Viajeros sonoros

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Brian Storming acaba de editar su tercer trabajo discográfico, “The illustrated guide to Fantasie”, donde continúa con una propuesta tan atípica como hipnótica. RevistaG7.com habó con ellos antes de su presentación oficial en La Trastienda.




TEXTO MARTIN SANTORO

“The illustrated guide to Fantasie”, el flamante disco de esta “banda con alma de orquesta”, presenta un viaje hacia el núcleo de un grupo que busca crear un universo propio a partir de sonidos tan etéreos como punzantes, tan experimentales como fríamente calculados. Entre postales oníricas, gabinetes espaciales y bandas de sonido de películas fantásticas, navega este barco de doce tripulantes, capitaneado por el inquieto Duncan Toth.

El proceso de grabación terminó hace aproximadamente dos años pero el material recién está saliendo ahora. ¿Por qué tardaron tanto en sacarlo?
Duncan Toth: Tomamos la decisión de esperar a que las condiciones sean las adecuadas.
Durante estos dos años nos reunimos con varios sellos hasta encontrar una propuesta que realmente nos cierre. Teníamos una idea bastante clara de lo que el disco requería como plataforma y como respaldo y nos tomo un tiempo encontrar alguien que respetase estas necesidades.

En cuanto al proceso compositivo, ¿se nutren de la improvisación o prefieren construir conscientemente a partir de melodías y arreglos puntuales? ¿Tienen alguna metodología puntual?
Duncan Toth: Casualmente uno de los atractivos de Brian Storming es que cada tema tuvo un proceso distinto. Hay varios compuestos a partir del piano, otros de una melodía de voz, guitarra o loops. Tal vez el denominador común entre ellos sea que todos se desarrollan sobre sesiones de Pro Tools [NdR: programa de grabación digital multipista] en donde van tomando distintas direcciones, algunas veces transformándose hasta llegar a otra cosa. Este disco se trabajó a partir de partituras y arreglos que se gestaron al mismo tiempo que las composiciones. En ese sentido, las orquestaciones conforman una parte esencial.

Si bien llama la atención que tengan una lírica en inglés, encaja perfectamente con la propuesta musical. ¿Usar este idioma resulta de una decisión estética, una búsqueda de proyección global o simplemente les sale naturalmente así?
Duncan Toth: Es una decisión estética y conceptual. Tiene que ver con las influencias literarias que hay en el imaginario de Brian Storming – como Poe, Sir Arthur Conan Doyle, Lewis Carrol – y con esta atmosfera de Londres del 1900 que se intenta recrear.

¿Cómo hacen para traducir al vivo todos los matices, capas de sonidos e instrumentaciones que logran de una forma tan pulida en el disco? ¿Sienten que, en alguna medida, es una propuesta difícil de ejecutar a la perfección sobre el escenario?
Andrés Ravioli: Nos gusta ese proceso. Trabajamos meticulosamente durante la producción del disco en estudio y durante la mezcla, y cuando llega el momento de ensayar los temas y presentarlos en vivo es un lindo desafío. Actualmente somos doce músicos tocando en vivo con variadas tímbricas: vientos, cuerdas, instrumentos electroacústicos y voces. A eso le sumamos secuencias sonoras y visuales en pistas. Con todo esto el disco toma vida en escena.

¿En algún momento les preocupó hacer un proyecto tan ambicioso que el público pueda no terminar de entender o asimilar por completo?
Andrés Ravioli: Creemos que no hay que subestimar al consumidor. Hacemos discos porque tenemos la convicción de que es lo que una banda debe hacer, pero también porque sabemos que a mucha gente le va a interesar nuestra propuesta.

Aun así, la suya es casi única acá. ¿Sienten afinidad con una movida u otras bandas locales o, por el contrario, se ven más como una isla dentro de la escena?
Andrés Ravioli: Brian Storming es un proyecto autosuficiente, porque tiene su propio imaginario y su propia estética. Además, tenemos colaboradores que admiramos como los chicos del grupo de música contemporánea Suden, Juan Ravioli, Ale Carrau de Defórmica o Rodra Guerra. También nos gusta mucho el disco de Ezequiel Cutaia, otro amigo de la banda.

