Espíritu inquieto

Acaba de editar un nuevo disco al frente de Pez, en el que la banda hinca más el diente en la efervescencia rockera de su antecesor. Simultáneamente, inaugura un nuevo capítulo con el notable trío acústico Flopa Manza Minimal. Está claro: dividido, multiplica.



TEXTO MARTIN SANTORO
FOTO NORA LEZANO

Prolífico, versátil, hiperactivo, honesto, dotado, temperamental… ¿Cuántos adjetivos encajan a la perfección a la hora de describir a Ariel Minimal? Como una especie de antihéroe del rock local, desde hace 16 años está al frente de Pez, con una carrera intachable de autogestión, libertad, talento y coherencia. “Honrar la ansiada libertad, luchar y perseguir los sueños / y sin saber por qué estamos acá, hacer que esto resulte bueno” define en “Soñar soñar”, una canción de la reciente cosecha.

Acompañado por Franco Salvador en la batería, Fósforo García en el bajo y Pepo Limeres en los teclados, exprime cada gota de una creatividad tan rica como ciclotímica que no muestra señales de detenerse. Con su flamante doceavo disco, intitulado, la banda reafirma sus raíces pero sigue expandiendo su horizonte. Sin un segundo de respiro entre tema y tema, despliega un sonido incandescente, bañado en estridencia rockera, testosterona adolescente y virtuosismo sapiencial. Aún así, la distorsión que pulsa salvaje nunca descuida matices y sutilezas que engalanan cada ritmo, riff y melodía.

En estos días, la banda también se encuentra seleccionando material para un nuevo disco en vivo, pensado para fin de año. “La idea es que no se repita ningún tema que hayamos puesto en el otro (Para las almas sensibles, 2005)”, explica Minimal quien, como si fuera poco, se acaba de reunir con Florencia Lestani y Mariano Esaín para revivir Flopa Manza Minimal, una de las experiencias musicales más celebradas de la década, y dar forma a un ciclo durante todos los jueves de mayo en el porteño UltraBar. Si bien hay olor a vísperas, Ariel no promete más que el hoy. Y no es poco.

¿Después de tantos años separados, qué los llevó a juntarse nuevamente y resurgir Flopa Manza Minimal?
La verdad que no hay demasiad explicación. Sabíamos que iba a pasar eventualmente y bueno, se está dando ahora. De todos modos, tampoco es que retomamos “el proyecto”. No tenemos pensado grabar un disco ni nada. Armamos unos shows para salir a tocar porque está buenísimo: vimos que funcionó y fluyó de vuelta. A mí me gusta mucho cómo se escuchan nuestras voces juntas y las canciones.

Igualmente ya hubo un par de encuentros esporádicos, como en el BAFICI del 2007 o en uno de tus shows como solista a fines del año pasado…
Sí, eso estuvo muy bueno pero ahora le dimos un poco más de consistencia.

¿Entonces no hay ningún proyecto futuro más allá de estos shows?
No hay planes firmes. Ojalá… De hecho, estamos haciendo temas nuevos que compusimos, pero no sabemos si los vamos a grabar.

Si bien fue un proyecto efímero, en su momento fue catalogado como uno de los mejores discos del año y, hasta el día de hoy, se sostiene bien arriba cada vez que se repasa la década. ¿Ese tipo de reconocimiento te dice algo o no importa? ¿Te sigue sorprendiendo lo que continúa generando aquel trabajo, siete años después?
No me importa en el sentido de ese éxito, pero sí genera una cosa propia de pensar que, si hacemos otro, tiene que estar a la altura. De todas formas, para mí, el disco estaba bueno más allá de la apreciación posterior que se generó. Me pasa exactamente lo mismo con el que hice junto a Florencia Ruiz (“Ese impulso superior”, 2008). Si ahora tuviese que hacer otro con ella, tendría ese fantasma de que tiene que estar tan bueno como el anterior. Un poco de eso ocurre con Flopa y Manza. Ese álbum fue como tirar una bomba e irnos. No tuvo la consistencia de un plan de lucha. Fue un acto terrorista (risas), sin sentido, sin saber por qué, cuándo, cómo… y quedó en la nada. Ahora estamos tocando esas canciones y otras. Si en algún momento toma forma de disco y se vuelve consistente como el anterior, grabaremos.

¿Cómo te sentís en esta situación del trío donde solo tenés el 33% de la última palabra, mientras que tal vez en Pez podés “salirte con la tuya” un poco más?
No es que en Pez tengo más peso sino que se trabaja de ese modo: los chicos confían más en mí. Yo vengo con cualquier idea, realmente cualquier idea, a lo largo de los años y a veces me miran raro, pero confían mucho en lo que hago. Lo otro es buscar todo el tiempo un punto común. Por ejemplo, Manza ya me dijo que no quiere hacer ningún tema tipo folclore. Ahí somos tres solistas que nos juntamos para hacer esto, entonces mostramos lo que podemos hacer juntos, aunque somos diferentes entre nosotros.

