El tema del día...

2 comentarios
The Kinks: "Sitting in my hotel", del disco Everybody's in show business.





If my friends could see me now, driving round just like a film star,
In a chauffeur driven jam jar, they would laugh.
They would all be saying that it's not really me,
They would all be asking who I'm trying to be.
If my friends could see me now,
Looking out my hotel window,
Dressed in satin strides and two-tone daisy roots,
If my friends could see me now I know they would smile.

Sitting in my hotel, hiding from the dramas of this great big world,
Seven stories high, looking at the world go by-y.
Sitting in my hotel room, thinking about the countryside and sunny days in June.
Trying to hide the gloom, sitting in my hotel room.

If my friends could see me now, dressing up in my bow-tie,
Prancing round the room like some outrageous poove,
They would tell me that I'm just being used
They would ask me what I'm trying to prove.
They would see me in my hotel,
Watching late shows till the morning,
Writing songs for old time vaudeville revues.
All my friends would ask me what it's all leading to.

Sitting in my hotel, looking through the window at the people in the street,
Seven stories high looking at the world go by,
Sitting in my hotel, looking at the world outside.

If my friends could see me now they would try to understand me,
They would ask me what on earth I'm trying to prove.
All my friends would ask me what it's all leading to.

A contramano

0 comentarios
El trío acaba de completar "Radiolarians", un proyecto que dio como resultado tres discos, otra forma de hacer música y una nueva visita a nuestro país. John Medeski cuenta cómo es nadar contra la corriente.



TEXTO MARTIN SANTORO

El idioma inglés suele presentar palabras que portan en sí significados tan antagónicos como complementarios. “Play” implica tanto “ejecutar” como “jugar”. Una palabra, dos conceptos y la definición perfecta para lo que hacen Medeski, Martin & Wood con la música. Desde hace 20 años, la banda neoyorkina revitaliza el jazz, evitando el tedio academicista para presentarse como aventureros sonoros. “Lo más lindo del mundo es salir sin ningún tipo de ensayo previo y simplemente tocar y crear ahí, en el momento”, cuenta el pianista con una sonrisa.

Su último trabajo se gestó en medio de un proceso que parecía ir casi a contramano de los cánones de la industria. Primero compusieron las piezas, luego salieron de gira para pulirlas sobre el escenario y finalmente entraron al estudio para plasmar el resultado. Este proceso generó tres sets, tres giras y tres discos. Crear, tocar, grabar y repetir: en medio de esta vorágine, el trío logró capturar canciones con una frescura y vitalidad inmejorable, explotando su genio creativo en cada etapa.

¿Por qué eligieron este camino para “Radiolarians”?
¡Porque podemos! (risas) Ahora somos nuestra propia compañía discográfica y pensamos que sería una buena forma de hacer el disco. El principal motor era escribir mucha música. Queríamos desarrollar un set nuevo para cada gira y no tocar lo mismo de antes. Después pensamos que estaría bueno escribir estas canciones, pero dejándoles un final abierto y pulirlas en la gira. Apuntamos a que el trabajo de estudio fuese rápido y prácticamente en vivo.

La banda realmente se destaca sobre el escenario, logrando una dinámica de improvisación en vivo que ya es su estampa. ¿Cómo traducen esa frescura a un contexto contenido como es el estudio?
Esa es una gran pregunta… y muy difícil de responder. No creo que se pueda. A lo sumo capturás un momento o versión particular. La frescura está en la forma de encararlo y de tocar. Tiene la ventaja de ser un ambiente controlado que da paz y permite que te concentres más en los detalles. A veces el público puede ser hasta molesto, por ejemplo cuando alguien grita algo en medio de una canción. Hay dos caras realmente. Por un lado, no te distraés con lo que pasa a tu alrededor pero, a la vez, tampoco te podés alimentar de eso de para inspirarte. El éxito está en capturar la frescura de lo que hacemos en vivo y combinarlo con lo pulido del estudio.

Después de casi 20 años juntos, ¿cómo mantienen las cosas frescas y creativas?
Todos tenemos proyectos paralelos en donde también crecemos. Además, somos afortunados de no haber tenido ningún hit en la radio, así no estamos “forzados” a tocarlo todo el tiempo. Veo bandas donde los miembros ni siquiera se hablan y viajan separados. Para mí, la música no se trata de eso. Nosotros seguimos disfrutando estar y tocar juntos. Incluso, estos últimos años tal vez han sido los más creativos de nuestra carrera, así que no veo por qué frenar. En cuanto dejemos de crecer, nos dedicaremos a otra cosa.

¿Qué puede esperar el público para este show en Buenos Aires?
La última vez que vinimos todavía estábamos desarrollando el tercer volumen, así que va a estar bueno cerrar el ciclo. De todos modos, pueden esperar lo inesperado. Con la música, hay que estar preparado para embarcarse en un viaje, con la mente bien abierta.



*Esta nota salió publicada en la edición de mayo 2010 de la revista G7

Espíritu inquieto

0 comentarios
Acaba de editar un nuevo disco al frente de Pez, en el que la banda hinca más el diente en la efervescencia rockera de su antecesor. Simultáneamente, inaugura un nuevo capítulo con el notable trío acústico Flopa Manza Minimal. Está claro: dividido, multiplica.



TEXTO MARTIN SANTORO
FOTO NORA LEZANO

Prolífico, versátil, hiperactivo, honesto, dotado, temperamental… ¿Cuántos adjetivos encajan a la perfección a la hora de describir a Ariel Minimal? Como una especie de antihéroe del rock local, desde hace 16 años está al frente de Pez, con una carrera intachable de autogestión, libertad, talento y coherencia. “Honrar la ansiada libertad, luchar y perseguir los sueños / y sin saber por qué estamos acá, hacer que esto resulte bueno” define en “Soñar soñar”, una canción de la reciente cosecha.

Acompañado por Franco Salvador en la batería, Fósforo García en el bajo y Pepo Limeres en los teclados, exprime cada gota de una creatividad tan rica como ciclotímica que no muestra señales de detenerse. Con su flamante doceavo disco, intitulado, la banda reafirma sus raíces pero sigue expandiendo su horizonte. Sin un segundo de respiro entre tema y tema, despliega un sonido incandescente, bañado en estridencia rockera, testosterona adolescente y virtuosismo sapiencial. Aún así, la distorsión que pulsa salvaje nunca descuida matices y sutilezas que engalanan cada ritmo, riff y melodía.

En estos días, la banda también se encuentra seleccionando material para un nuevo disco en vivo, pensado para fin de año. “La idea es que no se repita ningún tema que hayamos puesto en el otro (Para las almas sensibles, 2005)”, explica Minimal quien, como si fuera poco, se acaba de reunir con Florencia Lestani y Mariano Esaín para revivir Flopa Manza Minimal, una de las experiencias musicales más celebradas de la década, y dar forma a un ciclo durante todos los jueves de mayo en el porteño UltraBar. Si bien hay olor a vísperas, Ariel no promete más que el hoy. Y no es poco.

