales ya están en tu cabeza desde el primer momento que te sentás a componer o son colores que vas agregando después?
Depende. Hay cosas que, de antemano, tengo ganas de probar, como el sonido del Rock and Samba en “No vamos a parar nunca” o decisiones conceptuales, como utilizar básicamente el Stylophone como único teclado en el disco. En general, una vez compuesta, la misma canción te lleva a como interpretarla y con qué.

¿Qué lugar sentís que ocupa la tecnología y las máquinas en tu música?
El mismo que los diversos instrumentos y formas poéticas.

En este álbum te destacás como multiinstrumentista. ¿Fue por ganas o por necesidad?
Por ganas. No lo necesito porque tanto en vivo como en el estudio (cuando lo prefiero), toco con músicos maravillosos de los cuales aprendo mucho. Esa es una condición que considero esencial para tocar con alguien: que puedas ser alternativamente maestro y discípulo, como diría Tom Lupo. En este caso particular me interesaba exprimir mi singularidad, más que la virtuosidad de otro instrumentista. El proceso del disco está muy influenciado por mis shows solistas, de hombre orquesta errante.

¿Cómo traducís lo plasmado en el escenario? ¿Tratás de mantenerte fiel o lo tomás como otra cosa completamente distinta?
Mantenerme fiel a una música o idea no implica necesariamente reproducirla exactamente. Los elementos a manejar en escena son bien distintos a los del estudio, donde está el tiempo libre, la minucia para dar la textura exacta y el plano a un sonido ínfimo. En directo está el cuerpo, el drama y el factor litúrgico de la cosa.

¿Cuánto margen de improvisación había en el disco?
Me fascina el hecho de que improvisar es el momento en que en realidad debés estar más concentrado y alineado para que lo que surja sea equivalente en potencia y valor a lo que tramaste minuciosamente. Me parece mucho más fácil tocar algo difícil, solo se necesita tiempo y paciencia. El orden y la disciplina como liberadores y generadores. Una vez que tomo la decision de que algo quede grabado, más allá de que haya surgido de una premisa previa, de un rapto de inspiración o de un sueño, pasa a ser parte de la obra y debo hacerme cargo de ello.

¿De dónde viene ese espíritu lúdico que te lleva a jugar con palabras, rimas, ritmos y sonidos? ¿Es una búsqueda por mantener una frescura constante?
El arte es infinito, por ahora tengo energía y ganas de explorar a fondo. Llevo cantimplora, repelente y navaja suiza.

¿Cómo es tu relación con él público argentino?
Sinceramente, muy efusiva. Me encanta cruzar a tocar, la intensidad de un viaje no se mide en la cantidad de kilómetros recorridos. Los shows son la vida real, no hay truco posible. Siempre es inspirador y muchas veces pedagógico.

¿Sentís que lograste ser profeta en tu tierra o te ha resultado más “sencillo” en el exterior?
Siempre hice la música que quise, pero Uruguay tiene un lado “pueblo chico infierno grande”, una cosa de necesitar la aprobación de los mayores para prestar atención a ciertas cosas. Ahora está todo en auge, pero sí, en ciertas cosas afuera fue una autopista y adentro un camino de ripio.



*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

Mucho más que dos

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Las teclas negras... para Jack White que lo mira por TV...





El grito primal

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Social Distortion es uno de los pilares indiscutidos del punk estadounidense. Lejos de convertirse en material de enciclopedias después de casi treinta años de carrera, los californianos no pierden el espíritu ni la intensidad, sino que van refinando y fortificando su estilo, abriendo el juego con un mayor abanico de influencias. Este fin de semana se van a presentar en El Teatro de Flores, haciendo su debut en Argentina. Ahí el público local finalmente podrá dar vida a los posters en tres veladas a puro frenesí y adrenalina. Hablamos con su líder, Mike Ness y el guitarrista Jonny Wickersham para saber cómo conjugan ese eterno espíritu adolescente con la sabiduría que dan los años.

