Fiel a su estilo

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Participó en más de 150 discos de todo tipo y conformó decenas de bandas en sus treinta años de carrera. Es una pieza fundamental en la refundación sonora de Wilco y acaba de visitar Buenos Aires con su banda, The Nels Cline Singers.

TEXTO MARTIN SANTORO


Nels Cline es un espécimen raro dentro del mundo de la guitarra. A lo largo de su carrera, colaboró con referentes tan diversos como Thurston Moore de Sonic Youth y Charlie Haden, contrabajista de Ornette Coleman y Keith Jarrett. Tal vez por eso no debería extrañar que su evolución musical tenga como responsables tanto a Coltrane y Miles Davis como a Jimi Hendrix y Jeff Beck.

Con The Nels Cline Singers, la banda que lidera desde hace una década, navega en zigzag las fronteras del caos y el control combinando jazz, fusión, psicodelia, kraüt y stoner rock desde las mismas seis cuerdas. Su nuevo álbum, “Iniciate”, es un fiel reflejo de ese crisol de sonidos, con un cuidado disco de estudio y otro en vivo, donde intenta un balance clave en su música: “Sin duda, la combinación de improvisación y composición es lo que más busco”, explica.

Lejos de verse como un nuevo héroe de la guitarra, Cline celebra cuando es el proyecto que se destaca y no duda en aclarar: “Los cumplidos no me aportan mucho. Lo que sí me encanta es venir acá y ver el interés que hay por mi música, porque siempre asumo que nadie la escuchó”.

Sincero, no tiene vergüenza al contar que la mayoría de su carrera fue sustentada por trabajos mediocres durante el día, que estaba por cumplir 50 años y era prácticamente pobre, y que si no estuvo tanto de gira fue porque los números siempre estaban en rojo. “Hoy puedo darme el lujo de perder plata pero pagarle a todos lo que corresponde y, de última, yo no cobro, porque mi recompensa está en hacer lo que quiero”, remata.

Esta peripecia profesional fue posible gracias a que en el 2004 se unió a las filas de Wilco, una de los grupos de rock más creativos y aclamados de Estados Unidos en los últimos años. “Me gustaba el contexto y la idea de una banda de rock y, sinceramente, necesitaba algo con lo que pudiera subsistir, pero no podía aceptar lo que fuera. Sabía que esto iba a ser abierto, creativo y que podía pasar cualquier cosa en cualquier momento, porque todos estamos tocando al tope de nuestras habilidades noche tras noche. Por suerte ha sido mucho mejor de lo que pude haberme imaginado”, asegura.

En cada fraseo, Cline demuestra ser un ejemplar único, un colaborador tan sutil como sustancial. Dentro del monolito que es Wilco, logra entremezclar sus excéntricas tangentes sonoras dentro de una aceitada banda de canciones. Desde su llegada, el grupo abrió su paleta, cambiando la experimentación del sonido por la experimentación melódica. Lo que antes era densos climas de ruido musical, pasó a ser una improvisación contenida, con la libertad para volar pero la conciencia para ubicarlo en un tiempo y lugar. Aún así, escapa al reconocimiento: “No sé si cambié el sonido de la banda pero Jeff [Tweedy, líder de Wilco] sabe cómo permitir que las cosas pasen, ayudando a la música. Yo espero a ver cuál es la dirección que quieren tomar y trato de acoplarme. Mi personalidad es de total colaboración”.

Lejos de sentarse a disfrutar las mieles del éxito, potencia su hiperactividad al máximo con decenas de proyectos alineados y un próximo disco de Wilco que será “más raro y loco”. “Si mi vida sirve de ejemplo para algo, la clave es seguir insistiendo y nunca rendirse. Siempre quise hacer esto y ahora tengo que aprovechar que se me da, aunque esté un poco más viejo de lo que esperaba. Si aguanté todos estos años fue porque opté por hacer solamente la música que me hace feliz. No lo hubiese podido lograr de otra manera”. Pasión, perseverancia y paciencia. Esa es la llave del éxito y Nels Cline lo sabe bien.