¿Después de tantos años separados, qué los llevó a juntarse nuevamente y resurgir Flopa Manza Minimal?
La verdad que no hay demasiad explicación. Sabíamos que iba a pasar eventualmente y bueno, se está dando ahora. De todos modos, tampoco es que retomamos “el proyecto”. No tenemos pensado grabar un disco ni nada. Armamos unos shows para salir a tocar porque está buenísimo: vimos que funcionó y fluyó de vuelta. A mí me gusta mucho cómo se escuchan nuestras voces juntas y las canciones.

Igualmente ya hubo un par de encuentros esporádicos, como en el BAFICI del 2007 o en uno de tus shows como solista a fines del año pasado…
Sí, eso estuvo muy bueno pero ahora le dimos un poco más de consistencia.

¿Entonces no hay ningún proyecto futuro más allá de estos shows?
No hay planes firmes. Ojalá… De hecho, estamos haciendo temas nuevos que compusimos, pero no sabemos si los vamos a grabar.

Si bien fue un proyecto efímero, en su momento fue catalogado como uno de los mejores discos del año y, hasta el día de hoy, se sostiene bien arriba cada vez que se repasa la década. ¿Ese tipo de reconocimiento te dice algo o no importa? ¿Te sigue sorprendiendo lo que continúa generando aquel trabajo, siete años después?
No me importa en el sentido de ese éxito, pero sí genera una cosa propia de pensar que, si hacemos otro, tiene que estar a la altura. De todas formas, para mí, el disco estaba bueno más allá de la apreciación posterior que se generó. Me pasa exactamente lo mismo con el que hice junto a Florencia Ruiz (“Ese impulso superior”, 2008). Si ahora tuviese que hacer otro con ella, tendría ese fantasma de que tiene que estar tan bueno como el anterior. Un poco de eso ocurre con Flopa y Manza. Ese álbum fue como tirar una bomba e irnos. No tuvo la consistencia de un plan de lucha. Fue un acto terrorista (risas), sin sentido, sin saber por qué, cuándo, cómo… y quedó en la nada. Ahora estamos tocando esas canciones y otras. Si en algún momento toma forma de disco y se vuelve consistente como el anterior, grabaremos.

¿Cómo te sentís en esta situación del trío donde solo tenés el 33% de la última palabra, mientras que tal vez en Pez podés “salirte con la tuya” un poco más?
No es que en Pez tengo más peso sino que se trabaja de ese modo: los chicos confían más en mí. Yo vengo con cualquier idea, realmente cualquier idea, a lo largo de los años y a veces me miran raro, pero confían mucho en lo que hago. Lo otro es buscar todo el tiempo un punto común. Por ejemplo, Manza ya me dijo que no quiere hacer ningún tema tipo folclore. Ahí somos tres solistas que nos juntamos para hacer esto, entonces mostramos lo que podemos hacer juntos, aunque somos diferentes entre nosotros.

¿Cómo te tomás este pasaje de impronta más acústica en el contexto de la estridencia rockera cotidiana de Pez?
Son dos cosas que corren al mismo tiempo. No es algo que necesito, el ying y el yang ni nada de eso. Todo se da al mismo tiempo. Siempre fue así para mí.

Es cierto, pero cuando sacaste tus discos solistas o armaste proyectos paralelos, generalmente fue en momentos más inactivos de Pez. En este caso, están en plena presentación del nuevo disco y, al mismo tiempo, tenés varias fechas con el trío. ¿Cómo hacés para acomodar todo?
No sé (risas). Es la primera vez que tengo las fechas tan pegadas, pero yo estoy en la sala tres o cuatro días a la semana, tocando. Hacerlo con público adelante es lo mismo, no cambia ni me representa un problema. Por el contrario: ojalá pudiera tocar todos los días.

Con esta formación de Pez pareciera que llegaron a una síntesis perfecta donde pueden cubrir todas las bases de los estilos de sus discos pasados (tanto del quinteto como del trío), donde no sobra nada y podés tocar todo. ¿Lo ves así?
Se estabilizó bastante este cuarteto, pero no lo intelectualizamos mucho. Se ve que estamos cómodos y no tenemos en mente sumar un violín o un oboe (risas). Creo que encontramos una formación que responde a todas nuestras inquietudes bastante bien, entonces no nos molestamos en cambiarla. Por sobre todo, está bien balanceada. Me gusta mucho la cosa humana que se genera. Nosotros la pasamos bien y la sala es un lugar con energía, no es agua estancada. Me encanta eso de este cuarteto.

Veo que te gusta mucho el contexto de la sala. ¿Arriba del escenario te divertís tanto como acá o ya entra en juego algún tipo de presión?
Son dos cosas diferentes. La adrenalina que supone el público acá no está. Incluso cambia mucho si viene algún amigo a vernos ensayar, porque tocamos para esa persona. Si ya ahí se genera una diferencia, imaginate lo que es en frente de un lugar lleno de gente que pagó una entrada para vernos. Yo no puedo relajarme tanto, olvidarme y dejarme ir. A veces ocurre y está buenísimo pero no es tan fácil abstraerse y olvidarte que estás tocando en La Trastienda, por ejemplo, que hacés cuatro o cinco al año. Es una fecha importante que tiene que salir bien, me tengo que acordar las letras y todo eso (risas).

En vivo tienen una fracción del público con el que se entabló una rutina donde intercambian chistes, gritos y algún que otro insulto, pero que últimamente se ha vuelto más violento hacia vos en particular. Me recuerda esa frase de El Principito que dice “eres responsable para siempre de lo que has domesticado”. ¿Cómo te llevás con aquellos que buscan llamar la intención gritándote cosas que, muchas veces, son ofensivas?
A veces me rompe las pelotas, a veces me chupa un huevo y a veces digo: “Pará…”. Me hago cargo de que yo jugué a eso también en algún momento, pero no es algo en lo que piense demasiado. Para mí dejó de ser gracioso hace mucho tiempo. Tengo que aprender a callarme y cortar un poco.

Es curioso cómo la banda parece tener tenér un público hasta más inconformista que vos, que cuando hacen progresivo piden metal, cuando hacen metal quieren folk, cuando hacen folk reclaman punk. Cada uno parece tomar la bandera de “lo que realmente es Pez”…
¡…Es que Pez no es nada! Esto que decís pasa desde hace mucho. Todos sabemos quejarnos, es lo primero que hacemos. Saca un disco Divididos y ya están: “Ay, no es parecido a lo que hacían antes”, lo mismo con Fito Paez o quien sea. Todos somos críticos del trabajo de otro. Es el alpedismo argentino: criticar lo que los demás hacen. Es lo más fácil y acá se acostumbra mucho.

¿Te molesta?
Joder no me jode, porque es como son las cosas, pero me resulta desagradable que todo el tiempo sea así, especialmente en Internet donde todos tienen una voz y opinar es gratis. De todos modos, no incide en mi trabajo que a alguien le guste o no. Eso es secundario; una reacción posterior, porque el trabajo ya está hecho.

En ese sentido, ¿el disco es una expresión egoísta, donde lo que importa es que vos estés contento con el resultado?
Es que ni siquiera pasa por la felicidad. Es difícil de explicar. Yo hago canciones como el panadero hace pebetes.