TEXTO MARTÍN SANTORO
FOTOS JULIAN BOURGEOIS





¿Qué fue lo que más les atrajo de la idea de venir a tocar a Sudamérica?
Jonny Wickersham: Conocer las ciudades es algo que nos interesa muchísimo. Con Mike estábamos viendo de ir también a las afueras, a la parte del campo y ver lo más rural. Espero que podamos. Por supuesto que también haremos las típicas cosas de turistas (risas). Además, siempre escuchamos que los chicos en los shows son muy entusiastas, lo cual le da una gran energía al show.

Ya pasaron 6 años de su último disco, “Sex, Love and Rock ‘n’ Roll”. ¿Por qué tardaron tanto en volver al estudio?
Mike Ness: Estuvimos mucho de gira. Somos una banda que vive en la ruta. Realmente no quería que pasaran seis años pero simplemente sucedió (risas). Me dije que no iba a permitir que pasaran ocho, como la última vez. El problema es que para hacer un disco tenés que frenar y dedicarte a escribir, lo que te representa una pausa de un año aproximadamente.
Jonny Wickersham: Nunca sentimos el apuro o la obligación de tener que sacar un disco. No le veo el sentido a sacar material nuevo todo el tiempo. Preferimos asegurarnos de hacer algo que sea realmente especial y si sentimos que no estamos listos para eso, no lo forzamos.

¿Ustedes se ven más como una banda en vivo que una de estudio?
Mike Ness: Si. Creo que hacemos grandes discos, pero en los shows realmente nos lucimos y sale lo mejor de nosotros.
Jonny Wickersham: De todos modos, siento que en los discos hemos ido progresando constantemente, siempre tratando de superarnos y lograr ese sonido de la banda, pero mejor o más pulido.

Dedicaron todo enero y febrero para trabajar en este nuevo material. ¿Ya está terminado o se tomaron un recreo para venir a Sudamérica?
Mike Ness: Lo dejamos en pausa y salimos a tocar. Ayuda a airearse un poco y distender la mente de todo ese proceso.

¿Cómo es su proceso compositivo?
Jonny Wickersham: Los dos arrancamos con acordes y melodías. A partir de ahí, tratamos de darle forma y, si tenemos suerte, en el camino se nos ocurre una letra. Nunca pude escribir una canción entera de una, ni creo que lo logre alguna vez. Soy de ir por partes. Creo que no tengo mucho control sobre la creatividad y todo el proceso, por más que me gustaría pensar que sí. Viene cuando quiere y no podés forzarlo realmente. A veces arranco con una idea y de repente me surge algo de la nada que me lleva para el otro lado completamente. Hay que dejarse llevar.

En sus últimos trabajos afloraron muchas influencias del country, el blues y el rock&roll. ¿Qué se puede esperar de este nuevo disco? ¿Van a seguir en esa dirección?
Jonny Wickersham: Definitivamente va a tener ese espíritu de raíces, combinando un poco de country, blues y demás, porque es la música que amamos y que nos ancla culturalmente. Por supuesto que la mayor influencia sigue siendo el rock y el punk de los 70s. Con Mike veníamos charlando que este nuevo disco va a ser así, pero expandiéndonos aun más hacia esos estilos.
Mike Ness: Es lo mismo, pero distinto.

¿Cuando están componiendo nuevo material, les gusta probar esas canciones en vivo para ver el feedback inmediato que les da la gente?
Jonny Wickersham: Social Distortion siempre fue una banda que tocó temas en vivo antes de grabarlos para un disco. Eso lo veo desde la primera época, cuando yo todavía no estaba en la banda y me parece algo genial.

¿Sienten una obligación por mantener “el sonido Social Distortion”?
Mike Ness: No. Creo que uno tiene que crecer. Incluso los fans aprecian más el hecho de que nunca tuvimos miedo de evolucionar. Arrancamos como chicos en un garage, tratando de aprender a tocar nuestros instrumentos, pero siempre nos consideramos más que una simple banda punk. Uno le quiere mostrar a la gente que podés hacer más cosas, revelar distintas facetas, pero también tenés que mantener eso que te caracteriza, esa marca registrada… pero no es difícil, está en nuestra sangre.
Jonny Wickersham: Es importante mantener nuestro sonido característico. Siempre partimos de ahí y después vemos qué podemos hacer para crecer y evolucionar. Así se mantiene interesante para nosotros y para la gente también.

