Idioma universal

Un argentino y tres británicos conforman The Draytones, una de las bandas más interesantes de la nueva escena mundial. Tras sus presentaciones en las Islas Malvinas y en La Trastienda bonaerense, hablamos con Gabriel Boccazzi, guitarrista, cantante y la fracción nacional de la banda.

TEXTO MARTÍN SANTORO





¿Cual es el concepto detrás del “Friendship Tour”?
Fue un desprendimiento de la idea de ir a tocar a Malvinas y de nuestra formación cosmopolita. Es la música yendo a buscar el encuentro entre las personas, más allá de las ideologías políticas o religiosas. No es la intención enarbolar ninguna bandera pacifista, pero es una consecuencia directa de lo que naturalmente somos.

¿De dónde surgió la idea de ir a tocar a Malvinas?
Al principio, la idea de ir a tocar a Malvinas nació como un juego, esas cosas que uno desea sin pensar si realmente se puede hacer realidad o no, hasta que hace poco más de un año recibimos un mail de un ex combatiente, Gabriel Sagastume, que había visto el parche de nuestra batería con las dos banderas integradas (la bandera de la unión y la bandera argentina). Nos agradecía por la emoción que le producía el logo y nos deseaba que algún día pudiéramos ir a tocar a las islas como un pequeño aporte en la integración cultural y a un proceso de pacificación. Eso nos envalentonó a tomar en serio la idea de hacer la gira.

¿Cómo lo tomó el público local?
Nos recibieron muy bien. Al principio hubo que vencer algunas barreras ya que en el Pengüin News, el diario local, una editorial había sugerido que, por la cantidad de personas que nos acompañaban (nuestros managers, el staff técnico y un equipo de documentalistas), íbamos con intenciones políticas. Por suerte se dieron cuenta que nuestra visita era únicamente artística y se relajaron… al punto que hasta nos empezaron a abrir las puertas no solo de los bares sino de sus casas para que hiciéramos sets privados.

¿Cuál es el recuerdo más grato o la lección más importante de su paso por allá?
Todo. La gente, los paisajes. Tantas historias… Fue una experiencia inolvidable. La lección más importante fue, quizás, haber aprendido de Gabriel Sagastume el amor por la vida. Hace 27 años, Gabriel estuvo enfrentando a casi todas las miserias humanas juntas. Es el sobreviviente de una locura y, sin embargo, era el más centrado de todos los que estábamos allá. Fue como un cable a tierra, un padre cuidándonos. Entre tantas emociones contrapuestas, lo buscábamos con la mirada y lo encontrábamos riendo o bailando. Entonces supimos inmediatamente que nuestra visita a las islas estaba bien, que estábamos haciendo lo correcto.

¿Les molesta que los medios, en general, antes de definir a la banda por su estilo musical lo hagan por sus nacionalidades?
No, para nada. Lo importante es que se valore y disfrute la calidad de nuestra música. Al fin y al cabo, nosotros mismos interponemos el “anglo-argentina” o “argentino-británica” al nombre de la banda.

En ese sentido, ¿se puede decir que lo toman y convierten en un rasgo diferenciador?
Sí, todas las bandas tienen un rasgo que las hace distintas. Nosotros tenemos nuestro origen. Nos enorgullece ser esto, una banda que honra sus raíces.

¿Consideran que la música es un resultado del abrazo de distintas culturas o trasciende los bagajes de cada uno?
Nosotros, los cuatro Draytones, somos ese abrazo entre culturas, y la música una amalgama que trasciende nuestros bagajes.

¿Cómo es trabajar con las distintas idiosincrasias, tanto dentro de la banda como del público?
Por suerte todo fluye libremente, la música habla su propio idioma. En cuanto a las distintas idiosincrasias, la única diferencia entre los chicos británicos y yo es que ellos llegan puntuales a todos lados (risas).

Su sonido remite a los 60s beat y mod de Inglaterra, con guiños a los Kinks, por ejemplo, pero también hay un elemento que los vincula a los primeros Gatos, para arrimar las dos orillas. ¿Qué los atrae de ese estilo?
Lo que nos atrae más que nada es la eficiencia de una estructura simple, el sonido crudo de los instrumentos, la complejidad de las armonías vocales, el cuidado de las melodías, el color y la alegría. Las bandas que más nos influenciaron son muchísimas, entre las que están los Kinks, The Who, Los Gatos Salvajes, The Beatles

¿Cómo fue trabajar a la par de un referente absoluto como Paul Weller?
Fue un verdadero honor que nos haya elegido para acompañarlo en su gira británica. Es una persona de perfil muy bajo y, hasta me atrevo a decir, un poco introvertido. También fue una experiencia para nosotros haber tocado, como consecuencia de eso, en los mejores teatros del Reino Unido con un equipo técnico de punta que nos permitió oír nuestra propia música con una amplitud y calidad de sonido que hasta ese momento sólo habíamos tenido en algunos mega festivales como el Summer Sonic en Japón.

Su crecimiento fue exponencial y en muy poco tiempo. ¿Estaban preparados para tanto tan pronto?
No, no estábamos preparados. Igual, no fue tan pronto tanto (risas).

¿Qué es lo mejor y lo peor del rol de “gran promesa de la música”?
No creo que seamos una “gran promesa de la música”. Más que prometer nos gusta hacer realidad. Y esa realidad es llevar nuestra música a quién quiera oírla o bailarla, sobre todo a lugares tan cercanos como Japón o las Islas Malvinas (risas).


*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.revistaG7.com

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