Amapola del 66

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La columna de radio de hoy estuvo dedicada al flamante disco de Divididos: Amapola del 66, una verdadera muestra de talento, creatividad y vigencia. Sin duda, la paciencia fue pagada con creces. Podría decir miles de cosas, pero para eso está el audio... que lo disfruten.

PARTE 1





PARTE 2




Jimi Hendrix: Valleys of Neptune

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Dediqué mi columna de hoy al inagotable e inoxidable talento de Jimi Hendrix; evidenciado, en este caso, a través del flamante disco "Valleys of Neptune".

PARTE 1





PARTE 2


No detenga su motor

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Amo y esclavo del ritmo, Santiago Vazquez es un músico extraordinario y un trabajador compulsivo. De su mano, La bomba de tiempo dejó de ser una orquesta de percusionistas para convertirse en un fenómeno cultural. Como si fuera poco, sus proyectos con Puente Celeste y La Grande están en constante ebullición. En esta nota, una radiografía de una mente que no puede quedarse quieta.

TEXTO MARTIN SANTORO





¿Cómo comenzó tu amor con la música?
Mis padres escuchaban todo tipo de música y yo, según ellos, cantaba e inventaba canciones permanentemente. Recuerdo que tenía una relación especial con el tocadiscos. Apenas lo supe manejar, me podía pasar horas poniendo y sacando discos y mirando el surco mientras escuchaba la música.

Después, recuerdo que armaba baterías con objetos de la casa como libros, cajas, tapas de casettes, ollas y almohadones. Los ponía sobre la alfombra y tocaba con unos palitos chinos junto a la música del equipo. En ocasiones, tocaba y cantaba improvisando melodías, que algunas veces grababa con un walkman. Algunas se convirtieron en mis primeras composiciones.

Mas adelante, a los 10 años comencé a estudiar batería y durante varios años trabajé como baterista, hasta que fui descubriendo otros instrumentos de percusión como el berimbao y la kalimba, por ejemplo. Ahí fui rescatando aquello que yo hacía desde muy chiquito: juntar objetos de todo tipo y hacer música con eso. Al mismo tiempo, siempre fui estudiando audiopercepción, piano, composición, dirección, etc., para poder desarrollar esa inquietud melódica.

Una de las habilidades que más te distingue el tu dirección con un sistema de señas. ¿Cómo desarrollaste el sistema y la composición en tiempo real?
Yo venía trabajando con unos grupos de entrenamiento rítmico con los que utilizaba algunas señas muy rudimentarias fruto de la necesidad. En esa época vi un ensayo del músico norteamericano Butch Morris, que se dedica a la dirección de improvisación con señas y se me abrió una puerta conceptual. Yo no conocía su lenguaje gestual, pero entendí que se pueden usar señas para expresar lo que uno necesite como compositor o como director de improvisación.

En ese momento creé un sistema de señas para generar armonías aleatorias, algo en lo que me encontraba investigando. A partir de ahí, armé el Colectivo Eterofónico de Improvisación: un grupo para explorar la generación de armonías aleatorias y la composición en tiempo real. Ese grupo tenía la sonoridad de una pequeña orquesta de cámara, mezclado con un grupo de jazz. Lo que hacíamos enfocaba sobre todo en la exploración tímbrica y armónica.

¿Por qué pasaste de una propuesta como la del Colectivo Eterofónico a La bomba de tiempo? ¿Qué querías lograr con ese nuevo proyecto?
Después de varios años de trabajo con el Colectivo, fui sintiendo la necesidad de trabajar con el ritmo y especialmente con eso como forma de integrar la mente y el cuerpo en una sola cosa: el baile.

Después de terminar el Colectivo Eterofónico pasé tres años grabando mis discos Raamon y Mbira y Pampa, que van en esa dirección. También tocaba y grababa con Puente Celeste, juntando material para un disco íntegramente dedicado a lo rítmico que sería una colección de estudios de ritmo donde volcar años de trabajo en este sentido pero, a la vez, hacerlo desde un lugar de mucho gozo corporal, y no solamente como algo intelectual. También extrañaba el espacio social y cultural que se genera alrededor de la percusión en muchas ciudades del mundo. Me preguntaba cómo podría producirse algo así en Buenos Aires.

En un momento todas esas búsquedas se juntaron en un clic, y pude ver que un grupo grande de percusión podría trabajar esos “estudios de ritmo” mediante las señas y la improvisación, generando así ese espacio de baile y lo social para mucha gente, de una forma original y flexible. No imitamos otras culturas sino que buscamos lo que cada uno es. Desde ahí, pasé cerca de un año madurando la idea del grupo y desarrollando el lenguaje de señas hasta que tuve una lista de mis músicos ideales para este grupo.

