Oasis: un camino largo y sinuoso

Dada la inminente visita de esta gran banda inglesa, me parece meritorio contextualizar su naturaleza actual haciendo un repaso discográfico, contextualizando y refiriendo a su último trabajo, Dig out your soul.
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Es innegable que Oasis es una banda que ha sabido reinar en los 90s conjugando el linaje rockero británica con himnos generacionales y altas dosis de arrogancia…muchas veces justificada.

Con Definitely Maybe (1994) y (What’s the Story) Morning Glory? (1995) ya se habían ganado el olimpo. Lograron una revitalización del rock inglés que, en ese momento, estaba perdiendo protagonismo ante la oferta de Estados Unidos y su caballito de batalla de los tempranos 90s: el grunge. Ciertamente, en aquellos primeros años el faro alumbraba hacia América, pero la banda de los hermanos Gallagher fue una punta de lanza clave para una especie de "nueva invasión británica", de donde emergieron pujantes nuevas agrupaciones y se consolidaron otras que ya tenían un par de años de ruedo. Las mareas humanas que colmaban estadio tras estadio, los críticos que -aunque sea a regañadientes- tenían que admitir su enorme peso y aporte fundamental en la escena, y el visto bueno de la realeza rockera como Paul Weller y Pete Townshend, daban fe de que estaban frente a un fenómeno único, Un momentum irrepetible. Una vorágine que trascendía las fronteras de la música para hincar los dientes sobre el pulso de la juventud inglesa de aquellos años.

Para muchas grandes bandas, el tercer disco es el eterno escollo. El primero suele ser el que los pone en boca de todos: la gran promesa. El segundo sale con el impulso y la adrenalina del momento, y los termina de consolidar y catapultar. Ya en la cima de la ola llega la hora del tercero, aquel que supuestamente viene a defender la corona, a “justificar”. Qué palabra horrible. Ese tercer disco, Be Here Now (1998) sufrió los embates de aquellos que buscaban más de lo mismo, pero distinto. Algo igual pero mejor. Ciertamente no imaginaban canciones densas, droguetas, épicas, ególatras y con infinitos entramados de guitarras eléctricas embebidas en distorsión que reverberaban frenéticamente a lo largo de los 72 minutos de la obra, anulando cada silencio y sin dar la más mínima tregua.

Por suerte, me cago en esa gente. El álbum es genial, justamente por todas las cosas que le critican. Es el clásico caso del disco que es atacado por la prensa y los oyentes casuales, pero que late con fuerza en cada fanático. Más allá de los juicios de valor, el disco era una fiel postal de lo que luego se vería en la subsiguiente gira mundial: exceso de excesos. En teoría no hay problema con eso, hasta que se vuelve una carga que actúa en detrimento de la obra. Con el tiempo, los químicos y las internas estaban erosionando los pilares fundamentales de la banda. Era hora de dar un salto, pero no parecían saber a dónde.

A fines de 1998 editan The Masterplan, una especie de grandes éxitos de lados B que la mayoría de las bandas morirían por tener como lados A. El disco no sólo ayuda a sacarle presión a la banda de editar material nuevo sino que evidencia el espíritu prolífico, la calidad compositiva y una enorme afinidad para el hit de Noel Gallagher.

De alguna manera, Standing On The Shoulder of Giants (2000) es la semilla del cambio. Sin perder la impronta del rock estridente y clásico británico, emergen texturas como fruto de la experimentación abierta. Psicodelia, loops, guitarras invertidas y demás recursos lisérgicos muestran una búsqueda por sobre el “Oasis clásico” y sus lugares comunes. Así nacen temas como “Gas Panic” o “Roll It Over”, donde el sonido gana una tercera dimensión y muestra a una banda que busca cambiar de piel, expandirse, evolucionar. Si bien había temas con sabor a relleno, también estaban aquellos que daban esperanza de nuevos y ricos horizontes que hacían creer que, con un poco de paciencia, pronto se elevarían a un nuevo plano musical y compositivo. Estaban frágiles por la pérdida de dos miembros fundadores, Paul "Bonehead" Arthurs y Paul McGuigan, pero la llegada de Gem Archer y Andy Bell ayudó a solidificar este nuevo aire.