¿Cómo te tomás este pasaje de impronta más acústica en el contexto de la estridencia rockera cotidiana de Pez?
Son dos cosas que corren al mismo tiempo. No es algo que necesito, el ying y el yang ni nada de eso. Todo se da al mismo tiempo. Siempre fue así para mí.

Es cierto, pero cuando sacaste tus discos solistas o armaste proyectos paralelos, generalmente fue en momentos más inactivos de Pez. En este caso, están en plena presentación del nuevo disco y, al mismo tiempo, tenés varias fechas con el trío. ¿Cómo hacés para acomodar todo?
No sé (risas). Es la primera vez que tengo las fechas tan pegadas, pero yo estoy en la sala tres o cuatro días a la semana, tocando. Hacerlo con público adelante es lo mismo, no cambia ni me representa un problema. Por el contrario: ojalá pudiera tocar todos los días.

Con esta formación de Pez pareciera que llegaron a una síntesis perfecta donde pueden cubrir todas las bases de los estilos de sus discos pasados (tanto del quinteto como del trío), donde no sobra nada y podés tocar todo. ¿Lo ves así?
Se estabilizó bastante este cuarteto, pero no lo intelectualizamos mucho. Se ve que estamos cómodos y no tenemos en mente sumar un violín o un oboe (risas). Creo que encontramos una formación que responde a todas nuestras inquietudes bastante bien, entonces no nos molestamos en cambiarla. Por sobre todo, está bien balanceada. Me gusta mucho la cosa humana que se genera. Nosotros la pasamos bien y la sala es un lugar con energía, no es agua estancada. Me encanta eso de este cuarteto.

Veo que te gusta mucho el contexto de la sala. ¿Arriba del escenario te divertís tanto como acá o ya entra en juego algún tipo de presión?
Son dos cosas diferentes. La adrenalina que supone el público acá no está. Incluso cambia mucho si viene algún amigo a vernos ensayar, porque tocamos para esa persona. Si ya ahí se genera una diferencia, imaginate lo que es en frente de un lugar lleno de gente que pagó una entrada para vernos. Yo no puedo relajarme tanto, olvidarme y dejarme ir. A veces ocurre y está buenísimo pero no es tan fácil abstraerse y olvidarte que estás tocando en La Trastienda, por ejemplo, que hacés cuatro o cinco al año. Es una fecha importante que tiene que salir bien, me tengo que acordar las letras y todo eso (risas).

En vivo tienen una fracción del público con el que se entabló una rutina donde intercambian chistes, gritos y algún que otro insulto, pero que últimamente se ha vuelto más violento hacia vos en particular. Me recuerda esa frase de El Principito que dice “eres responsable para siempre de lo que has domesticado”. ¿Cómo te llevás con aquellos que buscan llamar la intención gritándote cosas que, muchas veces, son ofensivas?
A veces me rompe las pelotas, a veces me chupa un huevo y a veces digo: “Pará…”. Me hago cargo de que yo jugué a eso también en algún momento, pero no es algo en lo que piense demasiado. Para mí dejó de ser gracioso hace mucho tiempo. Tengo que aprender a callarme y cortar un poco.

Es curioso cómo la banda parece tener tenér un público hasta más inconformista que vos, que cuando hacen progresivo piden metal, cuando hacen metal quieren folk, cuando hacen folk reclaman punk. Cada uno parece tomar la bandera de “lo que realmente es Pez”…
¡…Es que Pez no es nada! Esto que decís pasa desde hace mucho. Todos sabemos quejarnos, es lo primero que hacemos. Saca un disco Divididos y ya están: “Ay, no es parecido a lo que hacían antes”, lo mismo con Fito Paez o quien sea. Todos somos críticos del trabajo de otro. Es el alpedismo argentino: criticar lo que los demás hacen. Es lo más fácil y acá se acostumbra mucho.

¿Te molesta?
Joder no me jode, porque es como son las cosas, pero me resulta desagradable que todo el tiempo sea así, especialmente en Internet donde todos tienen una voz y opinar es gratis. De todos modos, no incide en mi trabajo que a alguien le guste o no. Eso es secundario; una reacción posterior, porque el trabajo ya está hecho.

En ese sentido, ¿el disco es una expresión egoísta, donde lo que importa es que vos estés contento con el resultado?
Es que ni siquiera pasa por la felicidad. Es difícil de explicar. Yo hago canciones como el panadero hace pebetes.