En ese sentido, la banda es muy exitosa ya que su público no está compuesto mayoritariamente por fundamentalistas del punk sino que también generan un gran interés en quienes escuchan rock & roll, rockabilly, country…
Mike Ness: Exactamente. Hay muchos fans de Social Distortion ahí afuera que todavía no saben que lo son. Eso es lo que siempre quisimos lograr: queríamos llegar a todos, no sólo a los amantes del punk, porque en el fondo eso solo es el exterior, la apariencia, pero toda la actitud y rebeldía está adentro. Eso es lo importante.

¿Qué rol cumplen tus discos y giras solistas en este contexto?
Mike Ness: Da una salida que me permite ser un poco más extremo… lo que no puedo hacer con Social Distortion definitivamente puedo hacerlo ahí. Si quiero, me puedo poner un sombrero de cowboy, traer a alguien que toque el pedal-steel y un violinista, por ejemplo. Con esta banda hay que mantenerlo un poco más “duro”.

¿Dónde trazás la frontera entonces? Por ejemplo, si venís de hacer una gira solista y te encantó cómo sonaste, las canciones que hicieron y el espíritu general, cuando tenés que volver a ponerte el traje de Social Distortion, ¿te molesta tener que resignar lo otro?
Mike Ness: Hay una línea invisible con la que voy coqueteando constantemente. Tomo cosas de los dos lados y trato de ver a dónde me lleva eso.
Jonny Wickersham: A veces incluso pasa que Mike trae una canción y no está seguro si es mejor para Social Distortion o para un disco solista.

¿Les sigue sorprendiendo que puedan ir a lugares como Argentina o Brasil y tengan un público que los está esperando y sabe cada disco y canción que sacaron?
Mike Ness: Es raro, pero definitivamente halagador. Es lo que uno quiere lograr, y cuando finalmente bajás acá y ves con tus propios ojos, confirmás lo importante que es venir y volver.

¿Cuando preparan un show y arman la lista de temas, tienen en cuenta si es para un público que no los vio nunca como nosotros, en contraposición con el de Los Angeles, por ejemplo?
Mike Ness: Definitivamente armamos una lista diferente que si estuviésemos tocando en Orange County, porque ahí ya nos vieron miles de veces y quieren escuchar algo distinto. En cambio, cuando vas a un lugar por primera vez, tenés que tratar de elegir lo que creés que la gente quiere escuchar, lo más representativo, como una especie de grandes éxitos.

Debe ser bastante difícil con tantos discos de donde elegir…
Mike Ness: ¡Definitivamente! Creo que es lo más difícil, porque hagas lo que hagas, siempre va a venir alguien después del show a preguntarnos por qué no tocamos tal o cual tema. Es imposible dejar a todos contentos.

La banda tiene una amplia carrera y ya todos están en sus cuarentas. Hoy en día, ¿qué los sigue motivando para continuar con esto? ¿Cuál es el motor que empuja?
Jonny Wickersham: El amor incondicional por la música. Está en el centro mi alma. Es mi vida, en todo sentido. Nunca me pregunté si era lo que quería hacer o si podría seguir con esto. Es lo que hago… tal vez es lo único que sé hacer bien.
Mike Ness: Es la pasión, definitivamente. No hay nada que disfrute más que estar arriba de un escenario enfrente de la gente. Eso no se va nunca. Si sos un verdadero performer, vivís para eso. Hay una diferencia entre eso y un tipo que simplemente está en una banda, que se mete para ver qué puede sacar de eso y sabe que es temporario. Un verdadero performer tiene una entrega completa que no se va nunca.

Además, arriba del escenario se nota cuando un músico está tomándolo más como un trabajo que como una pasión.
Mike Ness: Totalmente. Nosotros podemos tener noches más flojas, pero siempre damos todo y amamos lo que hacemos. Ahora estamos muy emocionados por el disco nuevo, nos divertimos muchísimo y realmente no hay motivos para parar.

¿Pueden reconocerse como uno de los pilares o íconos del punk o se ven como una banda más?
Jonny Wickersham: Habiéndolo vivido de afuera de la banda y, después, como parte de ella, siento que Social Distortion tiene algo seminal en el movimiento punk de California. Es eso mismo lo que ha permitido que la banda viva tanto y siga creciendo. Fue un verdadero impacto en la música y se sigue viendo hasta hoy.