¿Cómo elegís a los músicos con los que trabajás?
En el caso de La Bomba, era muy importante que, además de ser muy buenos percusionistas, fueran capaces de comprender analíticamente lo que tocan… y aún así tocar como si fuera puro corazón. Algunas de las señas que utilizamos exigen un grado alto de entrenamiento teórico y de lectura musical, etc. También es fundamental que tengan una personalidad especial, madura, ya que trabajar juntos durante tanto tiempo es una prueba difícil de convivencia.

En ese sentido, ¿cómo haces para dirigir a un grupo tan amplio de músicos donde cada uno viene con su estilo, sus ideas y sus egos?
La variedad de estilos es bienvenida y tiene su lugar en el sonido del grupo, aunque el lenguaje tímbrico de La Bomba está bastante definido desde el vamos. Para mí, lo fundamental es escuchar lo que motiva a cada uno y tratar de que eso no falte en el grupo. La verdad es que cada uno aporta de su propia visión y madurez personal para que todo fluya entre nosotros. Al mismo tiempo, todos somos conscientes de que en un grupo tan grande hay cosas que podremos hacer y otras que no.

Dada esa simbiosis de ritmo y baile que proponen, ¿sentís que la banda necesita de una retroalimentación del público para llegar a su máximo potencial?
La Bomba y su público son un todo. Creo que sin ellos haríamos otra cosa. Es música para bailar y si nadie baila no sirve.

Uno de los rasgos distintivos del show de La Bomba es la forma en que los invitados entrelazan sus estilos propios con el de la banda. ¿Con qué criterio elegís a los invitados?
El hecho de que haya invitados tiene que ver con la integración. Se trata de un mosaico cultural y musical, que es el de nuestra ciudad, nuestro país, nuestro continente y el mundo. Cada artista que sea parte de esa trama es valioso, mientras que entregue su arte con sinceridad y sin retacear nada. Por eso sentimos que invitar a músicos de estilos muy distintos es natural y que todos ellos nos enriquecen. Los queremos homenajear compartiendo nuestro escenario y nuestro juego.

¿Qué rol cumple La Bombería en el proyecto a mayor escala?
En un momento percibí que ésta forma de improvisar-jugar que usamos en La Bomba, con sus reglas y su sistema de señas, es una herramienta maravillosa para aprender y practicar música grupalmente en todos los niveles. Es suficientemente elástica y poderosa para que un grupo que improvisa con esto consiga cosas totalmente distintas de cualquier otro, usando las el mismo sistema. Desde ahí empecé a pensar que había que divulgar este lenguaje a través de una escuela y seminarios y abrirlo para que muchos otros lo puedan usar en todo el mundo.

Uno de los mayores logros que tiene el grupo en un constante crecimiento exponencial. ¿Por qué sentís que La Bomba se ha convertido en un fenómeno cultural tan importante en estos últimos años?
Supongo que hacía falta algo que cumpla esta función: poder reunirse, bailar, algo que cambia cada vez, tracción a sangre, un espacio que no rechaza influencias ni estilos, que no se encolumna detrás de ninguna estética o ideología, que es para todos y de cualquier edad, que es de acá… El ritmo, cuando se desprende de sus etiquetas, es realmente universal y conecta con algo que nos constituye en lo más profundo.

Con esta popularidad también se generó un cambio en el público que, si bien mantiene la esencia, cada vez parece banalizar un poco la propuesta artística, asistiendo por una cuestión de moda más que de empatía musical. ¿Estás de acuerdo?
Cada uno va por motivos diferentes y me parece que eso es muy bueno. No hacemos un show para ver sentados en una butaca y aplaudir al final. El ritmo es la bandeja sobre la que suceden muchas cosas y esa es la idea. Por supuesto que nosotros como músicos queremos que la música nos alimente y nos exprese y que a la gente le llegue lo que hacemos, pero no vamos a parar el show para pedir que escuchen porque llegamos a alguna polirritmia interesante o porque alguien hizo un solo que la rompió. Todo eso nos genera alegría a nosotros y estoy seguro de que eso llega a la gente de una u otra forma.