Bueno, pero el panadero puede estar muy orgulloso de lo bien que le salen los pebetes.
Sí… a mí me gusta lo que hago, no es algo así nomás. Pero la canción que hice ahora, la que hice ayer o hace diez años es parte de lo mismo. No puedo diferenciar. Yo hago lo que siento hacer. No sé si es mejor cuando tocábamos tal o cual estilo. Yo hago lo que me pinta y siempre trato de ser fiel a eso. Hice lo que tenía ganas y disfruté hacer. Desde ese lado, Pez nunca tuvo un rebusque tan intelectual. Responde más a impulsos y creo que seguimos siendo fieles a seguir esos impulsos y al disfrute.

Por un lado decís que los discos son postales del momento particular de la banda, pero cuando alguien te reclama que vuelvas más a cierto estilo no dudas en decir que, si querés, podés hacer el disco que deje a “todos contentos”. ¿Es tan así? ¿Podés sentarte a planear lo que querés hacer o es justamente ese impulso casi inconsciente el que guía?
Yo pienso que si quiero, puedo intelectualizar eso y hacer un disco a medida de algo. De hecho, es así. Cuando hacemos tal disco, es porque tenemos ganas de que suene de esa manera, entonces vamos y lo hacemos. Son gustos. Es como elegir ponerte una remera y no otra. Además, no lo tengo demasiado pensado. Evidentemente es una movida caprichosa, pero siempre responde a nosotros más que al del supuesto gusto de nuestro supuesto público.

Tenés una política bastante permisiva con la piratería de tus discos. ¿Eso nace de ver la oportunidad de difundir más lo que hacen o es la simple resignación hacia lo inevitable?
Las dos cosas. Es absolutamente inevitable y hacerse mala sangre es al pedo. Hay gente que primero se baja el disco y, si le gusta, lo compra o va a ver a la banda. Las dos cosas son verdades: es inevitable y está bueno. Además, no me quejo cuando voy a cobrar mis derechos y me los pagan. El mundo fue evolucionando hasta esta situación donde podés bajarte la música gratis de Internet, entonces pelear y botonear contra eso me parece una tontería. Es mejor buscar la forma de que esa difusión me permita ir a tocar a más lugares y tener más trabajo, así me gano el mango transpirando arriba del escenario, lo cual me encanta.

¿No sentís que se pierde mucho de la obra al tenerlo en una carpetita insulsa en la computadora? Hay todo un costado más romántico del objeto que muere.
Es cierto. Igual, nosotros seguimos haciendo discos que, como objetos, sean bonitos e interesantes. Nos preocupamos mucho por hacer un buen arte y buen diseño.

En referencia a la ausencia de título del nuevo disco, te escuché decir que “no todo tiene que tener nombre”, pero bueno, ¡este ya es el segundo intitulado que tienen!
Es que realmente no tenía nombre. El único que estaba dando vueltas, pero que al final no pegaba con el disco, era “…y todas esas cosas que nos esclavizan”. Es una frase de la canción “Vamos”, pero no me cerraba.

En las letras del disco hay muchas alusiones al pasado, ya sea con nostalgia pero también con desapego, con ansias y optimismo por el camino que tienen enfrente. ¿Cómo se llevan con su propia historia?
Nos encanta. Estamos contentos de lo que somos. Tenemos ganas de ser Pez todo el tiempo y seguir siendo así. Continuamos con la idea de la banda, con un proyecto que se extiende en el tiempo porque nos gusta y lo necesitamos, no porque sea una “PYMES exitosa” como pusieron en una revista. Nos llevamos bien con nuestro pasado y no nos arrepentimos de ningún disco, estilo ni nada. Estamos conformes con lo que hicimos.

Generalmente, cuando alguien hace referencia a tus dotes como instrumentista y escritor, siempre tendés a minimizarlo. ¿Por qué?
Ciertamente no es falsa modestia. Realmente pienso que un gran guitarrista es Juanjo Domínguez o Luis Salinas. Yo toco lo que puedo.

Pero cada uno es virtuoso a su manera. Yo no lo veo a Salinas haciendo un tema como “La gota”.
Pero si quiere, lo hace y mucho mejor. A lo que voy es que para mí es así. Tampoco me considero un poeta. Yo canto canciones de rock y hago letras para cantar esas canciones de rock. Sólo digo lo que siento, pienso y sueño, pero no me considero un poeta. En serio. No es falsa modestia. Además, si me compro la del “yo proyecto”, voy frito. Siempre faltan cinco para el peso para mí pero bueno, es una forma de ser.

Hace poco estrenaste una canción donde decís “…y así me escondo detrás, delante va esta canción / que es como un escudo que me guarda”. Al mismo tiempo, en “Latigazo”, tema que abre el nuevo disco de Pez escribís “Enterré mi disfraz, nada que ocultar”. ¿Hay un Ariel persona y un Ariel personaje, proyectado en tus letras?
Seguro. Nadie es sincero. Todos tenemos un personaje, hasta cuando estamos en el ascensor con alguien que no conocemos. Las caras, el saludo… eso es un personaje. Es uno, estando incómodo ante la presencia y mirada escrutadora de los demás, especialmente si estás arriba de un escenario con un montón de luces que te apuntan. Vos estás ahí para que todos te miren, entonces siempre vas a buscar un personaje. Es muy difícil olvidarte qué estás haciendo y donde estás. Hay momentos donde lo lográs, estás conectado con otra cosa y es buenísimo.

En el mismo “Latigazo” decís “Acepté todo lo absurdo de esta vida / la belleza en la balanza pudo más / ahora elijo no ser más el dios que hostiga / y mi abrazo es ese puerto donde anclás”. ¿Qué sentís al escuchar un tema como “Malo” o “Y la calma”, por ejemplo, donde hay un espíritu de hastío inconformista y hasta violento?
Puedo escuchar temas de todas las épocas de mi vida y recuerdo qué quería decir cuando cantaba ciertas cosas. Por eso no me desdigo de nada. Igual, yo no sé si en el repertorio de hoy elijo ciertas canciones, pero podría cantar cualquier tema de Pez sin problema. No pienso: “Uy, estaba loco cuando escribí esto”. Sigo sosteniendo estéticamente cada decisión.

¿Entonces no se cumplió la profecía donde decías que al tener un hijo ibas a poder “delegar la furia en alguien más”?
No, ¿y por qué se iba a cumplir una profecía mía? A veces uno piensa: “Bueno, cuanto tenga hijos…” y en realidad es todo lo mismo pero con una persona que va creciendo, te interpela, hace que te preguntes un montón de cosas y te devuelve una gigante. Mientras tanto, vos seguís siendo el mismo pelotudo que hacía las canciones de antes. Todas las cosas que uno proyecta e imagina a futuro son mentira. La vida es algo más. Por suerte aprendí que no se puede preveer cómo son las cosas, qué va a pasar, qué vas a sentir o qué te va a gustar. Te lleva por donde quiere, por donde va el viento. Está bueno tomárselo paso a paso, sostener todos que uno piensa y tratar de disfrutar. Si hacés eso todos los días, la estás llevando bien. Hacer algo a largo plazo es imposible.