Con esa misma perspectiva, ¿se puede seguir hablando del punk como una ideología y un movimiento o se ha visto reducido a un simple género musical, a una etiqueta?
Jonny Wickersham: Es interesante porque mi perspectiva ha cambiado por muchas razones. Al estar ahí desde el principio, vi el crecimiento y desarrollo del estilo y la popularidad del género. No sé lo que es ser un chico de 14 años hoy, que recién está descubriendo el punk. Yo te puedo contar como lo veo hoy, con 42 años, habiendo visto y vivido todo ese camino. Podría decir “ya no es lo mismo, cuando nosotros lo hacíamos era nuevo y peligroso, la gente estaba asustada y no sabía qué pensar al respecto… y hoy en día es comercializado y marketineado…”. Todo eso puede ser verdad, pero no cambia el hecho de que para el chico que está iniciándose en esto, esa música es importantísima. Yo tengo que recordar lo que significaba la música para mí a esa edad: lo era todo. Ok, ahora el punk es más un simple género que otra cosa, pero sigue ahí.

¿Se ven haciendo esto para siempre o en algún momento piensan bajar el ritmo?
Mike Ness: Estar de gira nueve meses al año es duro cuando tenés una familia. Además, cuando volvés tenés que ponerte al día con todo lo que no hiciste por ese lapso, desde arreglar el techo de la casa hasta pasar tiempo con tu esposa e hijos.

¿Cuesta quedarse en un lugar fijo después de vivir en un constante circo ambulante?
Mike Ness: Me toma varias semanas para ajustarme, porque en casa soy “papá”, no un rockero ni nada. Nadie me abre la puerta allá (risas). Ahí tengo que llevar a mis hijos al colegio y hacer cosas así que, por supuesto, me encanta hacer.

¿Qué es el éxito para vos?
Mike Ness: Fácil: es poder hacer lo que uno realmente ama y vivir de eso. No soy millonario ni tengo paparazzis esperándome cada vez que salgo del hotel, pero puedo venir a Argentina y tocar tres fechas completamente agotadas y eso es suficiente para mí. Me llena y no necesito más. Siempre es más importante agradecer lo que uno tiene que lamentarse por lo que falta.




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

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Pronto subo fotos que saqué en el show...

Jools Holland en el Gran Rex

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JOOLS HOLLAND and his Rhythm & Blues Orchestra
8 de abril 2010
Gran Rex

Una cátedra absoluta de talento, frescura y buena onda que hizo bailar a todo el teatro con una sonrisa de oreja a oreja. Sin duda, uno de los mejores shows del año.

Para conocer más, su sitio.

Para ver más fotos, visiten mi Flickr (donde van a poder ver lindas imágenes llenas de alegría a todo color y no estos bajones monocromáticos que suelo poner acá, jeje).


Rock, dos puntos (:)

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Hace camino al andar

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Juan Pablo Villarino es autor del libro “Vagabundeando en el eje del mal – Un viaje a dedo por Irán, Irak y Afganistan”. A través de su pluma, no solo busca retratar un viaje sino que este mochilero-sociólogo apunta a desmitificar y humanizar una de las regiones más polémicas y conflictivas del planeta.

TEXTO MARTIN SANTORO





A principios de 2005, Villarino zarpó de Belfast, Irlanda, rumbo a Medio Oriente con su mochila al hombro y un objetivo inquebrantable: cruzar la región a dedo, para demostrar la hospitalidad de los habitantes de Turquía, Siria, Egipto, Irán, Irak y Afganistán. En el medio, las postales más increíbles para aquellos con un asiento cómodo a la distancia: desde tomar el té en un campo minado hasta enseñar a viajar a dedo en el Parlamento kurdo. Sin más vehículos que la mano extendida y el pulgar apuntando al horizonte, este mochilero se embarcó en una epopeya, “una oda al movimiento y al entendimiento humano”. Sin duda, la historia es el viaje.