¿Cómo se preparan para la presentación del disco este fin de semana?
Andrés Ravioli: Nuestro plan inmediato es terminar de ensamblar ensayos con los músicos nuevos que van a participar del show.

Sepia: Asimismo, esta semana lanzamos el video clip del primer corte del disco: “The Rabbit”. Es una pieza que inicia una serie de clips que darán pistas para llegar a “Fantasie”.

¿Qué hay en el horizonte de la banda?
Duncan Toth: En breve vamos a empezar a grabar un nuevo disco. Ya hay alrededor de doce composiciones nuevas y estoy terminando de escribir sus respectivas letras. Después de esto, queremos avocarnos completamente a la grabación de Peter Pan, una suerte de opera rock de la novela de J.M.Barrie, la cual venimos postergando desde hace unos años. La idea es simple: seguir grabando discos por mucho tiempo.




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.RevistaG7.com

Rescate emocional

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Las Pelotas se erige como un grupo de sobrevivientes. Están a punto de tocar en el Luna Park para presentar su último trabajo, “Despierta”, gestado en medio de la tormenta que se generó con la partida y posterior muerte de Alejandro Sokol. Hablamos con Germán Daffunchio para saber cómo se hace para renacer con cada canción.




TEXTO MARTIN SANTORO

El nuevo disco parece conjugar muchas emociones casi contrapuestas, que van de la felicidad a la tristeza, de la esperanza a la frustración. ¿Qué te inspiró a la hora de componer?
Las historias de la vida. En “Despierta”, estaban pasando muchas cosas de peso, especialmente la partida de Alejandro y su posterior muerte. A medida que pasan los discos uno ve lo que hicimos antes para mejorar en el próximo. En este caso, nos propusimos llegar al estudio con los sentimientos a flor de piel. Para eso trabajamos muchísimo en la etapa de preproducción. La emoción no es una nota; es una cosa muy rara que se relaciona directamente con la libertad y cómo te sentís cuando estás interpretando. Todo ese contenido es reflejo de la herida y los sentimientos que uno tiene a través del tiempo.

En ese sentido, en las canciones parece estar latente la idea de “volver a creer”…
Cuando escribo no pienso en el mensaje que tengo que dar. Tengo la certeza que las cosas que me torturan o las que me hacen feliz y elevan el alma son comunes a mucha gente. Esa es la premisa. La esperanza tiene que ver con uno mismo y la sincera autoevaluación: admitir las veces que uno se ha equivocado y aceptar cuando uno quiere que las cosas sean de una manera y se dan de otra.

Antes contabas que el disco había llevado mucho trabajo de preproducción. Eso también se nota mucho en el sonido y en lo ajustado que suena todo. Cuando se suben al escenario, ¿buscan lograr eso mismo o ven al estudio y al vivo como dos terrenos distintos?
Creo que son dos cosas completamente distintas. Tenemos una pasión enorme por laburar en nuestro estudio propio e ir evolucionando, porque es como una escuela. En Argentina nadie te enseñe lo que es grabar. Hay mucho que tiene que ver con la psicología, con el trabajo grupal y con intercambiar ideas. Nosotros trabajamos así. No hay un líder que dice “esto es así y vos tocá esto”. En todo caso, cuando algo no cierra lo decimos y seguimos buscando. Nosotros vemos los temas como si fueran cuadros con una personalidad propia. Apuntamos a lograr eso y no a que cada músico se esté luciendo todo el tiempo.

