Melodías caprichosas

Devendra Banhart es una de las figuras más destacadas del Indie estadounidense. Con un estilo tan ecléctico como personal, forjó un sonido alabado por la crítica y el público. Hablamos con él a días de su show en Buenos Aires.



TEXTO MARTIN SANTORO

La historia de Devendra Banhart tiene todos los ingredientes para alimentar la mística del trovador folk al mejor estilo Dylan. Hijo de un padre norteamericano y una madre venezolana, nació en Texas en 1981, fue criado en Caracas hasta su adolescencia y luego se asentó en la costa oeste de Estados Unidos. Tras estudiar en el Instituto de Arte de San Francisco y hacer sus primeros pasos musicales en la recepción de una boda gay, se mudó a París. Mientras tocaba en bares, grabó sus canciones en portaestudios prestados y contestadores automáticos. Al volver a su país, su primer disco, “The Charles C. Leary”, comenzó a despertar interés en la escena Indie.

Desde entonces, el músico cultivó un estilo personal que canaliza con igual peso a Leonard Cohen y Caetano Veloso, mixturando el clásico folk estadounidense con el tropicalísimo brasilero, el folclore, la samba y cuanto estilo haga eco en la porción latina del continente. Esta impronta se vio plasmada en álbumes como “Rejoicing in the hands” y “Niño rojo” (compuestos con apenas cinco meses de diferencia), “Cripple Crow” y “Smokey Rolls Down Thunder Canyon”. En estos últimos, también florecieron grandes orquestaciones y entramados psicodélicos, dando resultados dispares, pero siempre atrapantes.

Su nuevo disco, “What will we be”, editado en 2009, le valió una nominación a los Grammys y marcó su debut como parte de una discográfica de la talla de Warner Brothers. Lejos de encandilarse con vastos horizontes presupuestarios, Banhart grabó en un estudio improvisado en una casa de San Francisco, acompañado por los mismos músicos que trabajaron en su última producción. Para el artista, la decisión representó también una declaración de principios.

Aún así, es evidente que este es el disco más pulido y enfocado de su carrera. Si bien los fundamentalistas pueden leer a esta sobre-prolijidad como una traición, la sensibilidad hipnótica del cantautor sigue brillando a flor de piel. Por eso, es imposible no rendirse ante versos como “Cada beso que no damos es otra vida que no vivimos”, “El amor es la única cosa que vale la pena necesitar” y “¿A quién amás: al amor que no podés olvidar o al que no has conocido?”. Incluso cuando canta en castellano, conmueve al susurrar “No pienso en ti, solo te siento pasando por mí como un dulce viento”.

El álbum también refleja un espíritu lúdico, tanto en los vaivenes estructurales de canciones como “Angelika” y la alquimia rockera de “Rats” como en las melodías pegadizas de los hits instantáneos “Baby” y “Foolin’”. En simultáneo, joyas como “First song for B” recalan una constante conexión del músico con los elementos, forjando sonidos tan etéreos como propios de la tierra. El tiempo dirá si el brillo de “What will we be” marca un nuevo norte en la carrera de Banhart o si, por el contrario, oficiará de frontera, frente a la cual no dará un paso más allá.

Ya pasaron casi dos años desde la salida de tu último disco. ¿Qué estuviste haciendo en este tiempo?
Veamos… Realicé emprendimientos onanistas como shows de arte en solitario y experiencias increíblemente agotadoras pero profundamente gratificantes como curar exposiciones. Eso sin mencionar que preparé el primer borrador de un libro de arte, escritura y fotografia que me ha mantenido minuciosamente ocupado.

¿En algún momento trabajaste en nuevas canciones?
…¡Y también está la música! ¡Sí! Anduvimos de gira el primer año y estuve componiendo para el nuevo disco este último tiempo. Mi dios, ¡qué perorata pomposa! La verdad es que le he estado escribiendo cartas de amor a Ana Kras, la artista serbia, y armando muchos Legos.

El año pasado también participaste del Record Club Proyect de Beck, versionando el primer disco de Leonard Cohen. ¿Cómo fue esa experiencia?
Increíble. Beck es una máquina de componer, grabar y hacer arte, con un aguante que rara vez vi. Nos encontramos al mediodía y trabajamos hasta la medianoche. Cada tema fue grabado de primera toma. La mayoría del tiempo lo pasamos deliberando quién iba a tocar qué. Fue una jornada increíble. Todos los músicos que participaron son muy hábiles y talentosos. Yo, por supuesto, era la excepción.

Una de las características más interesantes de tu música es la habilidad que tenés para fluir entre idiomas y mantener una esencia sin que suene forzado. Al cantar en castellano, por ejemplo, ¿sentís que estás poniéndote en la piel de un personaje o lo tomás como una herramienta que te permite conectarte con una sensibilidad que no encontrás al hacerlo en inglés?
Realmente depende de la música. Para mí, algunas melodías tienen una necesidad evidente de ser vestidas con palabras en español y ser guiadas por una historia en esa lengua. También intento componer en otros idiomas. La canción “Walilamdzi” está escrita en el dialecto Pit River. Son cosas que solo funcionan si la melodía lo requiere, pero no es algo superfluo.

“What will we be” fue tu primer disco en Warner Brothers, una de las mayores discográficas del mundo. Haciendo un balance de la experiencia, ¿qué sentís que ganaste y qué perdiste al pasarte de un sello independiente a una corporación multinacional?
Gané la experiencia de haber trabajado con una discográfica y perdí el deseo de volver a tener una experiencia así.

Este último disco suena más enfocado, menos ecléctico o experimental que sus antecesores. ¿Qué te llevó a simplificar las cosas?
Ciertamente es el disco más “enfocado”. No teníamos ni idea de que un gigante como Warner iba a estar interesado. Lo hicimos para las mamás y las mamás de las mamás. Imaginamos ser pioneros de un género nuevo o poco explotado que titulamos “Mom’s rock” (“Rock de mamás” o “Rock para mamás”). A pesar de que hay un par de canciones que aborrezco completamente, estoy orgulloso del disco. De todos modos, jamás volveré a hacer algo parecido.

Tendés a ser duro con tu trabajo. En diversas entrevistas incluso declaraste que no te gustan tus discos. ¿Sentís que ninguno te termina de representar?
No es que los “odio”, pero sigo haciendo álbumes porque todavía no compuse uno con el que esté completamente satisfecho. Me gustan ciertos elementos, momentos, porciones minúsculas y mayúsculas en todos mis discos, pero nunca en su totalidad. Por eso seguimos trabajando.

¿Qué alimenta ese impulso? ¿Qué te inspira?
Lo desconocido. Cuanto más vivo, aprendo y experimento, más de eso hay.

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