Si bien es un viaje personal, pareciera que gran parte del empuje viene de un espíritu altruista y la idea de que “alguien tiene que mostrar que no todo es como se ve en los medios”. ¿Vos lo sentís así?
La condición para ser escritor es sentir que uno tiene algo para decir que vale la pena ser dicho. Cada viaje me da infinitos motivos para usar la palabra como espejo del mundo real, que nunca es. Desde que había comenzado a viajar sabía que el mundo era un sitio mucho más amistoso que lo que la televisión se empeña en mostrar. Entonces me propuse hacer de la hospitalidad el eje temático de mis crónicas, sin perder de vista el retrato de la cotidianidad, las desigualdades y otras cuestiones que me parecen definitorias de cualquier país y sociedad.

También hay una búsqueda por derrumbar estereotipos…
Ese tema también me parece central. Eso de que los europeos son todos fríos, los árabes todos terroristas y fundamentalistas, y los chinos cultivadores de arroz o dueños de supermercados. Por eso me gusta retratar episodios aparentemente mundanos, pero que para mí encierran esencias de cada sociedad. La alegría que demuestra el zapatero del bazar de Der-ez-Zoir, en Siria, al reparar mis botas cansadas de andar, desmiente mejor que cualquier monografía antropológica el supuesto recelo de los musulmanes hacia los occidentales. Crucé Afganistán haciendo dedo durante un mes. Todos creían que no iba a salir vivo de allí y, sin embargo, en mi camino no encontré más que gente cordial y caballerosa. Todo mi periplo en Irak, Irán y Afganistán tenía precisamente el fin de desmantelar, a fuerza de evidencia, el discurso mediático oficial, que es el de un Medio Oriente intrínsecamente violento.

En mi viaje fui alojado por familias campesinas, maestros y caminé al lado de nómadas con camellos. Siento que mi deber es contar quién es toda esa fantástica gente que los medios tratan en paquete y tildan de terroristas. Escribo en defensa de esa pluralidad, de los casos particulares, y en contra de las generalizaciones escritas por periodistas de despacho que copian y pegan noticias que encuentran en Google. Siento que el escritor viajero tiene la responsabilidad social de contrabandear las palabras de lucha en lucha de la misma manera que una abeja lleva el polen de flor en flor. Eso significa para mí hoy la comunicación.

Está claro que una de tus metas parece ser establecer una especie de puente empático entre culturas ubicadas casi en las antípodas por gobiernos y medios. ¿Crees que lograste lo que querías con este viaje y el libro?
El libro está dedicado en sus primeras páginas a la hospitalidad y honorabilidad de esos pueblos. El lector sabe así de antemano que se encuentra ante una verdad poco cómoda de asimilar, que lo que le venían diciendo, lo que venían creyendo, era mentira. Recibo muchos mails de lectores que me confiesan que en ese sentido el libro les ha sido revelador. Por eso intuyo que sí, que cumplí el objetivo. Hay maestras que me escriben para contarme que lo utilizan en sus aulas para ilustrar temas como los derechos humanos y la tolerancia intercultural, lo que me enorgullece. Uno no espera cambiar el mundo con un libro, pero trabaja coherentemente con ese fin, dejando mensajes, testimonios de otra visión posible del mundo. Cada libro escrito es una semilla puesta para el cambio.

En esta experiencia queda claro que, además de viajero, tenés un gran espíritu antropológico. De tener que hacerlo, ¿cómo te definirías?
Me defino como escritor nómada. Ese peregrinar por las culturas del mundo sería un desperdicio o un ocio turístico sino aplicara una óptica antropológica que no hiciera foco en el aspecto social de cada país visitado. El autostop, por su lado, el viaje a dedo, tiene para mí un sentido que trasciende el hecho del transporte gratuito, en tanto es mi instrumento de exploración antropológica y sociológica. Subirse y bajarse de un vehículo a otro no deja de ser una sesión aleatoria de entrevistas, una forma de conocer la sociedad visitada, a través de las filtraciones en el discurso de mi conductor.

