Fuerza renovada

Humo del Cairo se afianza como una de las bandas más estridentes de la escena emergente local, mientras pone un pie en Europa y Estados Unidos. Con sumo entusiasmo, el trío se prepara para uno de los años más agitados y ambiciosos de su carrera.



TEXTO Y FOTO MARTIN SANTORO

Humo del Cairo es una banda física. No porque salten como Pete Townshend, hagan pasos de baile cual Angus Young o se trencen con público al mejor estilo Iggy Pop. En su caso, el sonido se materializa como un rugido grave, incandescente y valvular, que mueve masas de aire y golpea de lleno en el pecho. Su música se siente, literalmente. La guitarra cruda de Juan Manuel Diaz amalgama los riffs caprichosos de Color Humano y la densidad de Black Sabbath, mientras surfea olas de distorsión como un Hendrix del oeste bonaerense. El bajo pulsante e hipnótico de Gustavo Bianchi y la batería temperamental de Gonzalo Greco – flamante incorporación – completan una de las propuestas más interesantes de la escena emergente.

Formados a fines de 2004, el grupo paseó su distorsión por reductos del gran Buenos Aires, escenarios porteños como Niceto Club y Ciudad Cultural Konex, mega festivales como el Pepsi Music, el Personal Fest y hasta el Luna Park, teloneando a los mismísimos Judas Priest. Si bien se autodefinen como un “combo de psicodelia pesada, progresiva y negra como la brea que nace en Ramos Mejía”, la banda sortea el rótulo de “Stoner Rock” y no extraña verlos compartir fecha con grupos tan disímiles como Nairobi o El festival de los viajes.

Su disco debut se editó en 2007 a través de Estamos Felices. Allí condensaron toda la energía del vivo dentro de los confines del estudio. Conjugaron el vuelo, la soltura y espontaneidad de la improvisación, con la rigidez de una banda aceitada con años de trabajo en su haber. La coronación del proceso vino de la mano del sello estadounidense Meteor City, emblema del rock pesado de los últimos quince años, que editó el álbum a nivel mundial.

A pesar del éxito, la fortuna pareció flaquear: tuvieron que sortear problemas personales y de grupo, pasando por tres bateristas en un año. Esa inestabilidad generó incertidumbre sobre el futuro y un silencio discográfico que sigue hasta hoy. Pese a todo, nunca pararon de tocar y perseverar.

Desde fines del año pasado, asentaron su formación y los resultados ya son palpables. Como evidencia del compromiso hacia el proyecto, Gonzalo abandonó su Córdoba natal para radicarse en Buenos Aires. Renovados, motivados y en plena ebullición creativa, la banda pisa el acelerador y apunta a editar un nuevo disco en un mes, acompañarlo con un DVD y volver al estudio antes de fin de año.

Con tanto tiempo de inactividad discográfica, ¿nunca les preocupó que se diluyera el interés del público por la banda?
Juan: No, estamos muy tranquilos. A su vez, más allá de los problemas y demoras, creíamos que el disco tenía un montón para dar todavía. Por suerte nos sigue gustando y al público también. Mucha gente nos está descubriendo recién ahora.

¿El nuevo disco va a ahondar más en el estilo del primero, como una progresión, o buscan un quiebre?
Juan: Creo que va a ser como el primero, pero mucho mejor. Si bien va a sonar “vintage” – porque es la impronta de la banda – va a tener otros matices. Además, tenemos más tiempo de estudio. El primero fue hecho a las apuradas. Grabamos todas las bases en un día, por ejemplo. Una locura. Más allá de lo técnico, siento que la mayor diferencia es el espíritu. Nuestra forma de tocar cambió, en parte porque nos fuimos puliendo y también por lo que Gonzalo trae a la banda.

¿Cómo viviste tu incorporación al grupo? ¿Sentís fue una adaptación natural o hubo un trabajo detrás?
Gonzalo: Yo llevaba años tocando con una banda similar en Córdoba, así que me amoldé rápido. Por suerte, manejamos los mismos códigos para componer y nuestros estilos se complementan muy bien.