Poniéndonos un poco metafísicos, ¿qué le dirías a ese Ariel de 1994 que está arrancando con Pez?
¿Qué le diría? (larga pausa) Que está bueno. Que vale la pena. Es genial hacer lo que te gusta y sentís que tenés que hacer.

Adentrándonos aún más en la metafísica, ¿qué pensás que te diría él a vos hoy?
No sé… “Estás muy gordo, te quedaste pelado” (risas). No tengo idea. Supongo que le gustaría saber que estoy tocando la guitarra y haciendo canciones.

Hace un tiempo habías contado que si te daban a elegir entre llenar un River o saber que ibas a poder seguir tocando a los 60 como Neil Young, vos elegías lo segundo. ¿Sentís que estás camino a cumplirlo?
A ver… ¿cómo decirlo para no parecer un estúpido? Nadie tiene un problema con ser millonario. Si lo sos, está buenísimo. Ahora, hay gente que no podría vivir sin ser millonaria y a eso voy yo. Me considero una persona simple: no necesito demasiadas cosas para ser feliz y llevar la vida que llevo. Entonces, lo que busco es hacer lo que me gusta, disfrutar lo que hago. Si sé que puedo ser músico toda la vida y que con eso le pago la educación, comida y obra social a mi hija, soy feliz. No tengo ningún problema con ser un obrero de la música, porque eso es lo que quiero: ser músico hasta que me muera. Y ahí voy. Al no tener grandes ambiciones, tal vez pueda lograrlo. Para eso estamos trabajando todo el tiempo.

¿Ese es el éxito para vos?
Sí, hacer lo que me gusta: tocar rock. Es lo que quiero hacer desde los nueve años. Hace poco leí un reportaje que me hicieron en 1986 y todas las cosas que digo ahí -que me gustaría tocar, editar mis discos de forma independiente, etc.-, las logré. Cuando vi eso me sentí muy bien. Es hermoso cumplir tus sueños de chico y ser lo que siempre quisiste ser.





*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

La buena vida...

0 comentarios

Covers originales

0 comentarios
A la hora de hablar de bandas tributo, las aguas siempre se dividen. Por un lado los puristas, que imitan hasta el último detalle de sus ídolos en una imposible carrera contra el tiempo y el ADN. En contraposición, los reversionistas, que no temen arrastrarse en el barro y llevar a cuanto clásico encuentren con ellos. Sin miedo a fracasar, prostituyen nuestras amadas canciones a más no poder, arrivando a puertos tan impensados como interesantes.

Esta columna está dedicada a esos valientes hijos de puta.


PARTE 1





PARTE 2


Movimiento perpetuo

0 comentarios
Tras el lanzamiento de su flamante disco, “Simetría de Moebius”, Catupecu Machu sigue haciendo del cambio su constante. Acaban de iniciar la gira de presentación con un próximo show en el Luna Park, antes de llevar su rock a lo largo y ancho del país. En medio de la vorágine, hablamos con Fernando Ruiz Diaz para entender cómo funciona una de las cabezas más hiperactivas de la música.





TEXTO MARTIN SANTORO

Pensando en la naturaleza cíclica y de constante movimiento de la cinta de Moebius, ¿en qué lugar de ese recorrido sentís que está la banda ahora, arrancando la gira de presentación del disco, con una formación que se está afirmando cada vez más?
Me gusta que la cinta no sea orientada. Justamente es la traslación de la idea de darnos cuenta que nosotros siempre estamos sobre la misma vereda, pero sobre una cinta de Moebius que es lo que cambia y gira. Justamente lo que tiene de bueno es no saber donde te encontrás. A mi me gusta sentir siempre que algo está empezando y algo está terminando, que se está moviendo la cosa y estamos en pleno desarrollo. Eso es lo más interesante de todo.

A la hora de preparar un show como la presentación en el Luna Park , ¿lo toman como un paso más o tratan de darle un marco de mayor peso?
Lo que tienen este tipo de shows es que son como el puntapié inicial para lo que después es la gira. Acá arranca toda esta cosa. Somos un grupo que se formó en vivo y en el estudio, creciendo simultáneamente en los dos. Ahora ya pasó esta primera etapa de hacer el disco, al que le dedicamos seis o siete meses, y viene el momento de interpretar esos temas en vivo. Interpretar en todo sentido. Es un momento alucinante ensayar, darle vida a esas canciones e incluso cambiar arreglos porque el vivo te pide otra cosa. Para nosotros siempre hay una cuestión cuasi litúrgica, religiosa y emotiva a la hora de tocar. Nunca lo tomamos como un show más porque el último show que tenés es el que tenés. No existe el que hiciste ni el que vas a hacer. Por eso le ponemos todo.
Vos hablabas del ying y yang del sonido Catupecu donde, por un lado, tenés algo demoledor en vivo y, al mismo tiempo, algo súper pulido y casi experimental en el estudio. ¿Cómo hacés para que uno influya al otro, para que cuando estás grabando tengas un poco de esa fuerza del vivo y cuando estás en vivo tengas un poco de ese refinamiento que lográs en el estudio?
Nos apasionan tanto las dos cosas que, aunque sea un tema súper orquestal con miles de arreglos, como también tenemos una gran formación en vivo, siempre tienen algo que apunta al show. Sí se cambian un montón de cosas y sobre el escenario manejamos muchas sutilezas. Los discos son muy dispares pero, a la vez, siempre suenan a Catupecu. En el show todo suena como una unidad. El hilo conductor es la nada misma que tiene en el fondo la banda: la personalidad… esa “nada” amalgama todo.

Cuando componés, ¿ya estás pensando cómo va a ser en vivo o qué sonidos le vas a poner en el estudio?
Cada disco y cada canción son muy particulares. Hay algunas que compuse en un estado de resaca terrible, otras que soñé… Es bastante intuitivo todo. Lo vamos llevando con las ganas del momento. Nosotros jugamos mucho en el estudio, es como un integrante más: Alien, el octavo pasajero.

¿Sentís que haber grabado este disco en el campo moldeó algo en el sonido o la geografía es meramente circunstancial?
Nosotros siempre somos permeables a las cosas que nos pasan. Hay mucha gente que escucha el disco y nos comenta que siente que estuvimos juntos en un lugar aislado del mundo. Esa distancia nos hizo laburar muchísimo más, porque le dábamos desde la primera hora hasta que se terminaba el día. Creo que en los últimos discos salió mucho a flote el hecho de que yo empecé a tocar la guitarra por el folclore y no por el rock. Así emerge inevitablemente ese sonido argentino que tengo, que también pasa con el tango. Las guitarras acústicas están tan presentes porque yo quiero y los temas lo piden, pero si grabábamos en la ciudad hubiese sido lo mismo.
Últimamente estás mucho más multi instrumentista, especialmente afianzado en el bajo. ¿A qué se debe?
Después de unas vacaciones que nos tomamos, yo volví de Brasil loco con el bajo, viendo el groove de los músicos de allá. Se lo comenté a Gaby y me ayudó a comprar un bajo tremendo. Esto fue mese antes del accidente. Después, fue continuar un poco con eso. Mucho de lo que toco tiene una gran herencia de lo que hacía mi hermano. Supongo que también por eso a veces se me ocurren esas ideas locas, como por ejemplo tener un tema a tres bajos (risas).