¿En qué momento sentiste que el viaje tenía que culminar en un libro? ¿Era algo que tenías planeado desde el principio o que surgió después de vivir esa experiencia?
Desde el 2001 todos los viajes que realizo tienen el sentido de ir amasando un libro. Día a día se escriben las páginas, se suceden las ciudades, los camiones y las sorpresas. Viajar y escribir son para mí dos artes inseparables, por lo tanto desde el inicio tomé notas con miras a hacer un libro sobre el viaje. Sin embargo, fueron la magia y la hospitalidad de Medio Oriente los que me hicieron dedicar el libro a esos países y no otros. La impronta espiritual que me dejaron los países musulmanes fue grande, sentí que era mi deber el hacer circular esa otra realidad, la de un Irán y un Afganistán poblados por personas normales, amables, geniales. Más que nunca, sentí la necesidad de multiplicar ese libro y ese mensaje. Fue ese ímpetu el que me permitió llegar finalmente a que trascendiera la suerte de mis libros artesanales previos y llegara a gozar de una edición masiva como la actual.

Respecto a la propia escritura del libro, me intriga saber cómo fue el proceso. ¿Tomaste muchísimas notas en el momento o tenés una memoria prodigiosa? ¿Lo ibas escribiendo mientras viajabas o arrancaste una vez finalizado el viaje, con una perspectiva más completa?
Todo empieza con notas o palabras claves escritas en mi libreta mientras viajo, sea arriba de un camión que cruza el Altiplano Boliviano o en una casa de té iraní. Al final de cada día añado aquellas reflexiones que me surgieron mientras esos sucesos tenían lugar, pero que su mismo devenir me impedía disociarme para elaborarlos. La perspectiva, por ejemplo, aparece a la hora de acostarse. Este paso lo hago en un ordenador portátil. Esto hace más fácil las cosas. Rápidamente puedo buscar material en mis archivos para citar parte de un poema escrito en Laos bajo una sobredosis involuntaria de medicación contra la malaria o un fragmento de la opinión política de una vendedora de hortalizas del mercado de Sucre. Puedo estar escribiendo en la habitación de una pensión o dentro de mi carpa, pero lo hago con disciplina. De otra manera los eventos en la memoria se van confundiendo y las impresiones contagiando por opiniones formadas con posterioridad.

Una vez a la semana, recapitulo lo que he escrito y elaboro una o más notas para el blog, junto con sus correspondientes fotografías. Eso me requiere, una vez a la semana, encontrar un sitio donde pueda trabajar con comodidad. Mientras la documentación sucede en cualquier parte, la redacción me requiere una dosis de confort… El proceso de llegar al libro sólo comienza cuando he regresado. Ahí me reúno en asamblea con todos los relatos semanales subidos a mi página, las libretas originales y la memoria. Con suerte, al cabo de medio año aparece la joya pulida, las historias engarzadas, consteladas por las páginas de un libro. Es mucho trabajo, hay que editar, investigar, ir a bibliografía, y excavar la propia memoria en busca de la palabra, la fecha o ese nombre preciso. Y claro, la perspectiva es fundamental, que luego de terminado el viaje redimensiona todo lo vivido.

Si bien el libro tiene como base la crónica, en este caso el género viene acompañado de una buena carga documental y un gran sentido del humor. ¿Sentís que son herramientas claves a la hora de dar información lo más completa posible y, al mismo tiempo, mantener el interés del lector? ¿Cómo definirías tu estilo?
Por un lado es eso: intento que el relato sea ameno y que cierto pulso de humor permita que el lector navegue más fácil los pasajes quizás más informativos o teóricos. Pero en este caso, es un humor que emana realmente de la fidelidad del relato, que calca sin censura toda la adrenalina y el absurdo que uno realmente vive cuando viaja, las situaciones disparatadas que acontecen, y todos los avatares de la vida nómada. El tono del relato no está manipulado con criterio de mantener un rating, sino que transmite la magia natural que tienen estos viajes.

Cuando a uno lo comparan con un ave migratoria y le encajan un anillo numerado en el dedo o cuando le preguntan los beduinos del Sahara si en Argentina también hay estrellas, lo enmarcan en episodios que dan cuenta que uno ha alcanzado el estilo de vida deseado… y también la historia deseada, porque uno ya viaja imaginando como se vería escrito lo vivido, y a veces incluso permite suceder eventos por el sólo hecho de que son brotes tan raros, episodios tan ridículos y divertidos que merecen vivir y ser leídos, sólo por ello.