¿Cómo sobrellevaron tantos cambios de integrantes? Imagino que debe ser difícil mantener la identidad y el sonido propio del grupo, especialmente en un trío, donde cada parte es fundamental.
Juan: Yo creo que cuando escuchás el disco, te das cuenta que la espina dorsal es la guitarra y el bajo. La batería quedó muy atrás. Entonces, para la gente que nos vio en vivo en este tiempo, nunca varió sustancialmente el sonido. Quizás ahora sí se sienta una diferencia. Antes, a la hora de componer, éramos Gustavo y yo. Ahora somos Gustavo, Gonza y yo. Seguimos tocando fuerte y grave, pero cambia la dinámica.

Ciertamente, en el disco suenan muy en vivo. A la hora de componer, e incluso en el estudio, ¿se entregan a la improvisación del momento o trabajan todo al detalle?
Gonzalo: Generalmente hacemos una base, zapamos un rato y de ahí van surgiendo los temas.
Juan: Por momentos tenemos algo muy de “jam band”. Incluso cuando hacemos temas viejos, nunca salen iguales. Creo que para este disco, si bien tenemos cosas armadas, los estamos tocando y cambiando en la marcha.

¿Sienten que la zapada también es una herramienta fundamental para mantener la frescura?
Juan: Sí. La zapada puede llevar el tema a cualquier lado. No te ata nada.

De todos modos, ustedes hacen canciones. Hay un trabajo, una estructura. No es la oda al cuelgue.
Juan: Cuando salió el disco afuera, se nos emparentó mucho con la movida Stoner, que generalmente son bandas que tal vez se juntan a zapar, como grupos conceptuales que tocan tres temas en seis horas. Después rescatan lo mejor y lo editan.

Como bien decís, Humo del Cairo es una banda que tiende a ser encasillada dentro del rótulo “Stoner Rock”. Sin embargo, ustedes parecen tratar de esquivar eso. Un ejemplo claro es ser parte del sello Estamos Felices, que tiene un perfil más pop e indie.
Juan: Nosotros nunca nos cerramos. Debemos ser el único grupo de rock “pesado” que tiene el sello y está buenísimo que sea así también. Creo que eso es un reflejo de lo que es a la banda. No salimos por un sello inglés donde son todos re podridos. No me representa. Es un honor terrible que nos editen por Meteor City, pero no soy un loco que toca en el desierto y cría cocodrilos. Yo vivo acá. Me saco las zapatillas y no tengo arena, tengo talco. No pertenecemos a eso. Somos parte, pero no nos casamos con nadie y tocamos con todo el mundo. Si me gusta la banda, no me cierro a nada.

Más allá de la satisfacción que debe generar la edición de su disco en el exterior, ¿sienten que esto también “legitima” lo que hacen para parte del público y la prensa local? Parece tonto pero muchas bandas tienen que ser reconocidas afuera para que recién ahí empiecen prestarles atención en su propio país.
Gonzalo: Creo que eso pasa en todos lados. Acá se respeta más a lo que viene de Europa o Estados Unidos, pero yo soy de Córdoba y puedo asegurarte que pasa lo mismo con los que vienen de Buenos Aires.
Juan: Es algo que también ocurre en otros países. De hecho, una vez que salió el disco, nos llegaron invitaciones de todos lados. Tal vez antes no te daban bola porque eras una banda sudamericana. Recién cuando un gringo dio el visto bueno, nos empezaron a dar cabida. En la movida europea no es tan difícil, pero la estadounidense es muy sectaria. Por suerte les re cabe el disco y contar con el apoyo del sello da chapa. Pertenecer tiene sus privilegios (risas).

