Tricky, el provocador

El referente del trip hop parece mirar atrás para ir hacia delante. Tras casi una década de experimentación, Mixed Race, su último disco, es una vuelta al sonido que lo convirtió en un clásico. Este sábado se presenta en Buenos Aires.



TEXTO MARTIN SANTORO

Tricky es un músico que parece estar siempre huyendo de su sombra. En los tempranos 90 se estableció como uno de los embajadores del trip hop, conjugando música electrónica, dance, hip hop y dub con una estampa urbana y noctámbula. Como parte de Massive Attack, grabó Blue Lines (1991), disco debut y piedra angular del género, así como de Protection (1994), su segundo esfuerzo. Esto le valió el reconocimiento unánime del público y la prensa británica. Con esta excelente carta de presentación, no tardó mucho en abocarse a una carrera solista. Maxinquaye (1995), su primer trabajo individual, consolidó su éxito y lo convirtió en una estrella mundial.

Desde entonces, parece haber avocado su carrera a huir en zigzag, evitando alimentar aquello que lo hizo famoso. Discos como Angels with dirty faces (1998), Blowback (2001) y Vulnerable (2003) desconcertaron a su audiencia y generaron una recepción mixta. En apenas 29 minutos, Mixed Race (2010), su flamante disco, parece sacudir esa modorra y augurar la vuelta de un Tricky clásico, en paz con su pasado. Esta vez, presenta un repertorio ecléctico donde no repite género a lo largo de las once canciones que lo componen. Si bien no logra estar a la altura de sus hitos, es suficiente como para reconquistar a un público que le dio la espalda a lo largo de la última década. Queda preguntarse si este trabajo marca un regreso triunfal o si es meramente un momento de descanso, antes de que se largue a correr otra vez.

Si bien no es un álbum tan biográfico como sus antecesores, seguís manteniendo una impronta autorreferencial. ¿Sentís que este es un disco retrospectivo?
Vengo de una familia multiétnica y pensé que Mixed Race (“Raza mixta”) era el nombre ideal para el disco, porque ahí está mi origen e identidad. Mi música no es negra ni blanca. Al mismo tiempo, creo que todos estamos inspirados por el pasado y por el futuro, nuestra historia y nuestros sueños. En ese sentido, acá hay un poco de las dos cosas.

Sorprende el eclecticismo del repertorio, donde presentás canciones muy disímiles en lo estilístico en vez de moverte en terreno seguro. ¿Cómo hacés para mantener tu identidad en un contexto tan cambiante?
No lo sé realmente. Es muy raro: la música me atraviesa. Sinceramente, trato de no pensarlo demasiado. Cuando hago un disco, lo único que busco es tener paz. Trabajar en el estudio es como un momento de meditación para mí. Ciertamente, es cuando estoy más relajado y calmo. Lo que la gente hace con yoga, yo lo logro con la música. Es una medicina. Todas mis preocupaciones dejan de existir cuando estoy ahí.

Es interesante que digas esto. Recuerdo que hace un tiempo declaraste que tu disco anterior, Knowle West Boy, no te terminaba de gustar porque era “demasiado amable” y “le faltaba agresividad”. ¿Cómo balanceas esa paz que decís que tenés en el estudio con las ganas de hacer música que parece estar en las antípodas?
(Risas) Sí, es un poco contradictorio, pero es lo que me sale. Este es un trabajo frontal y directo, casi como un disco de Public Enemy. Sin duda, es más duro y honesto que el anterior. Incluso me sucede que, por primera vez, puedo escuchar mi música en un boliche sin que me haga ruido. En realidad me importan un carajo los boliches (risas), pero está más en ese espíritu.

¿Sentís que este un esfuerzo consciente para volver a tu “sonido clásico”, especialmente considerando que en los últimos trabajos te habías alejado bastante de eso?
En realidad, creo que me ahuyentaron un poco de lo que hacía. Nunca quise volver a hacer un Maxinquaye. Cuando salió, tanta gente me seguía que ya no era más mi música. Además, sentí que tenía que cambiar porque todos me estaban copiando. Hice Nearly God para escapar un poco del éxito, que había sido tan repentino. Todo lo que pasó en la época de Massive Attack y mi primer disco solista fue demasiado para mí. Creo que ahora estoy más cómodo con todo. Antes no estaba preparado para semejante cosa. Después de tanto tiempo, este trabajo es como una vuelta a eso, pero con un poco más de paz.

Entonces se puede interpretar que tus reinvenciones estilísticas no eran producto de la curiosidad sino que fueron plenamente conscientes, para ir a contracorriente de lo que te había hecho famoso.
¡Totalmente! Cuando hice Angels with dirty faces sabía que era oscuro y que la radio no lo iba a pasar pero pensaba que, si realmente te gustaba mi música, también tenías que bancarte los tiempos difíciles. Era un poco como poner a prueba al público y decirles que no me juzguen sólo por esa cosa que me había hecho tan exitoso. Yo siempre voy a cambiar. La pregunta es, ¿van a seguir conmigo cuando eso pase?

¿Si Mixed Race se convierte en un disco súper exitoso, vas a terminar desarrollando una fobia contra estas canciones también?
Puede ser. Huir de tu pasado no es algo malo. Lo veo como un juego. “Pensás que me conocés, pero no”. De ahí también mi apodo, Tricky (“Engañoso”). Así es mi personalidad: quiero jugar con las cabezas de la gente. Soy como un nene inquieto. Me gusta ir, volver, aparecer, desaparecer, cambiar…

Otra de las cosas con las que se ha generado gran expectativa es una posible colaboración con Massive Attack. ¿Qué tan factible es eso?
Creo que va a pasar. Estuve hablando con los chicos y estoy casi seguro que lo vamos a hacer este año. Posiblemente entremos al estudio en unos meses.

¿Ya se sentaron a componer material?
No, pero hablé con 3D. Le dije lo que quería hacer y lo que sentía que teníamos que lograr como colaboración y le gustó.

Este tipo de reuniones siempre son un arma de doble filo. ¿Qué te llevó a querer volver?
Nunca quise hacerlo, hasta hace poco. Hablé con los chicos y fueron súper honestos. Me dijeron que la gente siempre quería saber cuándo íbamos a hacer algo juntos. Me pareció muy adulto de su parte plantearlo así, porque a ellos les preguntan más por mí de lo que a mí me preguntan por ellos. Por suerte congeniamos inmediatamente y nos divertimos. Lo que más me interesa es que, si hacemos algo, va a tener que ser realmente muy bueno. Si no, vamos a ser masacrados. Eso es un hermoso desafío.

¿Se trata de un proyecto unitario o puede llevar a una colaboración continua?
Creo que puede ir para cualquier lado. Si lo hacemos y es tan bueno como debe ser, entonces no veo motivo para no seguir.

0 Response to "Tricky, el provocador"