Líricamente, el disco proyecta un clima de laberinto, de intentar escapar del encierro… ¿Grabarlo fue algo catártico o lo ves más como una postal?
No me gusta la idea de la catarsis, donde el artista se saca la mierda pero te la tira a vos. Me pasó por ejemplo viendo “Réquiem por un sueño”, que es una gran película pero te caga por completo el día. No me gusta en ese sentido. Es inevitable que la obra termine siendo autorreferencial y acepto que el disco tiene un poco de esa oscuridad que siempre presenta la banda, pero que a su vez es un disco muy positivo porque todas las cosas tienen como una resolución. No creo que tenga que usar un disco para exorcizar demonios. Tampoco tuvo que pasar lo de Gaby porque demonios ya tengo unos cuantos. Catupecu Machu nunca fue algo liviano. Esta vida que llevamos es la montaña rusa emocional.

Hay muchos artistas que, cuando está todo bien y en orden en sus vidas, les cuesta más producir una obra de peso, mientras que en épocas de tormenta sacan su trabajo más interesante. Pienso en Pollock y tipos así… ¿Vos cómo lo vivís?
Nosotros siempre vivimos sensaciones muy fuertes, en todos los sentidos. Para mí salen cosas de los momentos más iluminados y divinos, como también de los más oscuros. Nosotros nunca separamos la vida de la “profesión”. Es como una película donde nunca se apaga la cámara. Eso hace que estés rodeado de situaciones fuertísimas. Todo me inspira porque para nosotros todo es significativo. Ya lo dice la letra de “Abstracto”: “sintiendo que nada es de más, aunque duela”.

¿Estás contento con el disco?
¡Totalmente! Lo que me pasa es que ahora lo estoy escuchando con cierta distancia, como un oyente más y realmente me pone muy contento. Un día llegué a la sala muy emocionado y les dije: “Chicos, la verdad que los quiero felicitar porque hicimos un disco de la puta madre… ¡Estamos hechos mierda!”.

Yo no permito

0 comentarios
Yo sé que no puedo morir por ahora
Y la razón es que ando muy ocupado
Pero suceden cosas diariamente
Que intentan liquidar mis sentimientos
Yo no permito que me impidan seguir
Yo los invitó a que me vean seguir
Y si lo intentó es porque estoy convencido
Que para lograr algo hay que insistir

Me encontré ayer con un pibe de 15
Me preguntó qué cómo había hecho
Yo no quise aburrirlo con mi rollo
De que aún sigo intentando
Y pensé que era mejor decir:
Yo no permito que me impidan seguir
Yo los invitó a que me vean seguir
Y si lo intentó es porque estoy convencido
Que para lograr algo hay que insistir

Por eso si mañana compras el diario
Y lees de nuevo que todo anda mal
Y en el trabajo te dicen que no vuelvas
Busca una mano amiga
Madura tu paciencia
Alimenta tu fuerza
¿De qué sirve que te anules?
A lo mejor de esta salimos
Y no tendrás que decir:
Yo no permito que me impidan seguir
Yo los invitó a que me vean seguir
Y si lo intentó es porque estoy convencido
Que para lograr algo hay que insistir

-Litto Nebbia

Nunca es tarde

0 comentarios
Este chaqueño de alma es uno de los artistas plásticos emergentes más reconocidos de nuestro país. Con mucho mérico, celebra el gran momento que está pasando, luego de batir récords de venta en las últimas ediciones de ArteBA y consagrarse en el circuito artístico. A sus 43 años, lleva apenas diez de carrera y no parece bajar la marcha. Con ustedes, Milo Lockett.



TEXTO MARTIN SANTORO

¿Cómo era tu hogar de chico? ¿Recibiste algún tipo de estímulo artístico que dejo una impronta en este artista que te has convertido?
Crecí en una casa de clase media, trabajadora, católica apostólica romana. Siempre me río mucho de ese slogan. Fuimos criados de una forma muy libre e independiente. Siempre se nos permitió elegir y discernir. Tuve la posibilidad de trabajar de muy chico sin tener la necesidad de hacerlo. A los 14 años dejé la escuela. Lo hablé con mi papá y mi mamá y, si bien no estaban de acuerdo, lo aprobaron. Ahí ya hay un antecedente de libertad. No había mucho arte en mi casa, pero si teníamos libertad de expresión. Cuando era chico hice los talleres de bellas artes. Después hubo una etapa donde no dibujé nada y a los 20 retomé con la idea de pintar. Luego volví a trabajar, siempre de otra cosa. Recién hace diez años tomé la decisión de dedicarme de lleno a la pintura.

Llama mucho la atención cómo tomaste esa decisión en una instancia de adultez, en lugar de venir “haciendo carrera” desde joven. ¿Cómo fue ese cambio, ese salto donde decidiste cambiar totalmente tu vida y dedicarte a ser artista?
El click fue con la crisis del 2001. Yo ya venía dibujando y pintando pero no mostraba. En esa época hice una muestra y al día siguiente decidí que no iba a trabajar más, sino dedicarme a pintar.

Un llamado de vocación total…
Sí. En ese momento tenía tres locales de ropa y una fábrica. Cerré todo y me puse a pintar. No me importó nada más que eso.

¿Cómo sorteaste el miedo inicial?
Soy bastante desinhibido, así que miedo no tuve nunca.

Bueno, pero considerando que tenías un negocio relativamente estable, estabas dejando atrás algo importante.
Tuve la suerte de que mi esposa me avaló en la decisión, porque todo el mundo pensaba que me había vuelto loco, que estaba equivocado. Mi hija tenía casi tres años y el tema era de qué iba a vivir. Tuve la suerte de que me acompañaron y estoy muy feliz con la decisión que tomé. No sufrí mucho ese cambio porque, si bien pasé de tener todo a no tener nada, era lo que realmente quería hacer.

¿Cuánto hubo de optimismo y cuánto de determinación en esa decisión?
Hubo determinación más que optimismo. Yo no sabía qué iba a pasar realmente, pero tenía bien claro que quería pintar y que eso fuera más que algo para hacer en los ratos libres. Deseaba encontrarme todos los días con la pintura. Yo me levanto y quiero pintar. Después no sé qué va a pasar con esto. La pregunta no me la hice. La situación me fue llevando de una cosa a la otra y me di cuenta que quería ser artista, que quería vivir de mi obra y que este era mi trabajo.

¿Lo tomás como un trabajo, propiamente dicho?
Sí, lo encaro de una forma seria. Ojo, es un trabajo divertido: estar sucio no tiene precio. Tengo 40 años y parezco un chico de siete. También te brinda muchas relaciones humanas con gente, con situaciones de vida… se me abrieron muchas puertas.