Desafortunadamente, por obra y arte de las bajas ventas, la crítica impaciente y los fanáticos fundamentalistas, la banda sufrió un gran embate que hizo temblar su corona. En lugar de luchar por llegar a una síntesis de esa nueva luz, el miedo los llevó a replegar sus tropas. Sin duda, el próximo paso de los de Manchester sería hacia atrás. “Volver a las raíces” suele ser un eufemismo para “más de lo mismo” y eso es a lo que apuntaron con Heathen Chemistry (2002). Aquí, Oasis amplía la cantera compositiva que, hasta entonces, estaba exclusivamente en manos de Noel Gallagher. Con aportes compositivos de los otros miembros, el disco intenta en vano recapturar el espíritu rockero efervescente que tenían hacía casi una década, imitándose a sí mismos. Esto resultó en un álbum que suena forzado, sintácticamente correcto pero semánticamente vacío.

Con su próximo trabajo, Don’t Believe The Truth (2005), la banda comenzó a dejar de lado la obligación tácita de “ser Oasis” y simplemente dejaron que las cosas fluyan. Si bien faltaba afinar un poco la puntería, composiciones como “The Importance Of Being Idle”, “Part Of The Queue” o “Let There Be Love” (que, en rigor de verdad, es una versión más floja de un gran demo de la época de Standing In The…) llevaban a pensar que la cosa iba por buen camino.

Por un lado, no podían darse el lujo de seguir diluyendo el legado de la banda con discos que se quedaban en buenas intenciones. El tiempo apremiaba y las dudas surgían. ¿Era posible dar un próximo paso con la firmeza del talento, la seguridad de grandes composiciones y el riesgo de aquel que concientemente suelta amarras sin temor? ¿Podrían lograr el resultado sin calcar la fórmula? Dig Out Your Soul (2008) es una gran respuesta a todas esas interrogantes. Acá, de alguna manera, parece condensarse la intensidad de Be Here Now con la experimentación de Standing On The Shoulder Of Giants, pero con un resultado final que no remite ni le debe nada a la discografía que lo precedió.

Esta última placa entusiasma, no sólo porque parecen haber perdido, finalmente, el miedo de dejar de “ser Oasis”, sino que además sube un escalón, da un salto de fe. Se muestra como un verdadero punto de inflexión en lugar de una oda al piloto automático. Con una banda inspirada y ajustada, las canciones se adentran de lleno en caminos que antes apenas eran insinuados.

Sin duda, es un disco sazonado con especias lisérgicas, dando un tinte psicodélico y experimental muy al estilo beatle. Noel suele ser castigado con dureza (e injusticia) en estas comparaciones, pero acá hay una connotación positiva: es una derivación. Haciendo una analogía local, es como lo que pasa con Charly García y Fito Páez. Se puede ver claramente el árbol genealógico melódico que va de uno a otro, pero cada cual es grande por su propio mérito. Lo mismo se puede decir de Albert King y Stevie Ray Vaughan, de los Rolling Stones y los Black Crowes, y millones de etcéteras más. En cada caso se conjuga esa influencia para lograr algo propio… como un dialecto más en su lenguaje personal. Por supuesto que hay guiños a los cuatro de Liverpool, a los Kinks, a The Who, hasta a sus compadritos de The Verve, pero se siente como la honestidad de un tributo más que la picardía de un robo.

Para este trabajo, el mayor de los Gallagher vuelve a ceder hegemonía en la composición. Así nos encontramos con grandes aportes, como "To Be Where There's Life" de Gem Archer o la bellísima “I’m out of time” de Liam Gallagher. En cuanto a esta última, también tiene la particularidad de demostrar una notable evolución como escritor en el menor de los hermanos, especialmente cuando recordamos que su bautismo discográfico fue con la insípida “Little James”. Si bien las composiciones de Noel siguen siendo las más destacables, con un renacer compositivo para el aplauso y la fantasía de un disco solista, al abrir el juego autoral, cada miembro de la banda se ve forzado a llevar su talento al máximo, buscando un lugar para su mejor obra.

Viendo la carrera de la banda, es una pena que dos discos descartables se antepusieran a este trabajo pero, de alguna manera, parecía ser la única forma de llegar a este punto. Tenían que bajar, chocar contra sus limitaciones, dejar de pensar y permitir una decantación musical que rejuvenece sin hacer el ridículo, evoluciona sin perder identidad y apuesta sin saber sin la certeza de una victoria. Dig Out Your Soul abre puertas que llevan a caminos inciertos, pero caminos nuevos al fin. Ya no es más un paso al costado sino uno firme al frente. Ciertamente no es más de lo mismo. Por eso, es necesario dejar todo lo demás de lado e ir con la cabeza abierta, tal como hicieron el disco.

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