Calientan los motores

Con la estridencia rockera y el efervescente groove del rockabilly, Motorama se alza como una de las propuestas más excitantes de la escena emergente local. El año pasado presentaron “Crisis”, su debut discográfico y acaban de editar “Ballgag”, su flamante EP.




TEXTO MARTIN SANTORO
FOTO ZENZORIA

A pesar de tener una clara influencia del rockabilly, Motorama se erige como una banda de rock apta todo público que elude los clásicos clichés del género: no hay uniformes, personajes, espíritu de revival ni pose. En escena, el contrabajo hiperactivo de Nico Valle se fusiona con la pulsante batería de Luciano Esain para generar una base hipnótica, tan compacta como suelta, sobre la que Sam dispara acordes filosos y letras calientes. Así, el trío resulta una máquina de estribillos pegadizos y ritmos contagiosos que invitan a bailar hasta que salga el sol.

Esa impronta vital se traduce también en su trabajo de estudio. En 2009 editaron “Crisis”, un excelente disco debut, con la producción de Manza Esaín y la participación de figuras como Campino de Die Toten Hosen y Hugo Lobo de Dancing Mood. Allí despliegan una paleta sonora que va desde el espíritu festivo bailable de “Mirando al cielo” o “Chicas finas”, hasta los pasajes lúgubres del psychobilly, con canciones como “Venganza” o “Luz mala”.

Impulsados por la inercia de constantes shows en Capital, el conurbano y giras por Brasil, la banda acaba de lanzar “Ball Gag”, un nuevo EP que obra como de caldo de cultivo para el rock, el country, el rockabilly y el pop. El trabajo presenta nuevas canciones, versiones en vivo, outtakes de las sesiones de su disco anterior y covers con sello propio. “En todos los discos que grabé en mi vida, siempre sentí que faltó o sobró algo. Con Motorama es la primera vez que sigo escuchando los dos trabajos y no retocaría nada”, define Sam.

Los discos no sólo logran retratar fielmente la energía cruda del vivo sino que se potencian a través de arreglos que, según los propios músicos, elevan las canciones a su mejor versión posible. “Los arreglos son desgloses de lo que ya estamos haciendo. Se trata de cosas naturales, que uno escucha aunque no lo esté tocando nadie”, explica Esain. Sam, por su parte, agrega: “Son condimentos del disco que hacen que sea divertido y que puedas descubrir algo nuevo con cada escucha”.

¿Cómo hacen para mantener una misma identidad y, al mismo tiempo, lograr un lenguaje propio tanto en vivo como en estudio?

LULO: Para nosotros no son dos mundos separados. Cuando grabamos, las bases son tocadas en vivo, todos juntos. Después se agregan cosas para reforzar esas intensidades que uno genera cuando está tocando en el escenario, porque en tu casa no ves a la banda, la cara del guitarrista al hacer un solo, al contrabajista cuando se trepa a una mesa y demás locuras propias de un show.

SAM: Cuando uno está muy seguro de lo que hace en vivo, no le agarra culpa al plantear algo distinto en el disco. La gente que escuche el CD y después te vaya a ver no va a decir ‘estos son unos mentirosos’. Aunque el vivo y el disco puedan tener sus diferencias, no va a importar porque cada uno vale y está bueno a su manera. De todos modos, si nosotros fuésemos tipos con guita, invitaríamos a un trompetista y a un tecladista para que vengan a tocar unos temas. Sería un gusto que quisiéramos darnos cada tanto.

¿Con qué criterio eligieron los covers que grabaron? Si bien “Do anything you wanna do” de Eddie & The Hot Rods y “You shook me all night long” de AC/DC son canciones más cercanas a su estilo, llama la atención que reversionen una como “No surprises” de Radiohead.

SAM: Hay temas que me gustan mucho y generan una gran intriga por saber cómo saldrían si yo me pongo a tocarlos. Creo que es un desafío buenísimo.

NICO: En el caso puntual de “No surprises”, está en el disco porque queríamos incluir una versión de un tema no tan viejo. No queríamos que fuera de los setentas u ochentas, sino acercarnos y tomar algo más contemporáneo. Más allá de que no se grabaron, también hicimos canciones de Blur, Pulp y un montón de bandas más de esa movida que también nos gustan.

SAM: Por eso lo podemos plasmar de una forma copada: no es una canción que hacemos “en chiste”, sino algo que realmente nos encanta.

Sacar dos discos en dos años, cuando el grupo tiene tres de vida, es un gran mérito para una banda joven como ustedes en los tiempos que corren. ¿Cómo ven la industria musical acá, donde las discográficas no apuesta por algo nuevo?