Dadas estas facilidades, ¿por qué no concretaron una gira europea todavía?
Juan: Ibamos a ir a Europa ahora en abril porque nos habían invitado al Roadburn Fesival, donde participan bandas pesadas, re copadas, re podri. Si te invitan, ¡tenés que tocar! Planeábamos hacer una gira y terminar ahí pero con todo este cambio de baterista y la demora del disco, quedó para el 2012. Creo que tocar afuera, más que darte prestigio, da chapa a nivel personal. Tocar treinta veces en treinta días es mortal.

Es una gran diferencia respecto al circuito local, que puede agotarse rápidamente.
Juan: Totalmente. Acá podemos hacer cuatro shows por mes y ya abarcaste todo: capital, norte, sur y oeste. Así se puede volver monótono. Está bueno tocar más espaciado para renovarse y generar más expectativa.

Pensando en la fecha que tienen este sábado en Niceto, ¿son de tantear temas nuevos en vivo o prefieren guardárselos para el estudio?
Juan: Tocamos muchos temas nuevos en vivo, pero nos pasaba que los hacíamos y después no los tocábamos más. Hay muchos que dejamos de hacer porque no sonaban como queríamos, porque no nos representaban o por lo que fuere. En Niceto vamos a estrenar un par de temas nuevos, del próximo disco.
Gonzalo: Igual, seguro que tocamos el tema en vivo y para cuando llegue al estudio ya va a ser otra cosa (risas)
Juan: Para mí siempre fue fundamental tocarlos en vivo porque ahí te das cuenta si quedan o no. Es la prueba de fuego.

Considerando que nunca dejaron de componer, ¿no pensaron en sacar un EP con esos temas que compusieron después del primer disco, aunque sea para evitar una brecha tan grande entre ese trabajo y el que están por grabar?
Juan: No. Simplemente no era el momento. Hoy en día sí.

Se siente un cambio de actitud, un aire de renovación…
Juan: ¡Totalmente! Antes éramos una banda muy hippie. Demasiado hippie. Podíamos ir a tocar sin haber ensayado en un mes o hacer canciones en vivo que habíamos compuesto el día anterior. Además, había cosas que nos excedían. Como no tenemos alguien que haga prensa, manager ni nada, hacemos todo nosotros y eso lleva al caos. Por suerte ahora contamos con un poco de ayuda y podemos dedicarle más tiempo a la banda. Estamos aprendiendo a manejarnos mejor.

Claramente, ahora están más enfocados. ¿Qué cambió en ustedes?
Juan: Antes también lidiábamos con un laburo. Ahora lo único que hacemos es tocar. Yo entraba a las siete y media de la mañana y salía a las seis de la tarde. Desde ese momento hasta la noche, estaba tocando. Después, pasaba un rato con mi novia y ya me tenía que ir a dormir. Esa rutina me terminó saturando. En su momento, trabajaba junto al baterista de León Chalón, una banda de reggae de Ituzaingó. Un día me dijo: “yo no vengo más a laburar. No puedo concebir que mi vida artística comience a las ocho de la noche, cuando llego a mi casa, mientras desperdicio todo el día haciendo algo que odio”. De repente hice un clic. No podes dejar que algunos factores contaminen tu arte. Cuando ya te está envenenando, hay que cortar. ¡Es tu alma! Hacer música es lo más inocente y sincero que me sale. Por eso hay que mantenerse lo más puro posible.

Imagino que eso también da una nueva perspectiva de lo que es “el éxito”.
Juan: El verdadero éxito es poder hacer esto todos los días. Después, si las cosas se dan y te van a ver cien o mil personas, está buenísimo, pero no voy a dejar de hacerlo porque solo vengan cinco o diez. No nos movemos por esos resultados. Nos gusta tocar, crear y compartir. Esa es la vida que quiero vivir. Sé que es difícil subvencionar el sueño pero tomamos el riesgo, redoblamos la apuesta y haremos todo lo posible para que funcione. En el peor de los casos, ¡viviremos en la sala! Se verá. Ahora estamos haciendo lo que realmente amamos y eso es lo que importa. Nunca mejor dicho: estamos felices.

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