Esto contrasta un poco con la idea del artista solitario, encerrado en su taller.
En un principio es un trabajo solitario, pero yo soy una persona muy sociable, entonces es una combinación explosiva, especialmente si a la gente le gusta lo que hago, porque puedo hablar hasta con las paredes. Me relaciono con facilidad, lo cual es hermoso porque uno se hace de nuevos amigos y conoce mucha gente. En ese sentido, es un trabajo muy divertido y dinámico. Por supuesto que también tiene las características de cualquier trabajo: uno tiene que encontrarle la vuelta todos los días frente al desafío de la creación y la creatividad en desarrollo. Eso también se genera en función a las horas que uno le ponga de trabajo. Esta es una actividad práctica, ya que cuanto más horas le ponga, más ejercicio hay y más productividad puede haber. No pinto solalemente cuando estoy inspirado.

Siempre parece haber dos escuelas creativas: aquella que dice que la inspiración es una fuerza externa viene al artista, y la que establece que hay que ir a buscarla. ¿Vos te sentís más representado por la segunda?
Soy más de buscarla. A mi todavía no me agarró. El día que toque el timbre me va a encontrar acá, en el estudio. Creo que hay que ponerle mucho trabajo a esto, pero estoy muy agradecido. Que a la gente le guste lo que hago y que yo pueda vivir de esto no tiene precio. Por eso hay que tratar de poner todo lo que uno puede. Al mismo tiempo, tengo una vida muy sencilla. Disfruto muchísimo de mi familia y amigos, vivo en Chaco, tengo dos perros… lo que se dice “una vida común”. Trato de no marearme con todo lo que puede venir porque tiene que prevalecer eso que estuvo siempre. No nuevo es más efímero.

¿Cómo combinás tu vida artística, que tal vez te impulsa más a estar acá en Buenos Aires, con la vida familiar que queda en Chaco?
Tenemos un departamento acá y una casa en Chaco. Todo el tiempo estamos yendo y viniendo. Mi esposa es una psiquiatra muy reconocida allá, entonces tratamos de adaptarnos a nuestras profesiones. Es fundamental para el desarrollo de una carrera artística que la familia acompañe mucho. Por suerte me siento muy acompañado así que no tengo ese problema de desarraigo. Sí extraño mi casa, el bar, los perros y todo eso.



Antes me contabas que sos más de buscar la inspiración. ¿Tenés algún tipo de rutina diaria de trabajo?
Voy viendo como pinta el día. Lo que sí tengo es esa cosa de levantarme y venir al taller. Aunque esté al pedo, prefiero que sea acá, con pintura cerca. Me gusta llegar sin saber qué voy a hacer, dejo que todos los días me sorprenda algo. Además, suelo trabajar de una forma muy dinámica, enfocándome en varias obras al mismo tiempo. Eso hace que no me aburra. Por suerte soy muy feliz con mi trabajo. Lo digo porque si no parece que uno siempre sufre. En otras épocas me tocó trabajar enojado con el sistema del arte y con ciertas circunstancias de la vida, pero después fui encontrándole la vuelta y aprendí a disfrutar esto que me toca. Está bueno poder reconocer cuando a uno le va bien, porque si no parece que siempre lloramos sobre el vaso vacío, aunque tal vez en realidad está cargadito. Trato de no modificar tanto mi vida, que no desaparezcan los amigos que siempre estuvieron, pero es difícil cuando uno viaja mucho y vive como al revés de todo.

¿Qué te inspira?
Es difícil definirlo. A veces te despertás y escuchás algo en el noticiero que te sirve como disparador. Siempre hay alguna palabra que queda dando vueltas y se termina convirtiendo en una idea. Hace mucho que estoy trabajando con las relaciones humanas. Me interesa mucho la incomunicación en un mundo tan globalizado. Después me fascinaron las miradas y, desde hace dos años, los ojos tomaron un gran protagonismo. También me divierte mucho intervenir un objeto. A veces ni siquiera tengo un hilo conductor sino que se va generando en la marcha. Una de las cosas que más me gusta de mi pintura es que es muy despreocupada. No tiene esa intención de convertirse en una “obra de arte”. Eso invita a que el público se sienta muy identificado. Tampoco tengo ningún prejuicio con el color, puedo mezclar todo con todo y siento que dentro de la “no estética” hay una estética.

¿Te incomoda el reconocimiento?
Me asusta. Todo el tiempo me sorprendo de las cosas. Nunca pienso que es “lo que me tocó”. Me divierte y emociona cuando escucho hablar de la obra, o veo que me va bien en lugares que son de referencia. Me siento muy valorado. El hecho ser un chico de barrio y haber crecido en una provincia me permite tener otra relación con el medio, con la pintura y con la vida misma. Cuando gano algún premio me cuesta asumirlo y sentirme a la altura, pero cada reconocimiento va reafirmando lo que hago.

¿A qué atribuís tu éxito?
Es una obra muy amigable, sencilla… La gente tiene una lectura muy inmediata y simple, aun dentro de la complejidad que pueda presentar. También el uso del color y ese relajo del que te contaba antes, donde dejé de buscar la “súper obra” sino la obra donde puedo decir “esto es lo que soy yo”. No hay que enloquecerse en tratar de ser algo sino preocuparse por ser lo que uno realmente es y encontrarse en la pintura con lo que uno hace y no con lo que uno quiere parecer.

¿Cómo es el futuro ideal para milo lockett?
Panzón y tomando buen whisky. Quiero ser un viejo loco, seguir con el arte, ayudar a la gente que pueda ayudar y hacer obras de bien para la sociedad. Quiero vivir bien hasta el último día.

¿Estás orgulloso de tu obra?
Sí, muy orgulloso y feliz. Estoy pasando por un momento de plenitud y me alegra mucho saber que no me equivoqué. Me di cuenta que las cosas tienen que ser lo que son: no hay que forzar nada ni tener miedo. Cuando uno tiene una convicción, hay que hacerlo y tener en cuenta que el éxito está en elegir, no en los bienes que uno puede acumular. La felicidad dura un ratito y hay que disfrutar ese ratito en vez de ir a buscarla todo el tiempo. A lo mejor fuiste feliz cinco veces en tu vida y tenés que estar contento por eso. Esas cosas son las que uno tiene que ambicionar y deben acompañar en tu obra.





*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

-------------------------
¿Qué tiene que ver esto con el rock? Nada realmente... pero es interesante conocer gente creativa de todos los ámbitos y me parecía piola subir esta nota.

Kapanga en el Luna Park

0 comentarios
KAPANGA
16 de abril 2010
Luna Park

Para ver más fotos, visiten mi Flickr.


Voz ínitma

0 comentarios
Lucas Sedler es uno de los mejores exponentes jóvenes de la guitarra. Acaba de editar “Remanso”, su tercer disco solista donde revela una veta de cantautor que se pasea por el blues, el soul y el jazz más intimista, plagado de sutilezas, matices, colores, sentimientos y, por sobre todo, buen gusto.