Bueno, pero el panadero puede estar muy orgulloso de lo bien que le salen los pebetes.
Sí… a mí me gusta lo que hago, no es algo así nomás. Pero la canción que hice ahora, la que hice ayer o hace diez años es parte de lo mismo. No puedo diferenciar. Yo hago lo que siento hacer. No sé si es mejor cuando tocábamos tal o cual estilo. Yo hago lo que me pinta y siempre trato de ser fiel a eso. Hice lo que tenía ganas y disfruté hacer. Desde ese lado, Pez nunca tuvo un rebusque tan intelectual. Responde más a impulsos y creo que seguimos siendo fieles a seguir esos impulsos y al disfrute.

Por un lado decís que los discos son postales del momento particular de la banda, pero cuando alguien te reclama que vuelvas más a cierto estilo no dudas en decir que, si querés, podés hacer el disco que deje a “todos contentos”. ¿Es tan así? ¿Podés sentarte a planear lo que querés hacer o es justamente ese impulso casi inconsciente el que guía?
Yo pienso que si quiero, puedo intelectualizar eso y hacer un disco a medida de algo. De hecho, es así. Cuando hacemos tal disco, es porque tenemos ganas de que suene de esa manera, entonces vamos y lo hacemos. Son gustos. Es como elegir ponerte una remera y no otra. Además, no lo tengo demasiado pensado. Evidentemente es una movida caprichosa, pero siempre responde a nosotros más que al del supuesto gusto de nuestro supuesto público.

Tenés una política bastante permisiva con la piratería de tus discos. ¿Eso nace de ver la oportunidad de difundir más lo que hacen o es la simple resignación hacia lo inevitable?
Las dos cosas. Es absolutamente inevitable y hacerse mala sangre es al pedo. Hay gente que primero se baja el disco y, si le gusta, lo compra o va a ver a la banda. Las dos cosas son verdades: es inevitable y está bueno. Además, no me quejo cuando voy a cobrar mis derechos y me los pagan. El mundo fue evolucionando hasta esta situación donde podés bajarte la música gratis de Internet, entonces pelear y botonear contra eso me parece una tontería. Es mejor buscar la forma de que esa difusión me permita ir a tocar a más lugares y tener más trabajo, así me gano el mango transpirando arriba del escenario, lo cual me encanta.

¿No sentís que se pierde mucho de la obra al tenerlo en una carpetita insulsa en la computadora? Hay todo un costado más romántico del objeto que muere.
Es cierto. Igual, nosotros seguimos haciendo discos que, como objetos, sean bonitos e interesantes. Nos preocupamos mucho por hacer un buen arte y buen diseño.

En referencia a la ausencia de título del nuevo disco, te escuché decir que “no todo tiene que tener nombre”, pero bueno, ¡este ya es el segundo intitulado que tienen!
Es que realmente no tenía nombre. El único que estaba dando vueltas, pero que al final no pegaba con el disco, era “…y todas esas cosas que nos esclavizan”. Es una frase de la canción “Vamos”, pero no me cerraba.

En las letras del disco hay muchas alusiones al pasado, ya sea con nostalgia pero también con desapego, con ansias y optimismo por el camino que tienen enfrente. ¿Cómo se llevan con su propia historia?
Nos encanta. Estamos contentos de lo que somos. Tenemos ganas de ser Pez todo el tiempo y seguir siendo así. Continuamos con la idea de la banda, con un proyecto que se extiende en el tiempo porque nos gusta y lo necesitamos, no porque sea una “PYMES exitosa” como pusieron en una revista. Nos llevamos bien con nuestro pasado y no nos arrepentimos de ningún disco, estilo ni nada. Estamos conformes con lo que hicimos.

Generalmente, cuando alguien hace referencia a tus dotes como instrumentista y escritor, siempre tendés a minimizarlo. ¿Por qué?
Ciertamente no es falsa modestia. Realmente pienso que un gran guitarrista es Juanjo Domínguez o Luis Salinas. Yo toco lo que puedo.

Pero cada uno es virtuoso a su manera. Yo no lo veo a Salinas haciendo un tema como “La gota”.
Pero si quiere, lo hace y mucho mejor. A lo que voy es que para mí es así. Tampoco me considero un poeta. Yo canto canciones de rock y hago letras para cantar esas canciones de rock. Sólo digo lo que siento, pienso y sueño, pero no me considero un poeta. En serio. No es falsa modestia. Además, si me compro la del “yo proyecto”, voy frito. Siempre faltan cinco para el peso para mí pero bueno, es una forma de ser.