Más allá de los preceptos e ideologías personales, debe ser difícil hacerles entender esta pasión a tu familia y amigos. ¿Cómo se tomaron la idea de hacer este viaje (y la vida nómada en general)?
Mi mamá es la que más me hacer reír. Con normal preocupación maternal, se alarma, pero de forma muy impredecible. Cuando estaba en Finlandia y contaba que acampaba en un páramo rodeado de renos, ella buscaba en Internet si los renos eran carnívoros. Cuando les conté por teléfono que pensaba entrar en Irak, ella me recomendó que me diera otra dosis de antitetánica. Luego el resto, mi padre y mis hermanos, ya lo tienen asumido. Imaginate que mi sobrina Ángela me decía “el tío de la foto”…

Después de semejantes viajes y de experiencias tan únicas como intensas, ¿podés volver a un ritmo de vida “normal”?
No me imagino ahora una vida sedentaria, vivir en una misma ciudad toda la vida con viajes esporádicos. Sí me gustaría tener una base o lugar propio donde descansar y escribir en los años “quietos” entre viajes largos, donde guardar también los mapas, las libretas, documentos, y papeles de viaje en general. Sería como un centro cultural o una posada temática destinada a ser un santuario del espíritu viajero. Pero para eso falta, principalmente porque mis recursos apenas me alcanzan para cubrir los gastos mínimos de mis vagabundeos. Además de los libros que se venden en librerías, vendo postales artesanales de mis fotos para sobrevivir mientras viajo. O sea que por el momento no puedo pensar en otra cosa que en el día a día.

¿Podés quedarte quieto o siempre estás planeando el próximo viaje?
Siempre estoy formulando viajes, mirando mapas. Los años que no viaje serán porque estoy escribiendo, transformando lo viajado en un libro, para que el viaje también viaje.

¿Con qué criterio elegís tus destinos?
Cada viaje tiene llega a ser concreto a partir de criterios distintos. Ante todo, soy de los que prefieren los viajes largos, tomo un continente y lo cruzo siguiendo un itinerario totalmente flexible pero con muchos países que no cedo al azar, presas precisas. Una premisa fundamental es un itinerario que enhebre sitios relevantes al criterio de documentación que tenga yo al momento de viajar. En general, doy prioridad a comunidades periféricas sobre los sitios trillados, conocidos y fotografiados. No me interesa repetir postales con mi cámara, sino explorar la historia contemporánea. Para mí es más interesante compartir un día de viaje con un camionero cusqueño y su familia que visitar el Machu Pichu. ¿Por qué habría de estar más interesado en la vida cotidiano de los Incas que en la de los peruanos del 2010?

No quiero decir que Machu Pichu carezca de interés, pero si esgrimo la posibilidad de que la proliferación de la cultura del turismo no haga más que dirigir a los viajeros a los sitios de interés obvios que se transforman en fetiches. Por eso muchas veces elijo carreteras al azar que llevan a pueblos sobre los que jamás he escuchado reseña alguna. Para mi es la única forma de conocer a fondo un país. Cuando elijo viajar en Asia o en América, voy procurando que el itinerario incluya aquellos lugares segregados, aislados, o archiconocidos pero con distorsión mediática. Por eso elegí viajar en Irak, Irán y Afganistán.

Una de las cosas que más destacás a nivel humano es la apertura y predisposición de quienes te acogieron a lo largo del viaje. ¿Crees que hubieses recibido la misma hospitalidad si no fueras argentino? ¿Pensás que de ser estadounidense o europeo, hubieses sido recibido de la misma forma?
Creo que ellos son abiertos sin distinción de nacionalidad. De todos modos concuerdo en que el ser argentino me ponía en situación casi de par con ellos, es decir, ciudadano de otro país en vías de desarrollo. En todo mi viaje por Medio Oriente, ser latinoamericano me ha expuesto a infinitas muestras de solidaridad. Ser latinoamericano en Medio Oriente implica encarnar esta condensación de diferente y de mismo, de Occidental a la vez que semejante humano habitante del mundo en desarrollo, con un pie hundido en la pobreza y la dignidad. Aunque me consta que los musulmanes dispensan su espontánea amistad con equidad al margen de la nacionalidad, no me quedan dudas de que saber en carne propia lo que es la corrupción, el fraude electoral, los semáforos que sólo destellan luces amarillas y los emisarios del FMI decidiendo el presupuesto de tus escuelas, los acerca más a mí que a los franceses que recorren el mundo con el dinero de la seguridad social cobrado a través de cualquier cajero automático.