TEXTO MARTIN SANTORO

El disco tiene una impronta muy particular, bien marcada, y me preguntaba si era algo planeado, algo que buscabas, o si se fue dando solo. ¿Ya tenías el disco en tu cabeza antes de empezar o le diste forma en la marcha?
Supongo que aquello que concebí ¨a priori¨ fue el criterio gracias al cual el disco, desde su etapa introductoria, supo conocer su norte. Y este no fue sino el de hacer una apuesta a la intimidad, por llamarlo de alguna manera, si por eso se entiende esa clase de canciones mediante las cuales uno se siente un poquito más acompañado al momento de oírlas. Esta sensación fue el común denominador que pude advertir al escuchar a quienes, hasta el día de hoy, fueron mis referentes más indispensables en la música. Entre ellos, Eric Clapton, Norah Jones, Chet Baker, Tom Waits, Jorge Drexler y demás. Todos, a su modo, saben funcionar como productores de una cercanía incomparable, algo así como si uno sintiera que eso que está sonando encuentra el modo de empatizar con cuanto a uno le pasa. Creo que la empatía es, entre las distintas expresiones que encierra el arte, la instancia más alta en el lazo de comunicación entre autor y oyente, y la intimidad su mejor vehículo para que esto pueda suceder.

A la hora de armar la banda, ¿buscaste músicos en función de las canciones o las canciones salieron a partir de esa combinación de músicos?
Creo que esta pregunta probablemente sabría responderla mejor Germán Wiedemer, que es quien convocó a los músicos y se encargó de llevar a buen puerto el proyecto, ya que fue el productor artístico del disco. Imagino que debe de costar mucho volver ¨tangible¨ lo que quería que proyectasen los temas. Para que esto pasara era necesario contar con músicos cuya sensibilidad les permitiera estar a salvo de una interpretación estridente e invasiva respecto del registro intimista y austero hacia el que pretendíamos que se aproximaran los temas; que supieran dar un rol protagónico al silencio y que, por supuesto, hicieran crecer a las canciones desde su impronta y creatividad personales. Las canciones o bocetos ya estaban hechos pero, decididamente, fueron todos los músicos que participaron del disco quienes terminaron de dar vida a cada una de las composiciones.

Me parece muy valiente de tu parte sacar a la guitarra del primerísimo primer plano de las canciones y entregarse a la letra, la voz, la melodía. Si bien tu instrumento sigue brillando inconfundiblemente con un sello propio, ¿te costó salir del rol “guitarrista que compone” y transformarte en una especie de “compositor que toca la guitarra”?
Siempre digo que como cantante soy un eximio guitarrista y probablemente nunca cambie de opinión, así que te agradezco lo de ¨valiente¨ y reconozco el crédito. Como bien mencionás, sentí ganas de que la voz compartiera un poco más el protagonismo con la guitarra. Deliberadamente o no, buscaba hacer un disco más confesional que los anteriores y me encontré con que la autoría de las letras comenzaba a tener un papel mucho más decisivo. El lugar de la voz en el disco tenía que ser un correlato casi inevitable de esto, ya que aspirábamos a ganar elocuencia. Además, me interesaba que el rol de la guitarra no fuese abusivo en cuanto a la posibilidad de excederme en la intervención de solos propios de mi género, o sea el Blues, que pudieran sofocar las canciones, desvirtuando la idea general con la que comenzó a nacer el disco. Traté de rehuir, cuanto me fue posible, al peligro de grabar temas que obrasen como pretexto para hacer un muestrario exhibicionista de la posible erudición o virtuosismo al que se me puede asociar como guitarrista. La finalidad de este disco fue la de hacer canciones que, en todo caso, supieran conmover antes que deslumbrar.

Teniendo en cuenta esto, ¿cómo es tu proceso compositivo hoy en día? ¿Qué te inspira a nivel musical y lírico?
Me gusta que la brújula interna que orienta y configura el proceso compositivo de mis canciones no sea otra que la que preserva, ante todo, el sentido lúdico que para mí encierra o debiera contener cada uno de los temas que uno compone; que aquello que dicta la elección de tal o cual vocablo, patrón rítmico o melodía no sea sino en razón del placer y la cuota de emotividad que en mí genera su interpretación.

¿Por qué te tomaste tanto tiempo desde tu anterior disco a este? ¿Querías bajar un cambio o simplemente querías que la idea madure a su tiempo?
Creo que tuvo que ver en parte con que, como bien decís, la idea atravesase su período madurativo, cocinarla bien, dejar que se sedimentaran bien los temas, etc. Paralelamente, quería evitar repetirme, es decir, hacer otro disco que propusiera lo mismo que los anteriores que, en gran medida, son un homenaje o tributo a mis más entrañables íconos del género del blues. De todos modos, son discos más bien imitativos. Este último lo considero más introspectivo, es decir, caracterizado por la intención de rescatar lo que de singular existe en la expresión de cuanto a uno le sucede al vérselas con uno mismo.

En este disco volviste a grabar con Miguel Vilanova (Botafogo), quien fuera tu maestro hace unos años. ¿Lo seguís viendo como “el profe” o ya te sentís como un par?
Grabar con Miguel siempre es garantía de una experiencia renovadora a nivel vocacional. Algo así como una bocanada de aire fresco que me permite reciclar esa frescura primigenia que nunca debiera perderse. Esto me pasa porque es poco menos que imposible no contagiarse del modo inconfundiblemente pasional que tiene de tocar su guitarra. Nunca experimenté una motivación semejante como la que me inspira la presencia de Miguel, ya sea en vivo o dentro de un estudio de grabación. Por lo demás, difícilmente llegue alguna vez a sentir ese ¨de igual a igual¨ que mencionás ya que algo me dice que él siempre va ser una fuente de inagotable enseñanza en mi vida, una guía inequívoca y sinónimo de una altísima inspiración.

Si bien hay canciones en castellano y versiones en inglés, en ningún momento se siente un quiebre ya que la música y sonido logrado es un hilo conductor fuertísimo. ¿Sentís alguna diferencia en vos a la hora de expresarte en un idioma u otro?
Es curioso pero tengo que confesar que siento una mayor comodidad cuando lo hago en inglés, principalmente por el hecho de que mis primeros intentos como cantante los hice con canciones en ese idioma. Así mismo, es indudable que el género dentro del cual me muevo tiene como raíz al inglés. Esta es su lengua inicial, su folklore. Al oído le resulta fácil acomodarse a la naturalidad con que se lo oye en un contexto de blues o jazz. De todos modos, si bien me resulta más sencillo adaptarme al inglés y sus inflexiones cuando canto, siempre siento que algo se despersonaliza al hacerlo. Al cantar en castellano siento que gano terreno al sentir que estoy acentuando mucho más el sello propio que uno busca imponer a lo que hace.

Escuchando los covers del disco, por un lado se sienten como un tributo a estos grandes referentes indiscutidos de la música pero, al mismo tiempo, son canciones que encajan y se entrelazan perfectamente con tu repertorio. ¿Con qué criterio los elegiste?
Me interesaba que los covers dieran cuenta del criterio estético que buscábamos plasmar en las canciones, casi como un modo de reafirmar lo que empezábamos a detectar como un patrón unificador entre los temas compuestos por mí. La elección fue consecuente a la idea de hacer algo despojado, cuya virtud primaria fuese la autenticidad de su música, sin resultar pretenciosa y que, de este modo, pudiera movilizar emocionalmente al que la escuchara.