Hace poco estrenaste una canción donde decís “…y así me escondo detrás, delante va esta canción / que es como un escudo que me guarda”. Al mismo tiempo, en “Latigazo”, tema que abre el nuevo disco de Pez escribís “Enterré mi disfraz, nada que ocultar”. ¿Hay un Ariel persona y un Ariel personaje, proyectado en tus letras?
Seguro. Nadie es sincero. Todos tenemos un personaje, hasta cuando estamos en el ascensor con alguien que no conocemos. Las caras, el saludo… eso es un personaje. Es uno, estando incómodo ante la presencia y mirada escrutadora de los demás, especialmente si estás arriba de un escenario con un montón de luces que te apuntan. Vos estás ahí para que todos te miren, entonces siempre vas a buscar un personaje. Es muy difícil olvidarte qué estás haciendo y donde estás. Hay momentos donde lo lográs, estás conectado con otra cosa y es buenísimo.

En el mismo “Latigazo” decís “Acepté todo lo absurdo de esta vida / la belleza en la balanza pudo más / ahora elijo no ser más el dios que hostiga / y mi abrazo es ese puerto donde anclás”. ¿Qué sentís al escuchar un tema como “Malo” o “Y la calma”, por ejemplo, donde hay un espíritu de hastío inconformista y hasta violento?
Puedo escuchar temas de todas las épocas de mi vida y recuerdo qué quería decir cuando cantaba ciertas cosas. Por eso no me desdigo de nada. Igual, yo no sé si en el repertorio de hoy elijo ciertas canciones, pero podría cantar cualquier tema de Pez sin problema. No pienso: “Uy, estaba loco cuando escribí esto”. Sigo sosteniendo estéticamente cada decisión.

¿Entonces no se cumplió la profecía donde decías que al tener un hijo ibas a poder “delegar la furia en alguien más”?
No, ¿y por qué se iba a cumplir una profecía mía? A veces uno piensa: “Bueno, cuanto tenga hijos…” y en realidad es todo lo mismo pero con una persona que va creciendo, te interpela, hace que te preguntes un montón de cosas y te devuelve una gigante. Mientras tanto, vos seguís siendo el mismo pelotudo que hacía las canciones de antes. Todas las cosas que uno proyecta e imagina a futuro son mentira. La vida es algo más. Por suerte aprendí que no se puede preveer cómo son las cosas, qué va a pasar, qué vas a sentir o qué te va a gustar. Te lleva por donde quiere, por donde va el viento. Está bueno tomárselo paso a paso, sostener todos que uno piensa y tratar de disfrutar. Si hacés eso todos los días, la estás llevando bien. Hacer algo a largo plazo es imposible.

Poniéndonos un poco metafísicos, ¿qué le dirías a ese Ariel de 1994 que está arrancando con Pez?
¿Qué le diría? (larga pausa) Que está bueno. Que vale la pena. Es genial hacer lo que te gusta y sentís que tenés que hacer.

Adentrándonos aún más en la metafísica, ¿qué pensás que te diría él a vos hoy?
No sé… “Estás muy gordo, te quedaste pelado” (risas). No tengo idea. Supongo que le gustaría saber que estoy tocando la guitarra y haciendo canciones.

Hace un tiempo habías contado que si te daban a elegir entre llenar un River o saber que ibas a poder seguir tocando a los 60 como Neil Young, vos elegías lo segundo. ¿Sentís que estás camino a cumplirlo?
A ver… ¿cómo decirlo para no parecer un estúpido? Nadie tiene un problema con ser millonario. Si lo sos, está buenísimo. Ahora, hay gente que no podría vivir sin ser millonaria y a eso voy yo. Me considero una persona simple: no necesito demasiadas cosas para ser feliz y llevar la vida que llevo. Entonces, lo que busco es hacer lo que me gusta, disfrutar lo que hago. Si sé que puedo ser músico toda la vida y que con eso le pago la educación, comida y obra social a mi hija, soy feliz. No tengo ningún problema con ser un obrero de la música, porque eso es lo que quiero: ser músico hasta que me muera. Y ahí voy. Al no tener grandes ambiciones, tal vez pueda lograrlo. Para eso estamos trabajando todo el tiempo.

¿Ese es el éxito para vos?
Sí, hacer lo que me gusta: tocar rock. Es lo que quiero hacer desde los nueve años. Hace poco leí un reportaje que me hicieron en 1986 y todas las cosas que digo ahí -que me gustaría tocar, editar mis discos de forma independiente, etc.-, las logré. Cuando vi eso me sentí muy bien. Es hermoso cumplir tus sueños de chico y ser lo que siempre quisiste ser.





*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

0 Response to "Espíritu inquieto"