Ser políglota parece ser uno de los grandes beneficios a la hora de conectarse con el contexto. A tu criterio, ¿cuáles son las herramientas fundamentales a la hora de vagabundear por el mundo?
La férrea convicción y comodidad con el movimiento. Es preciso disfrutar del nomadismo. La necesidad de un respiro de la rutina suele ser confundida con el deseo de vagabundear, pero son dos cosas distintas y a los pocos meses se puede ya ver, si uno tuvo suficiente o si acaso le vende el alma al horizonte. Cuando uno ya sabe lo que quiere, entonces el resto es más flexible. Hay cosas que ayudan, claro, como manejar inglés u otros idiomas internacionales. Español, inglés, francés, ruso y árabe son para mí los recomendables. Fundamental es la apertura mental, la predisposición a la experimentación y la maleabilidad. No está demás contar con alguna manera móvil de generar ingresos, sean la música, las artesanías o lo que fuere.

¿En qué lugar del mundo estás ahora? (ya sea Nepal o Avellaneda)
Estoy en Sucre, Bolivia, a donde he llegado como único pasajero del techo de un camión que transportaba 43 chanchos. Llegamos al matadero y tuve que ayudar a los choferes a los palos a conducir a los cerdos al corral…

¿Cuáles son tus planes futuros?
Actualmente estoy recorriendo a dedo desde Argentina a Alaska con la intención de documentar la hospitalidad pero también los problemas del continente. Por ello estoy viajando siguiendo casi con exclusividad carreteras secundarias, incluso rutas de ripio o tierra y hasta ríos. Los relatos conformarán un libro quizás titulado “Caminos Invisibles de America Latina”, que relevará la vida cotidiana y realidad de los rincones más remotos de nuestro continente. Mientras viajo realizo, además, un proyecto educativo patrocinado por el Movimiento Mundial por la Salud de los Pueblos y por mis propios lectores, quienes con algunas chirolas por mes me ayudan a dedicarme a hacer proyecciones fotográficas y charlas en escuelas y comunidades de forma gratuita para ellos. En el menú del blog pueden enterarse como volverse cómplices de este proyecto y colaborar.

Después de tanto tiempo de viaje me imagino que ya vas desarrollando una especie de “Biblia del viajero”. ¿Qué consejo le darías a alguien que se calza la mochila por primera vez?
¿Consejos para viajar bien y no terminar confundiendo al carnaval tilcareño con un descubrimiento místico? Sí, claro. Hoy día es cada vez mayor la cantidad de gente que viaja, lo que equivale a decir que también se ha vuelto como una moda. Encuentro mucha gente que sólo viaja porque tiene la posibilidad económica de hacerlo y va por el mundo tachando de la lista los sitios Patrimonio e la Humanidad de la UNESCO.

El viaje mochilero, antes una aventura, es hoy un pálido reflejo de lo que era en los setentas u ochentas, quizás debido a que la gran mayoría viaja siguiendo una Lonely Planet, como un previsible rebaño de ovejitas que van pasando por los mismos hostels y sitios obligados de turismo. En otras palabras, terminan ejecutando un turismo barato, pero la aventura rara vez está presente en sus viajes porque no arriesgan, no van a lugares de los que nunca sintieron hablar, sino adonde la foto postal está garantizada.

Por eso, recomiendo que quienes realmente quieran viajar, que se salgan de las rutas archirepetidas (Humahuaca, Potosí, Titicaca, Cuzco, Nazca, etc), que viajen con mapas, para saber dónde están parados, que utilicen las redes de alojamiento gratuito, que hagan dedo, viajen en bicicleta o caminen, y que intenten acercarse a la gente local. Es más importante visitar cualquier pueblo rural del Perú y entender los problemas de la sequía, del precio de mercado de sus productos, de la falta de escuelas, que visitar Machu Pichu vestido con textiles de colores y pensarse un hippie en contacto con la Pacha Mama.

Para seguir los viajes de Juan Villarino, visitar su blog: www.acrobatadelcamino.com



*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

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¿Qué tiene que ver esto con el rock? Nada realmente... pero es interesante conocer historias así.