LULO: Es loco pensar que en Argentina prácticamente no hay bandas exitosas de rock de gente joven. En Inglaterra, pibes de dieciocho años como los Artic Monkeys hacen tres shows y la industria se da cuenta que tienen pasta e invierten en ellos para que crezcan. Acá te dicen ‘pero sólo están tocando hace tres años’. Flaco, ¿cuánto más querés que toque? ¿Quince? Eso te quema y hay gente que se queda en el camino.

SAM: Las bandas grandes de acá, como Babasónicos, están hace veinte años y recién hace seis o siete que viven bien de esto.

Entonces, ¿gana el que persevera?

SAM: Yo creo que sí.

LULO: Gana el que persevera y realmente tiene algo que decir.


SONIDO PROPIO

La banda nació en 2006 de la mano de Nicolás y Sam, luego de la separación de Historia del Crimen, uno de los referentes del rockabilly local. Tras una breve formación de cuarteto, el trío se consolidó con la incorporación de Luciano en la batería. Su estilo, que oficia de puente entre Slim Jim Phantom y Keith Moon, terminó de fortificar un sonido que escucha el pasado pero mira hacia adelante. Con Sam cumpliendo la doble tarea de guitarrista y cantante, todas las piezas se alinearon.

Cuando te hiciste cargo de la voz, ¿sentís que te descubriste o te hiciste cantante?

SAM: Nunca me hice ni me descubrí (risas). No me considero cantante, yo soy guitarrista. De todos modos, admito que funcionó mucho mejor de lo que pensábamos.

Tu voz es una parte clave del sonido de la banda.

SAM: Es verdad que no tengo la voz típica del género y, al final, eso terminó dándole un sonido particular. Lo mismo pasa con Lulo: no es un bateista “vintage”, sino que es mucho más rockero. Cada puntito de esos hace a la personalidad única del grupo.

LULO: Lo primero que hice cuando me llamaron fue aclararles que no era un baterista de rockabilly y ellos me dijeron que no buscaban eso, así que encajó perfecto.

NICO: Justamente, le propusimos ser el baterista de Motorama porque no queríamos nada que suene a los 50s, 60s ni al tunel del tiempo, donde todos tienen camisas iguales y hacen como que son de otro país siendo argentinos. No tengo problema con la gente que lo hace, pero no es lo mío.

En ese sentido, ¿se sienten parte de una escena o se ven más como una isla?

SAM: No me siento parte de una escena porque no creo que exista tal cosa acá. No veo público que siga bandas under. Me parece que la gente va a “eventos”, que pueden ser en un boliche o en una casa, pero no hay una “movida” como supo haber en una época, con un circuito de locales de rock donde sabías que siempre te ibas a encontrar con algo e iba a estar la misma gente que frecuentaba el lugar. Eso es una escena. Hoy, la gente va a ver bandas si está lindo el día. Si no, se quedan jugando a la Playstation.

NICO: Es cierto que nosotros no estamos integrados, pero a esta altura me importa tres pitos. Además, como Motorama no refleja algo muy purista, no podemos pertenecer a una escena o “tribu”, donde todo parece estar pensado y estudiado al detalle. Hacemos música para todo el mundo, con jopo o sin jopo. Igualmente, la estética rockabilly está de moda desde hace dos o tres años, pero es pura imagen. No hay muchos que realmente vaya a los shows.

¿Te molesta eso?

NICO: Me da lástima. En la escena, hay gente que si no se arma un show con todas bandas rockabilly, todas surf o todas garage, no va. Por ejemplo, un grupo como Norma no podría tocar en un contexto así, pero con nosotros sí. Si en Niceto toca una banda de rockabilly con otra como Valle de Muñecas, ¡los “jopos” no irían! ¡Ni en pedo! Ellos quieren que sean todos iguales. Es medio sectario… y nosotros nos cagamos en eso.

SAM: Un buen resumen de lo que pasa es ir a la Bond Street. ¿Qué hay más: negocios de ropa o de discos? La gente se quiere vestir, no quiere escuchar música. Esa es la realidad del rock hoy.

Por suerte, como bien dicen, cuentan con un público heterogéneo que no busca en ustedes una sensación de pertenencia, cual tribu urbana.

SAM: Es muy grato encontrarte con gente que va por el contenido y no la forma. Eso te da una satisfacción increíble, porque esa diversidad también está en uno: estamos toda la vida construyendo un montón de cosas y nos vamos quedando con las que más nos gustan. Después agarramos y las volcamos todas juntas cuando hacemos una canción de Motorama.




*Esta nota salió publicada en el sitio de la revista G7, www.RevistaG7.com

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