¿Sentís que hay un público que está ávido por acceder a este estilo de música o, por el contrario, crees que es algo que se va a ir creando a medida que la rueda gire?
Me parece que existe gente –que en caso de ser una minoría, seguramente es una graaan minoría- que busca muy afanosamente músicas que resultan apasionantes de escuchar por la sinceridad con que se caracterizan. Ese es su rasgo distintivo, su principal atractivo, como es el caso del blues, el jazz y muchísimos otros géneros. Alguien denominó mi disco como una suerte de híbrido vernáculo entre la visceralidad propia de la música afroamericana y la privacidad que define a la del trovador o cantautor. De cualquier manera, ambas comparten un elemento: el de un compromiso artístico incondicional para poder resultar verosímiles. Yo creo que existe un público ya instalado para la música que recién mencionaba, pero no sé si explícitamente lo hay para el mix de géneros que propongo en este disco. Ojalá que, como vos decís, la rueda se encargue de que eso suceda a mediada que vaya girando.
Ciertamente, comenzaste tu carrera profesional a una muy temprana edad. ¿Sufriste algún tipo de desencanto con el mundo de la música una vez que estuviste del otro lado?
Tal vez, pero solo por parte de aquellos que poco tienen que ver con la música y mucho con su rentabilidad económica. La postura inescrupulosa y resueltamente cínica del mercado en torno a las distintas ramas del arte puede desesperanzarlo a uno como artista, al buscar medios de difusión compatibles con aquello que uno hace. Sobretodo la obra no está necesariamente concebida para un consumo masivo. Por otro lado, me ayudó codearme tempranamente con el mundo profesional de la música para poder desmentir algunas conjeturas un tanto infundadas, según las cuales oficio y vocación son términos excluyentes. Nada más lejano. Para mí siempre funcionaron de un modo absolutamente complementario. Esto, en gran medida se lo debo a mi paso por Memphis la Blusera y tantos shows compartidos con Don Vilanova.

¿Qué consejo le darías a alguien que quiere seguir tus pasos y dedicar su vida a la música?
Que invierta, más que en cualquier otra cosa, en refinar su expresividad como músico. Que la emoción, componente que para mí ennoblece a cualquier sonido, no sabe articularse si no es mediante una expresividad transparente. Esta es, decididamente, su mejor vocero.




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

Social Distortion en El Teatro de Flores

0 comentarios
SOCIAL DISTORTION + Los PEYOTES
11 de abril 2010
El Teatro de Flores

Para ver más fotos, visiten mi Flickr.





Caldo de cultivo

0 comentarios
Ultra Bar se ha convertido en uno de los puntos más importantes de cultura emergente porteña. Allí puede convivir simbióticamente una muestra de fotógrafos consagrados con ciclos musicales encabezados por pujantes promesas del rock. Hablamos con Juan Manuel Daza, productor y programador, para conocer la filosofía detrás de la barra.

TEXTO MARTIN SANTORO

¿La idea de hacer ciclos de música en el bar era algo que estaba planeado desde la gestación del lugar o se fue dando paulatinamente?
El bar pertenece al sello dicográfico UltraPop y desde que abre lo hace con esa intención. La propuesta central es que se desarrollen diversas formas de expresión y culturas artísticas en este marco. Tratamos de tener una lógica, que se presenten cosas que nos interesan y que tengan una propuesta general. No queremos que sean solo “fechas” sino “eventos”.

Que tengan algún hilo conductor…
Claro. Muchas veces invitamos a periodistas, productores, músicos, artistas, etc., para que organicen ciclos y se enmarquen bandas en determinadas propuestas. Por sobre todo, organizamos la programación para que sea más interesante para nosotros, que vemos más de 12 bandas por semana, y para la gente que viene.

¿Suele haber preponderancia de los artistas del sello o también lo usan para conocer nuevos talentos?
El bar ya tiene casi dos años. En un principio no había fechas todos los días como ahora, que estamos a pleno de lunes a sábado. En aquel entonces tal vez sí se nutria mayormente de los contactos del sello, pero ahora hay una apertura. La gente ya conoce el lugar, entonces ampliamos la propuesta. Por ejemplo, el año pasado hicimos un ciclo con todos los demos que nos habían llegado durante el año y nadie les había dado mucha atención. Yo me puse a escucharlos uno por uno y seleccionamos los que más nos gustaron para armar un ciclo, todos los lunes de un mes, como para probar esa gente que no conocíamos. Nos interesa muchísimo relacionarnos con bandas que hacen más que lo que pasa sobre el escenario: queremos que representen una movida. Es todo una cuestión de retroalimentación.

¿Cómo establecen un criterio de selección ante tantas bandas quieren participar en esto?
Buscamos curadores para cada ciclo, ya sean artistas, periodistas o cualquiera en contacto directo con la cultura. A partir de sus miradas o ideas se arman propuestas muy particulares. Eso ayuda mucho a generar diversidad, tanto de bandas como de criterios. Así también se va armando una red interesante.

Da la sensación de que el bar ya se convirtió en una atracción en si, más allá de la banda que toque o artista que exponga. Es como si el estilo que sobrevuela todo se impusiera naturalmente. ¿Lo sentís así?
Sí, especialmente cuando ya empiezo a ver las mismas caras muchas veces. Hay gente que es fanática de determinados ciclos, cosa que pasa en los días más fuertes como puede ser de miércoles a sábado. Además, es un lugar accesible para las bandas porque nosotros siempre tratamos de co-producir las fechas.

En ese sentido, ¿cómo es trabajar a la par del artista?
Nunca los hostigamos porque queremos que ellos también la pasen bien. Tratamos de ser estrictos con los horarios dándole una vuelta de tuerca más “europea” (risas), como para que a la medianoche termine el show y quien quiera pueda quedarse tomando algo, escuchando música o se pueda ir a su casa porque al otro día trabaja. A veces cuesta porque las bandas vienen con esa mentalidad de querer tocar siempre tarde y nosotros tratamos de encarrilarlas un poco. Creo que es importante lograr un clima relajado pero no caótico. Básicamente, estar ordenados para pasarla bien.

¿Cuáles son sus proyectos y aspiraciones para este año?
Queremos mejorar la programación lo más posible, lograr que se sumen más artistas de renombre y convivan con aquellos que están creciendo, así se arma una linda movida. También aspiramos a que venga más gente porque esto es Ultra y no por las actividades particulares que tengamos. Por sobre todo, generar buena onda y que sepan que vienen a ver algo interesante y de contenido. Me encanta que se genere un lugar de encuentro para gente que ama la cultura. Eso es lo mejor de todo.

El bar se encuentra en San Martín 678, pleno corazón porteño. Para información sobre la programación, visitar http://ultrapop-ar.blogspot.com/




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com