¿Después de tantos años de carrera y de experiencias tan intensas, cuál es el motor que los sigue impulsando?
Creo que lo que más nos ayuda es todos los años que llevamos de lucha en las buenas y en las malas, con la misma pasión. Esas son las cosas que te hacen sobrevivir. Por suerte seguimos haciendo temas y nos seguimos emocionando. Yo siempre les digo a las bandas más jóvenes que hacer música no es lograr un hit. Ser músico es hacer miles de temas a lo largo de tu vida. El hit no significa nada. ¿Cuántos grupos conocés que la pegaron con una canción y después desaparecieron? No se sostiene, porque el público verdadero es el que hacés desde que arrancás en la D, tocando en los pubs y las cuchas, y es consecuente con lo que sos.

Ahora que ya pasó un tiempo desde la edición del disco, ¿qué sentís cuando lo escuchás? ¿Lo seguís disfrutando como el primer día o ya encontraste cosas que querrías cambiar?
Para ser completamente honesto, el disco lo escucho casi todos los días por lo que me transmite. Hay muchas cosas de nuestras vidas que están vivas en esos temas y para mí es como una terapia. Igualmente, te aclaro que escucho cualquier disco de las pelotas y me siento orgulloso. Nunca hice un tema que no quise.

El sonido de las pelotas puede pasar del reggae a una balada o un rock estridente. ¿Cómo hacen para conjugar los géneros y que, al mismo tiempo, mantenga una identidad?
Eso es un grupo. Tuve un gran maestro que fue Luca. Él era como una enciclopedia del rock inglés y siempre me decía, mucho antes que armáramos Sumo, que desde los Beatles hasta Yes habían arrancado en un pub y crecieron tocando. Eso es la consigna de nuestra vida: el laburo constante y la certeza de saber que la gente responde a eso. En lo musical, Las Pelotas tiene un espíritu que no lo puedo explicar pero está ahí. Tengo temas para hacer un disco solista pero son canciones que no serían para la banda. Y si no entran, no los ponemos. Es importantísimo tener personalidad. Además, siempre prevalece la música y no los egos de los músicos.

¿Por qué considerás que se da tanto esa competencia, incluso entre miembros de la misma banda?
Porque ese es el mensaje de nuestra sociedad. El ser el número uno, ver quien la tiene más grande, quién es el más virtuoso, el que salta más alto. En la música lo que verdaderamente importa es emocionar, no que demuestres que podés tocar mil notas en un segundo. Tocá lo justo, lo que te pide la canción.

Actualmente estás en una etapa donde te hacés cargo casi por completo de la tarea vocal, cuando antes compartías ese peso. ¿Cómo te sentís en el rol de frontman?
Tanto Luca como Alejandro fueron escuelas muy fuertes en mi vida. Además, uno tiene que enfrentar lo que le toca. Yo canto desde el segundo disco, pero bueno, siempre estaba Ale adelante. Por suerte me siento muy apoyado por mis compañeros, amo cantar y cada vez lo disfruto más. Después, si no me sale bailar, no bailo. No puedo ser algo que no soy, por que me sentiría mal conmigo mismo. Busco interpretar los temas con el corazón lo más abierto posible.

¿Un show como el de este sábado en el Luna Park representa algo especial para ustedes o lo toman como una fecha más?
Hay toda una historia con el Luna que no es real. Se trata del único lugar en Capital que puede albergar ese número de gente y donde se cumplen las normativas que pide la ciudad. Para nosotros simplemente significa poder encontrarnos con nuestra gente en gran escala después de tanto tiempo. Venimos de dar shows en lugares pequeños y acá tenemos la posibilidad de hacer una apuesta escenográfica, un show más largo y juntarnos con toda esa gente que, porque es el Luna Park, va a ir

¿Disfrutan de igual manera los shows en lugares tan grandes que algo más íntimo?
Son distintos desafíos. Amo tocar en lugares chicos por la comunión que se da con la gente. De todos modos, tocamos con los Stones, con AC/DC y hemos hecho estadios, así que ya estamos acostumbrados y no nos asusta. Nos sentimos cómodos haciendo música, ya sea para cinco personas o para diez mil. A mi me gusta la ida y vuelta emocional con la gente. Me gusta sentir que estamos viviendo otra realidad y salir de ahí con la satisfacción de haber compartido algo hermoso.

