En erupción

Con la presentación de su flamante disco, “Un volcán”, el trío formado por Jorge Araujo (ex Divididos), Tito Fargo (ex Patricio Rey y sus Redonditos de ricota) y Gustavo Jamardo (ex Porco) insiste en poner la música por sobre todas las cosas. “La industria y el arte no son compatibles”, dicen.



TEXTO MARTIN SANTORO

“Una vez un amigo me dijo que nosotros hacemos música intelectual. Yo le respondí: ‘tal vez tenés razón… o tal vez sos un adoquín’”, cuenta Gustavo Jamardo (bajo) mientras sus compañeros de banda, Tito Fargo (guitarra) y Jorge Araujo (batería), sueltan un torrente de carcajadas. Desde su formación en 2004, Gran Martell condensa una impronta rockera a través de un caldo valvular que combina riffs rabiosos y ritmos antojadizos que ganan intensidad con cada cambio de paso mientras esquivan los lugares comunes del género. “Buscamos destruir el típico formato de trío. Es una actitud que nos seduce y permite sacarle mucho jugo a la banda”, explica Fargo.

Con dos discos en su haber, acaban de editar “Un volcán” bajo una impronta más electroacústica, donde merma la estridencia pero no la intensidad. Con la coproducción de César Silva, afloran arreglos de cuerdas y pianos para sumar matices la propuesta del trío. Hacia fin de año saldrá su sucesor, también titulado “Un volcán”. Para evitar confusión, aclaran que esta contraparte se focalizará expresamente en un sonido más electrificado y macizo de Gran Martell. Será, de algún modo, la otra cara de esta moneda. Sin embargo, como explica Araujo: “Cada parte es una obra en sí misma que no necesita de la otra mitad para completarse”. El baterista agrega: “Nos gusta escapar del rol que nosotros mismos nos generamos en cada grabación. Esta banda es muchas cosas al mismo tiempo”.

No resulta habitual que un grupo edite dos discos en tan pocos meses, pero eso no les preocupa. “No sería honesto esperar un año para sacar toda la música que venimos haciendo solo porque los tiempos que marca la industria son diferentes”, comenta Araujo. Fargo dispata: “La industria y el arte no son compatibles. Sin embargo, uno necesita meterse en ese ruedo para sustentar algo que va más allá de lo espiritual y lo creativo. Hay que tocar, grabar y hacer cosas que requieren estructuras”.

Es evidente que el grupo está acostumbrado a hacer todo a su manera. Gran Martell no tiene un líder o frontman: es un autentico tridente. Fargo trabaja como un artesano de la guitarra, construyendo capas de sonido que cabalgan sobre el pulsante bajo de Jamardo, retroalimentando el crisol rítmico de Araujo. El grupo aprovecha todo ese talento para explotar aristas musicales que no apuntan a demostrar virtuosismo, sino saciar una inquietud sincera. “Cuando un tipo se creyó Gardel, se terminó el artista. Uno siempre tiene que sentirse un poco disconforme”, opina Jamardo.

La necesidad de indagar constantemente en nuevos caminos llevó a Gran Martell a forjar un estilo que, para muchos, es incompatible con el mainstream musical. “La gente que nos viene a ver está buscando siempre algo nuevo. Son personas de gran apertura mental que disfrutan del mismo modo con un tipo que canta acompañado por un violín y con un trío de rock que aplasta. No es fácil encontrar gente así”, señala Araujo. “De todos modos, siento que Gran Martell es un grupo de música popular. Que no me vengan con eso de ‘música para músicos’”.

En seis años de trabajo, la banda ha desarrollado una identidad única, cimentada en la música y en los vínculos humanos. Jamardo es categórico: “Ninguna química se genera en el ruedo. Si no hay un vínculo especial desde el inicio, se puede insistir durante un tiempo pero todo terminará en el fracaso. La conexión entre nosotros fue inmediata. Por eso somos una banda. Si no, no lo hubiéramos hecho. No lo hubiese permitido”. Araujo sonríe y remata: “Si vos nos preguntás qué es lo que pretendemos de esto, la respuesta es simple: la música está antes que todo, siempre”.




*Esta nota salió publicada en la edición de septiembre 2010 de la revista G7

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