El proyecto de La Bomba comenzó como algo más bien under y hoy en día ya son un nombre instalado y popular. ¿Qué ganaron y qué perdieron con la popularidad?
No afecta mucha a lo que hacemos sobre el escenario. Gradualmente tratamos de profesionalizarnos un poco en relación al sonido, luces o esas cosas, pero La Bomba sigue siendo un grupo de goce y de investigación. Es maravilloso que algo así pueda ser popular. Yo tiendo a verlo como el fútbol: los equipos prueban diferentes formas de juego, cambian posiciones en la cancha, tratan de mejorar cada vez y nunca saben como va a terminar el partido. Las reglas del juego impiden que se convierta en un show: sigue siendo siempre un juego.

¿La cómo hacés para que la propuesta se mantenga fresca e interesante después de tanto tiempo?
Un poco de eso lo pone la improvisación y nuestros deseos de probar nuevos recursos. También estoy proponiendo un sistema por el que va a haber una rotación cada cierto tiempo en la dirección musical del grupo, para que nos podamos nutrir de los diferentes estilos de los directores. Algo parecido al rol del director técnico de un equipo deportivo.

¿Qué son Puente Celeste y La Grande en tu vida? ¿Tus otros proyectos llenan un espacio vacante que queda con La Bomba o nacen de inquietudes distintas?
Son cosas muy distintas. Puente Celeste surgió hace 13 años como mi grupo, pero hace ya 7 años que es un grupo con cinco líderes. Por lo tanto, es el espacio de confluencia de esas cinco personas en particular: Edgardo Cardozo, Luciano Dyzenchauz, Marcelo Moguilevsky, Lucas Nikotian y yo. Hay lugar para la improvisación y el juego, pero esto gira alrededor de composiciones instrumentales y canciones. Para mí Puente Celeste es el espacio para encontrarme con mis viejos amigos y jugar al a lo que mejor hacemos, usando de excusa músicas compuestas por cada uno que nos dan ganas de tocar.

Por su parte, La Grande es mi proyecto mas reciente. Es un grupo que integra mis facetas de compositor y productor con mi experiencia con la Bomba de Tiempo. Es como agregar a la idea de La Bomba un montón de instrumentos melódicos y mezclar todo eso en tiempo real, como si al dirigirlo yo fuera un DJ haciendo un mash-up. Para mí esto representa una forma nueva de hacer música con un grupo.

¿Cómo hacés para desdoblarte creativamente con tantos proyectos y mantenerte artísticamente interesante?
Para mí es como los amigos: con uno hablás de fútbol, con otro de artes, con otro te une el humor… Cada relación cubre distintas necesidades que uno tiene y extrañaría a cualquiera de ellas si me faltaran.

Parece que no parás ni un segundo. ¿Tenés una fobia a la quietud? ¿Qué te mantiene en constante movimiento?
No le tengo ninguna fobia a la quietud. Es mas, me encanta y necesito quietud interior para hacer lo que hago en el afuera. Me sucede que, así como a otros se les ocurren canciones todos los días, a mí se me ocurren conceptos de proyectos musicales. Pero a diferencia de las canciones, que se pueden escribir en media hora, un proyecto musical completo puede llevar varios años y muchísimo trabajo de muchas personas para ser concretado. Entonces descarto todas las ideas que puedo. Pero hay algunas ideas que no logro sacarme de encima. Esas las tengo que realizar porque si no, me pesan tanto que no me dejan avanzar.

¿Cuáles son tus planes para este año?
Grabaré un disco y tal vez un DVD con La Grande. Estaremos tocando en Konex en mayo y junio, durante una pausa de La Bomba de Tiempo. También tengo algunas giras como Santiago Vazquez Solo, que son shows que hago con percusión, voces, mbira, berimbao y electrónica en tiempo real. Con Puente Celeste estaremos tocando todos los jueves a partir de abril en el CAFF y grabaremos un disco nuevo para Japón ese mismo mes. Con La Bomba seguramente también hagamos un disco nuevo para fin de año, y seguiremos tocando como siempre los lunes en Konex, y en otros lugares fuera de Buenos Aires.

Fuera de los shows, espero hacerme algo de tiempo para completar un libro que empecé a escribir con el fin de divulgar el lenguaje de señas, otro de entrenamiento rítmico… ¡y no perderme el atardecer!


*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

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Ok, si los fanáticos de Riff me quieren cagar a cadenazos por el título, ¡que me vengan a buscarrrrrrrrrrr! (los espero con unos mates y chipá).

Motorama en Roxy Live Bar

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MOTORAMA
3 de marzo 2010
Roxy Live Bar

Por lejos, una de las mejores bandas para ver en vivo. Música que contagia adrenalina, swing, frenesí y todas las ganas de sacudir el cuerpo hasta que salga el sol.

Parada obligatoria: su MySpace.

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