¿Qué es el éxito para vos?
Es estar vivo cada mañana, hacer lo que nos gusta y vivir de eso. Por sobre todas las cosa, el éxito es aprender a vivir, porque lo más fácil en este mundo es irse.




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.RevistaG7.com

En erupción

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Con la presentación de su flamante disco, “Un volcán”, el trío formado por Jorge Araujo (ex Divididos), Tito Fargo (ex Patricio Rey y sus Redonditos de ricota) y Gustavo Jamardo (ex Porco) insiste en poner la música por sobre todas las cosas. “La industria y el arte no son compatibles”, dicen.



TEXTO MARTIN SANTORO

“Una vez un amigo me dijo que nosotros hacemos música intelectual. Yo le respondí: ‘tal vez tenés razón… o tal vez sos un adoquín’”, cuenta Gustavo Jamardo (bajo) mientras sus compañeros de banda, Tito Fargo (guitarra) y Jorge Araujo (batería), sueltan un torrente de carcajadas. Desde su formación en 2004, Gran Martell condensa una impronta rockera a través de un caldo valvular que combina riffs rabiosos y ritmos antojadizos que ganan intensidad con cada cambio de paso mientras esquivan los lugares comunes del género. “Buscamos destruir el típico formato de trío. Es una actitud que nos seduce y permite sacarle mucho jugo a la banda”, explica Fargo.

Con dos discos en su haber, acaban de editar “Un volcán” bajo una impronta más electroacústica, donde merma la estridencia pero no la intensidad. Con la coproducción de César Silva, afloran arreglos de cuerdas y pianos para sumar matices la propuesta del trío. Hacia fin de año saldrá su sucesor, también titulado “Un volcán”. Para evitar confusión, aclaran que esta contraparte se focalizará expresamente en un sonido más electrificado y macizo de Gran Martell. Será, de algún modo, la otra cara de esta moneda. Sin embargo, como explica Araujo: “Cada parte es una obra en sí misma que no necesita de la otra mitad para completarse”. El baterista agrega: “Nos gusta escapar del rol que nosotros mismos nos generamos en cada grabación. Esta banda es muchas cosas al mismo tiempo”.

No resulta habitual que un grupo edite dos discos en tan pocos meses, pero eso no les preocupa. “No sería honesto esperar un año para sacar toda la música que venimos haciendo solo porque los tiempos que marca la industria son diferentes”, comenta Araujo. Fargo dispata: “La industria y el arte no son compatibles. Sin embargo, uno necesita meterse en ese ruedo para sustentar algo que va más allá de lo espiritual y lo creativo. Hay que tocar, grabar y hacer cosas que requieren estructuras”.

Es evidente que el grupo está acostumbrado a hacer todo a su manera. Gran Martell no tiene un líder o frontman: es un autentico tridente. Fargo trabaja como un artesano de la guitarra, construyendo capas de sonido que cabalgan sobre el pulsante bajo de Jamardo, retroalimentando el crisol rítmico de Araujo. El grupo aprovecha todo ese talento para explotar aristas musicales que no apuntan a demostrar virtuosismo, sino saciar una inquietud sincera. “Cuando un tipo se creyó Gardel, se terminó el artista. Uno siempre tiene que sentirse un poco disconforme”, opina Jamardo.

La necesidad de indagar constantemente en nuevos caminos llevó a Gran Martell a forjar un estilo que, para muchos, es incompatible con el mainstream musical. “La gente que nos viene a ver está buscando siempre algo nuevo. Son personas de gran apertura mental que disfrutan del mismo modo con un tipo que canta acompañado por un violín y con un trío de rock que aplasta. No es fácil encontrar gente así”, señala Araujo. “De todos modos, siento que Gran Martell es un grupo de música popular. Que no me vengan con eso de ‘música para músicos’”.