*Esta nota puede verse en la edición de agosto 2010 de la revista G7

Nels Cline en La Trastienda

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THE NELS CLINE SINGERS
10 de junio 2010
La Trastienda

Para ver más fotos, visiten mi Flickr.






Nueva corriente

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Después de tres años de silencio discográfico, acaban de editar “El río”, un álbum que los acerca al oído popular pero sin perder un ápice de personalidad. Desde un viejo bar de Congreso cuentan cómo es vivir con un pie en cada orilla.





TEXTO MARTIN SANTORO

Puedo ser el mejor, despeinado y maricón / o puedo ser muy normal, yendo siempre hacia ningún lugar / pero no te olvides que nunca dejo de ser yo” canta Gori, líder de Fantasmagoria en “Fósforos mojados". Así, el ex Fun People –uno de los compositores más ilustres de nuestro under– parece escapar a cualquier casilla en la que se lo quiera meter. Lo mismo ocurre con su actual banda, que luego de una década de vida sigue siendo un “bicho raro” en la escena local.

Tras años de formaciones itinerantes, el grupo se parece haber asentado definitivamente con Gori (Carlos Loncharich según sus documentos) en guitarra acústica, Ignacio Birzuela en batería, Juan Cruz Zaballa en bajo y Sebastián Volco en teclados. Si bien cada uno aporta su lenguaje, no dudan en afirmar que se alinean detrás de un “sonido Fantasmagoria” que envuelve todo y elude cualquier clasificación. Sí: canaliza un espíritu sesentista con la psicodelia de los tempranos Pink Floyd, la elegancia de The Kinks, el groove desfachatado de los Rolling Stones y las armonías de los Beach Boys. Eso y mucho más. Sin embargo, la identidad no está anclada en postales de antaño y que, por sobre todo, hay un contenido que pesa más que las formas. “Mientras esté claro lo que dice la canción y suene como tiene que sonar, no me calienta definirlo. Lo importante es la personalidad y que el disco sostenga una línea” explica Brizuela.

Históricamente, el grupo abrazó el dogma de la autogestión más por necesidad que por orgullo. Hace un tiempo, tan cansados de propuestas leoninas de las discográficas como de hacerse cargo de sacar material por su cuenta, habían decidido suspender su usina compositiva, con un disco entero casi terminado a la espera de una mano que ayude. En medio de ese lánguido suspenso apareció Bingo!Records con una propuesta que reactivó el proyecto y trajo a Pablo Romero (de Árbol) como productor para arrancar de cero. Bajo esta premisa, conjugaron material de todas las épocas y armaron otro repertorio, que condensa las múltiples aristas de su música.

Con desconfianza, encomendaron en Romero la tarea de plasmar la esencia de las canciones y, al mismo tiempo, hacerlas “populares”. “Al principio dudamos un poco porque nunca habíamos trabajado de esa forma y teníamos miedo de qué iba a hacer un productor con nosotros, a ver si terminábamos siendo Airbag o algo así. Por suerte después nos cerró el orto a todos y se lo dijimos”, admite Gori. No hay duda de que su aporte se siente en un sonido pulido, pulsante y más enfocado. Basta escuchar la reencarnación del tema que da nombre al disco –ya lo habían grabado en el EP Abracadabra, de 2007– para comprobar cómo una buena canción puede devenir en un perfecto y merecido hit.

Si bien la salida de “El río”, grabado en apenas cuatro días, puede tomarse como un salto hacia una posible masividad, el cantante y guitarrista es más prudente: “Lo siento como un paso más, aunque uno largo, como una zancada, porque tardó mucho en salir entonces fue como un alivio”. Tal vez por eso la meta no sea la masividad sino subir la apuesta. “Sería buenísimo que este disco funcione para llegar al próximo y poder agarrar todo el material que tenemos en la sombra: que destapone”, sueña Gori, mientras que Volko, tan en broma como en serio, sintetiza: “Que fluya… y que llegue al mar”.



*Esta nota salió publicada en la edición de julio 2010 de la revista G7