En seis años de trabajo, la banda ha desarrollado una identidad única, cimentada en la música y en los vínculos humanos. Jamardo es categórico: “Ninguna química se genera en el ruedo. Si no hay un vínculo especial desde el inicio, se puede insistir durante un tiempo pero todo terminará en el fracaso. La conexión entre nosotros fue inmediata. Por eso somos una banda. Si no, no lo hubiéramos hecho. No lo hubiese permitido”. Araujo sonríe y remata: “Si vos nos preguntás qué es lo que pretendemos de esto, la respuesta es simple: la música está antes que todo, siempre”.




*Esta nota salió publicada en la edición de septiembre 2010 de la revista G7

La casa del Jazz

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En la última década, Thelonious se convirtió en uno de los puntos cardinales de la escena porteña de jazz. Siguiendo la tradición de los clásicos reductos neoyorquinos, los hermanos Lucas y Ezequiel Cutaia abrieron un espacio donde convive el pasado, presente y futuro de un estilo tan clásico como inquieto.




TEXTO MARTIN SANTORO

¿Cómo nació la idea de abrir un club a presentar jazz en vivo prácticamente todos los días? ¿La impronta de los clásicos clubes de Nueva York, fue algo que buscaron concientemente?
La idea surgió de un viaje que hicimos a NYC en 1998, del que volvimos con mucha energía y ganas de abrir un club que funcionara todos los días en los mismos horarios, con jazz en vivo o alguna propuesta interesante para escuchar. Esa influencia fue una búsqueda conciente e improvisada. Para hacer algo relacionado al jazz, siempre hay que improvisar un poco, especialmente en Buenos Aires. En cuanto a sonido, bucamos algo más acústico y casi sin amplificación, para que se escuchen los instrumentos con su sonido original y en una atmósfera adecuada.

Thelonious se ha convertido en un lugar con identidad propia, donde la gente sabe siempre va a encontrar una propuesta que mantiene un parámetro de calidad. Es como si el lugar generase un interés por sí mismo. ¿A qué lo atribuyen?
Por suerte es así. Siempre programamos cosas que nos resultan interesantes. Nunca cedimos en eso. Además, el paso de 10 años manteniendo una línea ayudo mucho a que la gente confié a la hora de elegir ir a escuchar música a Thelonious.

¿Con qué criterio eligen a las bandas o músicos que se presentan?
Hay músicos que, de alguna manera, están siempre y alrededor de ellos vamos armando la rueda. El criterio esta en el buen gusto, la presentación de nuevos discos, la búsqueda de un buen sonido y mostrar cosas diferentes. Después esta el trabajo de los músicos, que es lo más importante: generar la magia y punto. Eso rompe la monotonía y siempre resulta interesante para un buen espectador.

¿Cuáles son los principales cambios que notaron en la escena, tanto de las bandas como del público, en estos 10 años?
El cambio en el público fue claro: pasamos de tener noches muy solitarias a otras desbordadas de gente. Eso fue importante, ahora hay que encontrar la armonía entre el silencio original y el club lleno. En cuanto a las bandas, vimos el crecimiento de toda una generación de músicos muy talentosos dentro del jazz y una nueva que se esta por venir.

¿Cuál sienten que es el rol del club en la escena porteña del jazz?
El club es un pequeño eslabón en la comunicación entre los músicos y la gente; un espacio donde la música llega a un destino

¿Consideran que hay un creciente interés, tal vez más popular, por el jazz? ¿Es resultado del “adiestramiento” del oído del público o de una mayor exposición y ofertas interesantes?
No creemos que haya mayor interés. Eso siempre estuvo. El tema es la comunicaron, donde la gente se entere que suceden otras cosas. Eso lleva tiempo.

Habiendo cumplido su primera década, ¿qué planes tienen para la próxima?
No hay plan: ¡vamos a seguir improvisando!




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.RevistaG7.com